Atrás quedaron los esfuerzos de las unidades operativas de tránsito, especialmente su regional paceña, por lograr ordenar el tráfico en la ciudad más populosa del país, que absorbe, además, millares de alteños que bajan a trabajar en La Paz.
Hace un lustro, varios coroneles, mayores, sargentos y agentes de parada- muchos de origen indígena- iniciaron una compleja capacitación interna para cambiar el rostro desordenado de la sede de gobierno. Recibieron el respaldo de la cooperación internacional bilateral y multilateral y de un acuerdo institucional entre entidades estatales, sociales, culturales, entre las cuales participé con la Movida Ciudadana Anticorrupción.
Se implementaron tareas como la emisión de tarjetas de control para los conductores de transporte público, sobre todo radiotaxis. También se vigiló la salida de menores de edad en terminales y fronteras. Se cumplieron talleres para fortalecer el conocimiento del Código de Tránsito entre los propios agentes, los sindicatos de chóferes, jóvenes de brigadas escolares. Parecía una utopía: unir iniciativas era posible.
Lastimosamente, cuando la coordinación para la seguridad vial en Bolivia, sobre todo en La Paz, ingresaba en su etapa de consolidación, la ingerencia política en la entidad policial truncó el plan de trabajo. A veces sospecho que entre algunos altos funcionarios del gobierno existía el objetivo de destruir a la autoridad verde olivo. Hoy está trizada toda su institucionalidad.
En el esfuerzo por la seguridad vial, el liderazgo natural lo asumió el Gobierno Municipal de La Paz (GMLP), el cual ya tenía implementados el programa de las "cebras" y de la recuperación del centro urbano, sobre todo en el área de San Francisco.
A partir de la victoria de Luis Revilla del Movimiento sin Miedo (MSM) sobre Elizabeth Salguero del Movimiento al Socialismo (MAS), el gobierno- en una equivocada línea de venganza pública- utilizó a la Policía Nacional como parte de su guerra contra el próspero municipio paceño.
Los policías no detienen a los loteadores identificados como masistas en los bordes de la ciudad, como el cerco al parque infantil de Mallasa. No ayudan al municipio cuando debe enfrentar excesos en las protestas sociales; si algún comandante lo intenta, es despedido.
La última fase de esta guerra de baja intensidad contra La Paz la asumió el Comandante de la Unidad Operativa de Tránsito. Mientras el desorden aumenta, sobre todo con los parqueos arbitrarios de vehículos oficiales, más aún con la nueva cantidad de autos sin placas.
La Policía agrede a los funcionarios municipales que intentan desarrollar un amplio curso práctico de cultura ciudadana. Obstaculiza el trabajo lento pero eficiente de las "cebras" y ordenadores del tránsito. Pelean palmo a palmo las calzadas de la Mariscal Santa Cruz porque ahí están los del GMLP. En cambio, abandonaron el resto de la ciudad. Donde hay un munícipe, ponen cinco agentes; el resto no interesa.
¿Será que alguna vez aprenderemos a cruzar por las esquinas, a esperar al micro en una parada determinada, a no bajar al vuelo del colectivo y a respetar los semáforos? Quizá. Sólo que el actual comandante de tránsito poco ayudará.
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