Desde la tierra: Dichos de Huáscar Cajías K.


Esta semana, cuando la prensa conmemora la fundación de la Asociación de Periodistas, en un clima de amenazas y de permanentes agresiones verbales y no tan verbales, recuerdo al mejor de todos, Huáscar Cajías Kaufmann.

Huáscar era filósofo, penalista, criminalista, comprendía siete idiomas, fue catedrático por medio siglo y, por sobre todo, fue un humanista. Los humanistas no tienen preferencias ideológicas, defienden la dignidad del ser humano cuando lo torturan bajo el Plan Cóndor o bajo el régimen de Gaddafi. Como tal, encontró pronto en la lectura de los Evangelios un camino de oración y de compromisos de vida que los mantuvo en todas sus muchas actividades.

Su pensamiento aprendió de Aristóteles una forma de mirar y de comprender el mundo, de razonar. De Santo Tomás de Aquino, extrajo la fuerza de la fe, la esperanza, la prudencia, la justicia y la templanza. Católico militante, recibió muy joven la confianza de Acción Católica para iniciar un semanario que signifique la vigencia de esa creencia en la vida cotidiana de la comunidad católica boliviana. Pronto “Presencia” fue el mayor diario de circulación nacional.
Cajías repetía a los periodistas: “Más vale perder una primicia que tener que publicar un desmentido al día siguiente”; la consulta de varias fuentes es base del buen periodismo. Las diferentes versiones nos ayudan a aproximarnos a la verdad, puesto que nadie es dueño de la verdad y ninguna persona, por poderosa que sea, puede definir quién dice la verdad y quien no sobre un acontecimiento.

Otra frase: “Más vale un periodista pobre, que un pobre periodista” lamentando los constantes rumores sobre reporteros que recibían sueldos ajenos a sus fuentes de trabajo o que ejercían su función como un chantaje a autoridades o personas envueltas en algún problema.

Cuando el régimen del Apartheid de Sudáfrica lo invitó a una gira con estipendios de varios miles de dólares- mientras en Bolivia se discutía la posibilidad de inmigración de rodesianos racistas- Cajías rehusó el paseo. Harold Olmos recuerda que le pidieron que vaya, que lo asuma como una vacación después de décadas sin descanso. El respondió: “mi conciencia no tiene vacaciones”. Una frase que es como una guía ante los dilemas éticos que enfrentamos cotidianamente: más vale renunciar a un puesto de trabajo que avalar una presión baja sacar a una funcionaria que cumple con su trabajo; cambiar un titular para no molestar a un poderoso., autocensurarse.
A su familia inculcó una frase que encerraba su mundo: “con raíces, sin fronteras”. Es decir, no olviden sus orígenes pluri multis, su familia, su barrio, su patria, su cultura. Sin embargo, acepten sin límites al otro, al de otra procedencia, de otro país, de otra cultura. Él mismo, heredero de sangre germana y de sangre sefardita, de sangre lusitada y de sangre yungueña, era una muestra viva de la superación de todo racismo y de toda intolerancia. Enseñó y practicó la libertad de pensamiento y de expresión y el respeto por la libertad del adversario.

En su casa, en su trabajo y en su última función como servidor público mantuvo valores como la disciplina, el orden, el cumplimiento del deber, la honradez y la justicia y la serenidad que da una consciencia tranquila. Y, lo más importante, ser responsable del libre albeldrío con que nace todo ser humano.


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