Tiempo de revoluciones desde abajo

ESTAMOS viviendo una época de crisis histórica sin precedentes, que afecta a todas las formas del sistema del capital, no nada más al capitalismo. Es fácil comprender, entonces, que lo único que podría producir una solución viable a las contradicciones que tenemos que encarar sería una alternativa socialista radical al modo de control metabólico social del capital. Una alternativa hegemónica que no se vea atrapada por las restricciones del orden existente al mantenerse en dependencia del objeto de su negación, como ocurrió en el pasado. Aunque debemos estar alertas a los inmensos peligros que aparecen en el horizonte y enfrentarlos con todos los medios a nuestra disposición, las negaciones no son suficientes por sí solas. Es necesario por igual formular con claridad la alternativa positiva que podría tomar cuerpo en un movimiento socialista radicalmente reconstituido. Porque la factibilidad del éxito guarda una relación de dependencia vital con el objetivo elegido de la acción transformadora, si lo definimos como ir positivamente más allá del capital, y no simplemente como el derrocamiento del capitalismo. Por lo menos, de las dolorosas lecciones del derrumbe del llamado “socialismo realmente existente” nos debería quedar bien claro esto: fue prisionero, a través de su historia, de determinaciones negativas. 1

Este párrafo concentra el ideario y el empeño de Meszaros, su obsesión comprometida con la búsqueda de alternativas que permitan construir una nueva civilización humana superadora de los “males” producidos por el capitalismo simultáneamente con los procesos sociales que lo confrontan cotidianamente. No habrá posibilidad alguna de superar la trampa cultural del modo de vida generado por el capital si no se rompe de raíz con la lógica de su funcionamiento, es decir, de su producción y reproducción en todos los ámbitos de la vida social. Para ello es vital construir otra lógica, no contraria a la del capital sino radicalmente diferente y superadora, capaz de poner fin a su cadena creciente de exclusión, enajenación, jerarquías, opresión y explotación humanas.

Los análisis de Mészáros referidos al capitalismo actual y los planteamientos acerca de la posibilidad de su superación positiva, es decir, poniendo fin a los mecanismos de producción y reproducción de la enajenación creciente de la humanidad, engarzan (y actualizan) los planteamientos y las propuestas de Carlos Marx con la problemática y las demandas de nuestra época. Su obra constituye un puente analítico clave para pensar cómo y desde dónde plantearse la transformación de la sociedad que supere al capitalismo y al capital. En tal sentido, sus reflexiones -y su experiencia de vida- acerca de las experiencias socialistas este-europeas del socialismo del siglo XX, resultan esclarecedoras para comprender que pueden ocurrir revoluciones sociales que derroquen a los capitalistas sin que ello signifique poner fin al predominio y la hegemonía del capital. Teniendo esto muy presente, Mészáros se aplica precisamente a identificar y exponer los elementos centrales que contribuyen a que los procesos de luchas sociales por la superación del capitalismo sean -a la vez-, procesos de supresión/superación de la lógica de funcionamiento del capital (del metabolismo y el orden social impuesto por el capital).

Se trata, explica reiteradamente el autor, de una superación radical y no de una sustitución, de un cambio de lugar (de la producción a la gerencia, por ejemplo). Para construir una nueva sociedad, socialista, no basta con que los obreros expulsen a los capitalistas y tomen el control de la producción, no basta con que un grupo de revolucionarios se apodere del aparato estatal y socialice (estatice) la propiedad de los medios de producción y la producción misma, no basta con que la burocracia gerencial y los tecnócratas del capitalismo sean reemplazados por cuadros del partido -en tal circunstancia- devenidos en “burócratas revolucionarios”. Todo esto puede hacerse, como se hizo y lo demuestra la historia, sin poner fin a las cadenas de sujeción a los dictados del capital y su lógica de funcionamiento. Dar vuelta la tortilla, es mantenerse dentro de la sartén controlada por el capital, y esto lleva a la distorsión de los objetivos estratégicos, y la derrota -ahora lo sabemos- resulta inevitable, pese a los grandes ideales que sustenten la epopeya revolucionaria. Por ello, coincido profundamente con Meszáros cuando señala la imprescindible ligazón que existe entre la necesidad de superar el capitalismo e ir mas allá del capital, construir lo nuevo fuera de su dominio, es decir, desde otro lugar, con otras lógicas. Y estas solo pueden tales si son pensadas, diseñadas y construidas desde abajo por los pueblos.

En sí mismo, el proceso de transformación es a la vez un proceso de construcción de nuevas lógicas, articulaciones, institucionalidades, metabolismos sociales, etc. Son “nuevas” en tanto nuevo será su predomino como estructurantes del (nuevo tipo de orden del) metabolismo social, pero muchas de ellas están presente ya entre nosotros -como avances-, en las comunidades de los excluidos, explotados y empobrecidos por el capital, profundamente articuladas a los mecanismos de sobrevivencia: redes de economía solidaria, trueque, comedores y huertas comunitarias, trabajo cooperativo comunitario, redes solidarias de convivencia, institucionalidad y formas de organización y funcionamiento comunitario autónomos de la institucionalidad dominante, como es, por ejemplo, la realidad de los pueblos indígenas en estas tierras.

Y todo esto se relaciona tanto con la propuesta -la “alternativa positiva” que señala Mészáros-, como con los métodos y medios empeñados en su construcción concreta, en hacerla socialmente hegemónica. Es decir, tiene que ver con el proyecto, con lo programático, con la organización y, por tanto, con lo central determinante de todo proceso social: los actores sociales y políticos (sujetos del cambio), y -de conjunto- con el poder. La organización (instrumento político) que el colectivo de actores se dé para llevar a cabo las tareas estratégicas solo puede definirse conjugando en una misma sintonía ideológica/liberadora y de liberación todos estos elementos.

No hay lugar para concebir/realizar tareas que contradigan los resultados; no hay lugar para concebir/emplear medios que contradigan fines; no hay posibilidad de que una vanguardia iluminada pueda reemplazar al actor colectivo. Poner fin a la locura criminal del capitalismo y construir una nueva civilización humana en función de la humanidad, es decir, conquistar la liberación de la humanidad, no es responsabilidad de élites sino de la humanidad toda, ante todo, de los pueblos, protagonistas de los cambios.

Se trata de un protagonismo colectivo, que se vive en cada revuelta, en cada lucha de calles... reivindicativo-política. Reclama por tanto -para encausarse hacia un proceso de transformación social-, construir la convergencia orgánico-política de los actores, sus problemáticas y propuestas, condensándola en lo que será -en cada realidad- el proyecto político superador del capitalismo y del orden social del capital. Es este el factor clave (constitutivo-autoconstitutivo) que marca el nacimiento (por maduración autoconsciente de los protagonistas) del actor colectivo (agente histórico del cambio) vitalmente interesado en ir más allá del capital y con capacidad para ir haciendo realidad su utopía liberadora, cotidianamente, en todos los ámbitos de su quehacer. Es este punto neurálgico de apuesta a la vida el que hace de este un texto profundamente contemporáneo con la revolución democrático cultural que llevan adelante los pueblos de Bolivia.

Esta ha comenzado a desandar los caminos culturales que fueron impuestos, marcados y afianzados por la hegemonía de los conquistadores/colonizadores, predominante hasta ahora en los ámbitos del poder sobre la vida humana en Bolivia (como en Latinoamérica). Como es un proceso verdadero es un desandar que emerge de la raíz y hacia ella vuelve los cambios, es decir, se trata de una superación radical, desde abajo, de la penetración/dominación cultural, económica, política y social de los colonizadores y usufructuadores del capital.

No es teórico el debate sino práctico. Se trata de un modo de vida que debe ser desplazado por otro; son prácticas y conductas diferentes que deben abrirse paso entre las hasta ahora hegemónicas. Porque para ser superada una dominación (conducta) cultural tiene que ser desplazada/reemplazada por otra distinta, diferente, y -en este caso- superadora. Y esto reclama un querer (primer espacio indispensable) y un aprender, un aprender que se funda en la combinación de la apropiación de los saberes ancestrales, junto a lo nuevo y diferente que late en las resistencias y luchas de los pueblos. Es por ello también un estar abiertos a todo aquello que va siendo creado por todos y todas en la misma medida que lo van construyendo/aprendiendo, de conjunto, en las prácticas actuales y venideras. Es por ello un aprender-haciendo, un transformarse-transformando, es decir, parte de la transformación misma. Es la epopeya de justicia mayor que vibra y se fortalece en cada hombre y mujer que ha gestado y es sostén de la revolución democrático cultural que late hoy en Bolivia, y desde Bolivia en los pueblos de Latinoamérica y el mundo. Es el intento más radical y profundo de ir más allá del capital, comenzando por poner fin al dominio y la exclusión que este impuso a sangre y fuego a los habitantes de estas tierras para llenar las arcas de los poderosos; es por ello, el acto de justicia y ética primero y clave de la revolución.

Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, y la política es la expresión concentrada de la economía (quien podría dudarlo), queda claro que la guerra es -como ha sido- el brazo armado de la economía (del capital) cuando los capitalistas la necesitan para acrecentar sus arcas. Así ha sido en tiempos de la acumulación originaria del capital y de su primera gran expansión mundial (globalización temprana), que se aceleró y acrecentó con la conquista y apropiación de territorios lejanos a Occidente, como ocurrió por ejemplo, con la invasión, matanza, saqueos y ocupación de las tierras de América, con la piratería, con la apropiación de los bienes y las riquezas de los pueblos originarios y la masacre de sus poblaciones, con la eliminación, el sometimiento o el exterminio de sus culturas, modos de vida, lenguas, etcétera. Por eso hoy, resulta tan peligrosa la crisis mundial del capitalismo (de las bolsas), porque proporcionalmente a su debilidad es su capacidad de despliegue de irracionalidad y peligrosidad cual fiera enjaulada y hambrienta, capaz -como ya lo ha demostrado una y otra vez- de apelar a todo tipo y magnitud de guerras para saciar sus de dinero y riquezas.

La vida está una vez más amenazada por el capital y, por ello, lejos de apostar a las guerras -totalmente funcionales al capital y sus personeros-, quienes la sostenemos y defendemos debemos apelar a la propia vida, es decir, a los hombres y las mujeres de los pueblos que han demostrado tener las reservas morales suficientes para defender las perspectivas de sobrevivencia humanas.

La vida se sostiene y defiende con más vida. Por eso, la batalla primera con el capital es cultural: se trata de vivir de un modo diferente al del capitalismo, de construir un modo de vida que pueda poner fin a las aberraciones y la multiplicación de la muerte producidas por el capital. Se trata de un modo de vida que se asiente en la solidaridad en vez del individualismo, en la cooperación y complementariedad en vez de la competencia y el antagonismo que conduce a pisarle la cabeza al otro, un modo de vida que abra las puertas a los saberes plurales, a la democracia participativa de la diversidad y no a la tiranía suplantadora/manipuladora de las mayorías, al florecimiento de las identidades y culturas de los pueblos, profundamente enraizadas en la promoción y defensa de la vida.

Se trata, en definitiva, de crear/construir una nueva civilización humana en función de la humanidad. Vivir para nosotros/as y no en función de los requerimientos y designios del capital y su malsana y destructiva sed insaciable de ganancias. Esto es: liberarnos de su yugo y poner punto final a la enajenación que nos hizo y hace vivir nuestra vida como si fuera ajena (del capital), y convertirnos en dueños de nuestros destinos.

Esta es la posibilidad/realidad que late hoy en Bolivia en la apuesta al rescate de la dignidad de los pueblos secularmente mancillados, en la recuperación de las identidades y en la determinación de construir/crear un estado plurinacional e intercultural sobre bases de justicia y equidad para todos y todas, un Estado que ponga fin a la sociedad de supuestos derechos universales aparentemente existentes y vigentes para todos, que tras el velo de lo abstracto oculta una realidad de exclusión, discriminación, racismo, sometimiento y muerte para los pueblos. Esto es lo que resume y condensa, estimula y proyecta la propuesta y apuesta prácticas de la revolución democrática cultural (descolonizadora/liberadora) que está ocurriendo en Bolivia con la fuerza y energía propias de todo proceso radical auténtico de los pueblos.

No hay dudas de que en Bolivia se viven tiempos pioneros de las revoluciones desde abajo, propias del siglo XXI. Por ello, la publicación de este libro en tierras bolivianas, en estos tiempos, marcados por procesos de resistencia y cambios, creados, sostenidos y protagonizados por los pueblos, es un profundo orgullo y compromiso militante por la vida que comparto con István Mészáros, con la Vicepresidencia del Gobierno de Bolivia, “editora” sui generis y promotora de este libro, y con el pueblo todo. Sirva este espacio también como reconocimiento a su apoyo, consecuencia y construcción estratégica, sostenidas en medio de las arduas, tensas e impostergables tareas cotidianas que les exige la apuesta revolucionaria hoy.


*    Dra. En Filosofía. Directora de la Revista “Pasado y Presente XXI”. Estudiosa de los movimientos sociales latinoamericanos.
1    [Meszáros, István, 2001. Más allá del capital, p. XVII, Ed. Vadell, Caracas. Negritas del autor]

0 Comentarios

Leer Noticias : × +