Morales debe recordar que la dignidad se edifica ladrillo a ladrillo, en cada rincón del país

La mayoría de las veces, paladín de las soberanías, Morales alude con esto a la dependencia de los países pobres respecto de las grandes potencias. Así, por ejemplo, en su reciente arenga frente a los cocaleros del Chapare, abogó por una “Latinoamérica unida que rompa dependencias asfixiantes que frenaron la liberación de los pueblos”; bajo la misma lógica, habló de la consolidación de una lucha social para “dignificar Bolivia”. En alguna ocasión, incluso, llegó a poner este valor al lado de otro que suele estar en lo más alto de las consideraciones: la democracia.
El concepto de dignidad es tomado por las principales cartas fundamentales. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, aprobada en 1948, lo recoge en su artículo uno cuando dice que “todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”. Difícil será encontrar una sola Constitución Política del Estado que no haga mención de la dignidad; en este sentido, emblemática resultó siempre la de la Alemania poshitleriana (1949): “La dignidad humana es intocable. Los poderes públicos tienen el deber de respetarla y protegerla”.
Qué bueno que el presidente Evo Morales se preocupe por hacer valer el respeto a la dignidad de los bolivianos fuera del país. No todos sus predecesores se han ocupado tan resueltamente como él en un tema delicado como éste; al contrario, más de uno, con políticas ignominiosas, favoreció a intereses foráneos.
Sin embargo, Morales debe ser equilibrado y no olvidar que la dignidad se edifica ladrillo a ladrillo, en cada rincón del país, para luego proyectarla hacia fuera. Conocido por su inquietud, últimamente viaja más al exterior y esto, quizá, le haya distanciado de la realidad integral de la Bolivia profunda. La indignidad con la que viven miles de compatriotas deja mal parada toda convicción presidencial en este tema, si sólo se aplica la semántica de la dignidad que conviene a intereses ideológicos del MAS y su proyección internacional a tono con la línea del socialismo del siglo XXI.
Es correcto sentar precedente de la dignidad nacional en el extranjero, pero queda tanto por dignificar… en la vida menoscabada de niños sin zapatos; en las escuelas de pueblo (y también de ciudades) con baños deshonrosos; en la propia vida macilenta de abuelos abandonados que, antes que nada, conviene mirar hacia dentro.

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