Erradicar la corrupción

La falta de confianza en la Policía conduce a la inobservancia de las normas




El viernes último, el Presidente posesionó a Ciro Farfán como Comandante de la Policía, puesto que hasta ese momento había ocupado el general Óscar Nina. Más importante que el cambio, que no por sorpresivo era menos previsible, ha sido la instrucción que dio el Primer Mandatario al nuevo jefe policial: erradicar en 90 días la corrupción de las filas verde olivo.
No es, desde ningún punto de vista, una tarea fácil, e incluso sin considerar el plazo presidencial, se puede afirmar que, como ya ha sucedido con el propio ex comandante Nina, se trata de una misión imposible. Recuérdese que cuando el ahora ex comandante asumió el cargo se comprometió públicamente a echar a los corruptos de manera inmediata, cosa que sucedió apenas parcialmente.
A juzgar por el tono de la instrucción presidencial, y la prisa con que se ejecutó el relevo del jefe, la gota que colmó el vaso fue la captura en Panamá de un general retirado de la Policía vinculado con una red internacional de tráfico de cocaína, que no sólo ha puesto en cuestión la moral de la oficialidad de la institución del orden, sino que, fundamentalmente, ha producido indeseables efectos en la imagen del Gobierno.
Asimismo, y sin necesidad de que el Primer Mandatario pusiera el acento en la necesidad de sanear a la Policía, para nadie es desconocido que la institución constitucionalmente llamada a preservar el orden interno del país es una de las menos confiables para la población, precisamente por estar asociada, así sea de manera injusta, a las inconductas de algunos de sus miembros y al desorden reinante en todas las oficinas policiales dedicadas a la atención al público.
Y es precisamente esta opinión generalizada la que hace aún más urgente la muchas veces pospuesta transformación estructural de la institución policial, pues la falta de confianza en las capacidades y, sobre todo, en la idoneidad de las y los efectivos de la Policía conduce, de manera casi inevitable, a la inobservancia de las normas, que a su vez es la base de todo proceso de anomia social.
No lo tiene, pues, fácil el nuevo Comandante de la Policía, que en su discurso de presentación ante sus camaradas ha llamado a todo el cuerpo policial a sumarse a la cruzada en contra de la corrupción instruida por el Presidente del Estado, seguramente a sabiendas de que le está hablando a muchos oficiales y suboficiales que harán, más bien, cuanto esté a su alcance para conservar el actual estado de cosas, que favorece a unos pocos en desmedro del resto de la sociedad.
No queda sino hacer votos porque esta vez sí ocurra una transformación radical de la Policía Nacional, pues la acumulación de malos antecedentes ha puesto verdaderamente en crisis a una institución que, quiérase o no, es fundamental para la vida en sociedad.

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