El terremoto. Para Aiquile y Totora el sismo del 22 de mayo de 1998 aún no ha pasado. Las grietas que hay en muchas casas les recuerdan la tragedia que mató a 117 personas
El terremoto golpeó a Totora hace 12 años, pero si uno observa las paredes de las casas y se mete dentro de ellas, y si también mira de frente los ojos de los habitantes, da la impresión de que el sacudón fue ayer. Es que el abandono resultó ser la peor secuela del temblor, que ocurrió la madrugada del 22 de mayo de 1998. “Tenemos la impresión de estar viviendo el sismo más largo del mundo”, dice Ángel Delgadillo, un anciano que está tomando el sol en una banqueta de la plaza de este pueblo, que está a 140 km de Cochabamba. La declaratoria de Ciudad Colonial y Monumento Nacional, que el Gobierno emitió en 2000, no ha facilitado la restauración.
Los edificios que están alrededor de la plaza son los únicos que tienen la apariencia de haber quedado como antes de la tragedia, pero al ingresar en esas casas con patios, balcones y arcos de medio punto, queda en evidencia que sólo se trata de un maquillaje gracias al trabajo de albañilería.
“Entre nomás y verá las goteras y las rajaduras que hay en mi dormitorio”, invita Olimpia Alba, una de los cientos de sobrevivientes de la mayor catástrofe natural que soportó esta pequeña urbe, que en siglos pasados fue cuna de terratenientes. Olimpia ingresa en su casa y desde el patio apunta las huellas amarillas que hay en el cielo falso de la segunda planta y luego dice que la canaleta para la lluvia la pagó ella y que aquel palo que hay cerca de la puerta lo colocó para que, en caso de otro terremoto, le permita tiempo de escapar, aunque sea en paños menores, como lo hizo en 1998.
El gobernador de Cochabamba, Edmundo Novillo, que también fue alcalde de Totora entre 1999 y el 2001, y luego presidente de la Cámara de Diputados, revela que de los 104 edificios que forman parte del centro histórico, sólo uno fue reestructurado en su totalidad y que el resto sólo recibió un reforzamiento estructural para que no se desplomen en caso de que ocurra otro terremoto.
Novillo dice que reestructurar por completo un edificio histórico demanda por lo menos $us 750.000, que fue lo que se invirtió en la Casa de la Cultura. Por tal motivo, adelantó que hará gestiones para ejecutar planes graduales de reestructuración.
Pero también hay otro motivo que impidió que en Totora la vida vuelva a ser como antes: la corrupción, que se llevó parte de la donación internacional que llegó a Bolivia para atender a las víctimas del terremoto. Un informe de Gobierno, emitido en 2001, da cuenta de que hubo una malversación de $us 29 millones. La auditoría de la Contraloría de aquel año estableció que la corrupción abarcó diferentes niveles. Se llevaron desde pilas de linternas hasta las lámparas que funcionaban con alcohol. Por los actos de corrupción se abrieron 21 procesos y un funcionario de la Prefectura de Cochabamba fue sentenciado con ocho años de cárcel.
El oficial mayor de la Alcaldía, Vladimir Torrico Saavedra, recordó que las refacciones de algunas viviendas y edificios, como la construcción de casas para los inquilinos, se realizaron hasta mediados del 2005. “Los recursos fueron insuficientes. Estimo que un 50% de los damnificados se quedó sin recibir algún beneficio”, dijo.
Casimira Crecencia Villarroel fue una de las que se quedó esperando. “A mis 78 años, no pierdo la esperanza de que las grietas que hay en mi dormitorio sean reparadas”, dice con voz suave. Algún vecino suyo le hizo el favor de revocar ‘las heridas’ que causó el terremoto en aquella casa del siglo pasado. Unos metros más allá de su cuarto quedan adobes desparramados. “Ésas eran habitaciones que se desplomaron en sólo segundos”, recuerda Villarroel.
Pero no todos tienen la esperanza que demuestra doña Casimira. En la avenida Rodolfo Soriano, que es el centro comercial de Totora (ahí están dos de los tres hoteles, las oficinas de los micros que van a Aiquile y a Cochabamba y las tiendas de abarrotes y los puestos de comerciantes ambulantes) hay una casa vacía. La mujer que vende golosinas en la vereda dice que su dueño, cansado de esperar atención de los gobiernos, se ha ido a Cochabamba. La puerta está abierta y desde la escalera enclenque se ven los efectos de los caprichos de la naturaleza. El terremoto también impulsó el éxodo de totoreños hacia las ciudades y el exterior.
En la Alcaldía dicen que no tienen cifras de esa diáspora, pero que se han dado cuenta de que así como muchos se han ido, mucha gente de las zonas rurales ha llegado a Totora en busca de días mejores. “Pero hace 12 años no había tantas puertas con candados”, dice el anciano, que está tomando el sol en la banqueta de la plaza y que evita hablar de sus muertos porque ya no quiere que sus ojos lloren. “El terremoto duró minutos pero causó un abandono que lleva años...”
En Aiquile pesa más el esfuerzo particular
Las imágenes que quedan grabadas en los sobrevivientes del terremoto de 1998 no son sólo las de los muertos que se velaban en las calles de Aiquile, ni la de los heridos gritando debajo de los escombros. Muchos recuerdan a los camiones ‘caimanes’ de las Fuerzas Armadas cuando llegaban con donaciones y pasaban de largo por la avenida Bolívar rumbo la pista o la carretera hacia el interior del país. “Hubo demasiado robo”, coincide la gente en las calles, a 12 años del sismo de 6,8 grados que los despertó a tirones aquel 22 de mayo.
El oficial mayor de la Alcaldía de Aiquile dice que si bien el Gobierno construyó casas de 32 metros cuadrados y se levantó infraestructura educativa y de salud con recursos de la reconstrucción, fueron esfuerzos privados los que permitieron que la recuperación de Aiquile llegue al 60%. Guery García, propietario del alojamiento el Turista, coincide en que cientos de personas, como su padre, decidieron invertir su dinero para que el pueblo vuelva a florecer.
Nota: El Deber
Totora, de 104 edificios, sólo uno se reconstruyó en 12 años
junio 13, 2010
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