Bolivia es un país con fronteras, ni duda cabe. Somos en América del Sur la única nación que limita con otras cinco.
Pero somos también un Estado que nunca ha cuidado ni le ha prestado atención suficiente a sus fronteras, como dolorosamente lo prueban las mutilaciones territoriales que hemos sufrido en 200 años, desde nuestra constitución como república.
Aun hoy, muchas de nuestras fronteras son espacios vacios, con poquísima o con ninguna presencia del Estado ahora Plurinacional
Los Estados tienen una característica esencial: la soberanía, esto es, la facultad de implantar y ejercer su autoridad de la manera en la que lo crean conveniente. Para que el ejercicio de la soberanía por parte de los Estados no perjudique a otras naciones, se crean límites definidos en porciones de tierra, agua y aire. Esas son las fronteras. De eso saben los cartógrafos.
El manejo de la soberanía, sin embargo, no es propiamente un trabajo de cartografía, sino de política y para precisarla más aún se la llama geopolítica. Y de eso, por que a simple vista se nota, pocos saben.
Y como de fronteras hablamos, hay dos que últimamente inquietan: una con Chile, concretamente en Potosí y específicamente por Ollague. Muy próxima al litio de Uyuni, muy vacía como para que ingresen irregularmente vehículos “chutos” o algo peor, en polvo. Esto último busca con preferencias las fronteras poco vigiladas, para entrar y para salir.
La otra frontera que preocupa está mucho más cerca, en Bermejo, donde la corregidora de una comunidad, denunció movimiento de hitos fronterizos (en perjuicio de Bolivia, obvio) y los efectos consecuentes en perjuicio de ciudadanos bolivianos.
El asunto se creció, intervino el comandante militar de la frontera y por lo que sabemos habrá que aguantar la impaciencia por resultados concretos hasta el 31 de julio, que será cuando termine su trabajo una Comisión de Límites, que desde La Paz se trasladará a Bermejo el 3 de julio. ¿Está claro? Para nosotros tampoco.
Pero mucho menos claro está lo que hará el recién posesionado Director General de la Agencia Para el Desarrollo de las Macroregiones Fronterizas, ADEMAF, Juan Ramón Quintana, célebre miembro del gobierno central, aunque no propiamente por su erudición en temas fronterizos. ¿O quizás sí?
El que le pongamos un poco de ironía al tema no le resta relevancia ni urgencia. Porque son temas en los cuales el país ya ha tenido muy dolorosas experiencias por improvisar chamboneando.
Tarija es un departamento fronterizo, con doble frontera, además: con Argentina y con Paraguay. Tiene, también, una autonomía recién estrenada (o por estrenar, pues no sabemos de hechos autonómicos concretos aún) y estos asuntos deberían tener atención prioritaria, inmediata. Con resultados eficiente y de conocimiento público, además.
¿O será que tenemos que esperar hasta el 3 de julio, para que llegue la mentada y nos imaginamos nutrida Comisión de Límites?
O esperar al director de ADEMAF, a quien en algunos ámbitos políticos ya llaman “superministro”.
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