El entierro de una laguna

“Continúan sepultando la Gaiba en este momento”. Era un mensaje de texto que llegó a mi celular. Faltaban 3 minutos para las trece horas de este viernes 10 de septiembre y como muchos ciudadanos alguien estaba preocupado o preocupada porque frenéticamente, como si fuera una lucha contra el tiempo, volquetes y palas mecánicas ‘apuraban’ el entierro de una laguna.
Terminábamos en ese momento el noticiero del mediodía donde dimos una amplia cobertura a este hecho que silenciosamente había comenzado hace dos días ante la atónita e impotente mirada de los vecinos de aquella zona de la ciudad.
Las imágenes eran elocuentes. Poco a poco la laguna se iba achicando y a pesar de que vecinos habían comenzado a movilizarse y pedir a las autoridades que hagan algo, nadie pudo detener este atropello.
El crecimiento urbano había carcomido de a poquito las áreas de producción cañera de esta zona, los terrenos antes cubiertos de caña, dan paso a las urbanizaciones y la venta de lotes se convierte en un gran negocio.
Cinco mil metros cuadrados a un precio de 20 a 25 dólares el metro, (es el precio que le puso el dueño de los terrenos) angurria a cualquiera para obtener ganancias que fácilmente superarían los cien mil dólares.
Probablemente los que dicen ser propietarios de esos terrenos estén en su derecho de reclamar lo suyo.  Sin embargo están faltando a un compromiso que hace unos años habían adquirido al ceder terrenos que incluían a esta laguna para que nuestras autoridades ejecuten un proyecto de construcción de un ‘parque acuático’ un área de esparcimiento, un área verde, un pulmón para esta ciudad que se asfixia con el cemento que cubre las calles a pedido de los ciudadanos. Claro, es que una ciudad con calles pavimentadas tiene mejor aspecto y mejora las condiciones de vida de los vecinos.
Pero a qué precio. El área urbana de Montero no cuenta con otra zona amplia que con la voluntad y el compromiso de las autoridades se convierta en un parque urbano accesible para todos los ciudadanos y lo único que quedaba era la laguna Gaiba y sus alrededores.
Protesto porque las autoridades a su turno no hicieron nada por ejecutar el plan. El proyecto estaba elaborado y hasta fue anunciado por los medios de comunicación. Una laguna con peces y pequeñas lanchas o catamaranes, con el agua cambiada y purificada.
Alrededor de ella, áreas verdes con jardines y puntos de reunión familiar. Senderos para la práctica de aeróbicos. Todo un sueño. Pero no imposible si alguien se propone a convertirlo en realidad.
Sin embargo no hubo autoridad, ni administrativa, ni cívica, ni política, que sea capaz de pedir, si no es posible imponer, que el rellenado se detenga. Por lo menos hasta clarificar la legalidad de este procedimiento.
Porque por un lado se asegura que se trata de una laguna natural, resabio de lo que fue ‘La Víbora’ arroyo que le dio su primer nombre a esta ciudad. Lo que daría la posibilidad de que estaría protegida por la Ley 1333 del medioambiente y por la Constitución Política del Estado, que disponen que todo espejo de agua, es patrimonio inalienable del Estado.
Y por otro, que se trata de un rebalse de aguas pluviales, no natural, que, es cierto, se ha convertido en un charco contaminado por la basura. Que por el descuido en que se encontraba, allá se han cometido casos de violación y que es un refugio de malvivientes.
Pero esto no es motivo para declarar su sentencia de muerte, para hacer que desaparezca, al contrario. Hay que convertir el lugar en un paseo seguro y atractivo. Ojalá que no sea demasiado tarde.


Nota : Montero Noticias

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