Hasta ahora Cochabamba, como los otros departamentos del país, han estado siempre pendientes de lo que les puede dar el Gobierno central en obras, proyectos, caminos y todo aquello que impacta en el desarrollo de una región.
Los aniversarios cívicos han resultado ser momentos propicios para que el poder central haga conocer, lo que en el lenguaje popular se ha calificado como "regalos", una expresión que de alguna manera grafica esa constante dependencia que ha ejercitado y ejercita el centralismo respecto a los departamentos que son considerados del interior del país. Actitudes paternalistas que se han consolidado durante muchos años, porque el centralismo siempre ha jugado un papel que en muchas ocasiones en vez de hacer viables los proyectos los ha obstaculizado mediante normas administrativas impuestas, creando una especie de círculo en el cual los proyectos, incluso con estudios y financiamiento que presentan las regiones, tienen que pasar por una serie de mecanismos centralizadores que los dilatan en trámites interminables, que por supuesto, luego derivan en costos de tiempo y de dinero, pero sobretodo de frustración para las poblaciones que esperan ante todo obras que mejoren sus condiciones de vida y de trabajo. Existen proyectos emblemáticos que en el imaginario ciudadano se han convertido en quimeras, como por ejemplo, el de Misicuni, ideado hace más de medio siglo y demorado por tanto tiempo en una historia donde se han mezclado las legítimas luchas cívicas, la demagogia política y el electoralismo ejercitado por diversos gobiernos del pasado. Ahora el proyecto pugna por concretarse aunque también con enormes dificultades técnicas y económicas. Sin embargo hay que reconocer que los pocos y significativos proyectos de desarrollo para Cochabamba que se han ejecutado, como el aeropuerto, han sido fruto de las luchas cívicas y de las presiones ante el Gobierno central. Ahora se habla a partir de la nueva conformación política administrativa vigente en el país con las autonomías y el ejercicio de los gobernadores, de ingresar a una nueva realidad, en la que la Gobernación sea capaz de generar excedentes económicos, de ingresos fiscales, empleo y capacidad económica que le permita sustentar el desarrollo del departamento. Desde luego que estos enunciados tienen que tener el respaldo de una visión planificadora sobre el desarrollo y de los grandes objetivos que se buscan alcanzar como departamento. Es importante que se empiece a planificar el desarrollo por lo menos hasta el año 2025 y que este trabajo sea una conjunción de esfuerzos de todas las instituciones sociales de Cochabamba, las públicas y las privadas. Es importante conocer cuáles son las demandas de los diferentes sectores sociales y productivos, pero estas tienen que servir como base para el diagnóstico y no como un listado, que como casi siempre, termina originando desencuentros. La visión de un plan de largo alcance toma como base la realidad, pero trasunta inmediatismos para ocuparse de los grandes proyectos que definan la vocación productiva del departamento. La iniciativa de elaborar un Plan de Desarrollo de Cochabamba, participativo, tiene que tener el respaldo de estudios serios y de asesoramiento profesional y técnico en diferentes temas que conforman la problemática regional. La celebración de este Bicentenario debe ser el punto de partida para iniciar un gran debate y la conclusión en estudios, sobre lo que los cochabambinos quieren de Cochabamba y de su futuro.
Nota : Opinion |
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