Cómo la turba no se inmutó con las súplicas de los policías, cómo intentó, vanamente, salvar a los agentes, cómo sufrieron éstos los últimos instantes de su vida y muchos detalles más reveló ayer el testigo clave del triple linchamiento de Epizana, Wilfredo Bilbao, aquel fatídico 26 de febrero de 2008 cuando trabajaba como médico en la posta del pueblo.
Los detalles fueron narrados ayer por Bilbao, en cuya posta estuvieron cautivas las víctimas eliminadas por los comunarios, en el juicio contra 13 de los acusados del triple linchamiento de los policías Willi Álvarez, Walter Ávila y Eloy Yupanqui.
Según Bilbao, el presunto líder de la turba, Israel Rodríguez, luego de ver muertos a los policías comentó (junto con su esposa) que había llamado a la entonces ministra de Justicia, Celima Torrico. Sin embargo, ésta negó ayer rotundamente haber hablado con el mencionado dirigente.
El testigo fue amenazado al final de la audiencia por la esposa del acusado Ángel Vallejos, Bertha López, por haberla mencionado en el juicio. Por ello, la mujer fue arrestada.
“Llegaron riéndose como si hubieran agarrado unos animales…”, declaró el médico ayer ante el Tribunal Primero de Sentencia al describir la actitud de la turba que capturó a los policías.
La primera vez que el médico vio a los policías fue cuando salió de su cuarto la mañana de ese 26 de febrero hacia la casa de Zenón Soria, el hermano del corregidor Juan Soria y quien detonó el conflicto al acusar a los uniformados, bajo efectos del alcohol, de haberle quitado su renta de 150 bolivianos por no darles su licencia. “Por primera vez tome contacto con uno de los policías: estaba con las manos amarradas y un hombre --posteriormente me dijeron que era Crescencio-- lo golpeaba. ¡Cómo es el abuso! Él no podía defenderse y le pegaban”.
Siguió: “Uno decía: ‘Perdónenme, tengo mi hijita enferma’. Otro igual decía: ‘Tengo que casarme el sábado’”. Pero de nada valieron las súplicas. Cuando amaneció, los dirigentes se organizaron para acarrear gente y convocar a más comunarios por la radio de Totora. Antes de las 09:00, las 50 personas que habían amanecido hostigando a los policías se convirtieron en unas 300.
Una de ellas le dijo al médico que vino porque si no le iban a multar con 100 bolivianos.
En el único instante en que el médico se quedó a solas con las víctimas, los desamarró. Juntos buscaron por dónde escapar. Finalmente, salieron por un tragaluz. “Yo les dije que escapen hacia el río”, detalló el testigo. Pero cuando salió el último policía, entraron unas 20 personas a buscarlos. El médico les dijo que escaparon. Sin embargo, los policías hicieron sonar la calamina y la gente les gritó: “Si no bajan, vamos a subir”. Fue así como volvieron a caer en manos de la turba.
Los volvieron a amarrar. Primero con plásticos para amarrar autopartes. Pero como un dirigente reclamó, los maniataron con sogas para ganado. Y le advirtieron al médico que si volvía ayudarlos, iba a correr la misma suerte.
Los tres quedaron encerrados en el cuarto del médico y aunque algunos trataban de sacarlos forzando la puerta, no lo lograron.
El galeno se quedó redactando un informe hasta que escuchó un ruido, pero al ver la puerta cerrada no sospechó nada. Sin embargo, luego se asomó a la ventana y vio que la gente había sacado por un balcón a los policías y los golpeó hasta matarlos.
Agregó que cuando quiso llamar a la Policía para que vaya por los cadáveres, Israel Rodríguez con su esposa le dijo: “La Policía ya está viniendo. Está por Punata y también sabe la Ministra (Celima Torrico), porque cuidamos su casa en Chillijchi”.
Torrico dijo que no conoce al dirigente, que se enteró del linchamiento por radio y que su casa está a 27 kilómetros de Epizana y que no necesita de cuidadores porque ahí viven su madre y su abuela.
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