En el afán de orientar su accionar colectivo por senderos de justicia, los pueblos instintivamente buscan determinados referentes personales, que sepan interpretar sus aspiraciones, no solo a través de un carismático discurso, también con actitudes concretas que generen beneficio para los demás. Son esa clase de personas que en su relación con la ciudadanía, ejerciendo un liderazgo innato, supieron marcar la diferencia sustancial y cualitativa entre el caudillo y el líder. El caudillo cuya investidura está más relacionada con la acción política, es un personaje dominante posesionado por encima del bien y el mal, no admite críticas, disidencias ni opiniones al margen de su propia percepción de la vida. De éstos varios condujeron y aún conducen el país. Paralelo a este tipo de personajes más arbitrarios que justicieros, están también los y las que hicieron de su vida un verdadero apostolado, esos son los líderes, con mayor calidad humana que los otros, transparencia en sus actos y el afán permanente de defender a los demás, gastando la vida por un pueblo, sin mezquindades. Ana María Romero de Campero fue precisamente una mujer líder y ejerció ese liderazgo allá donde le correspondió actuar, como periodista, defensora de los derechos humanos o como política. Es por ello que cuando estas personas nos dejan, por lo menos físicamente, se siente un enorme vacío.
En el contexto de una consuetudinaria tendencia al conflicto, hemos vivido momentos de convulsión social en diferentes momentos, al respecto quiero transportarme en el tiempo a uno de ellos, específicamente al mes de septiembre del año 2000, circunstancias en que prácticamente todas las carreteras troncales estaban bloqueadas a consecuencia de la movilización campesina, Bolivia entera se encontraba paralizada, gobernaba por entonces un ex dictador y entre las asignaturas pendientes del régimen, sobresalían un conjunto de reclamos y demandas no atendidas, cundía la desesperación en la ciudadanía agravada por la carencia de artículos de consumo de primera necesidad . Las partes estaban colisionadas y no existía la menor posibilidad de acercamiento. Fue en ese momento que emergió la capacidad de convocatoria ciudadana de tres instituciones: La Defensoría del Pueblo, la Iglesia Católica y la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, éstas supieron lograr lo imposible, reunir a las partes, hacerlas dialogar, superar diferencias y encontrar soluciones pacíficas a los problemas, reivindicando las demandas de los hermanos campesinos, sin que se derrame una gota de sangre. Los caminos se desbloquearon y las mentalidades también, se recuperó la tranquilidad y retornamos a la normalidad. Fue en esas circunstancias que aprendí a valorar la calidad humana de Ana María, su templanza, vocación de servicio y entrega a una causa. Después vinieron una cadena de mediaciones, casi todas con éxito, se creó una nueva cultura de solución dialogada y pacífica de conflictos. Ese es el valor de la enseñanza y el legado que nos dejó esta compañera, por eso no la olvidaremos.
Es importante tomar en cuenta que cuando se la nombró Defensora del Pueblo por el Congreso Nacional, en marzo de 1998, Ana María empezó de fojas cero, tenía el cargo y solo eso y es ahí donde quedó demostrada su capacidad para consolidar la construcción de una institución que desde la esfera estatal defienda a ciudadanos particulares precisamente por los abusos en que pueda incurrir el Estado, poco a poco fue estructurando un instrumento que tenga la capacidad de defender, difundir, educar en derechos humanos y, al mismo tiempo establecer una alianza estratégica con las organizaciones de la sociedad civil para apuntar hacia una causa común, la protección de nuestro pueblo. Un mensaje quedó muy claro para el país, la ciudadanía y los estamentos políticos, que para defender los derechos humanos es necesaria la independencia política y Ana María se hizo respetar, no permitió que ni ningún gobierno intente digitar el manejo institucional, si bien esta actitud ponderable generó antipatía entre los políticos, incrementó el respeto de la población hacia su persona y fortaleció el nivel de credibilidad pública y confianza ciudadana hacia la institución que presidía. Fue por ello que cuando cumplió su mandato en el año 2003, los sectores políticos que promovieron vulneraciones a los derechos humanos y que fueron interpelados por nuestra Defensora del Pueblo de entonces, se encargaron de cerrarle el camino para el nuevo nombramiento, promoviendo la designación de un “Defensor” amoldado a sus intereses, fue tal la carencia de legitimidad de esta nueva autoridad que tuvo que renunciar a los 15 días. Posteriormente nuestra compañera tuvo el acierto de crear la Fundación UNIR, entidad que presta un enorme servicio al país, especialmente en lo que concierne a las tareas de educación democrática y concientización ciudadana.
Después vino la incursión en la política, fue elegida Primera Senadora por La Paz y Presidenta de la Cámara de Senadores, fue un período muy corto, una terrible enfermedad la alejó del Parlamento y perdimos la posibilidad de que con su talento y capacidad persuasiva genere espacios de concertación entre las tiendas políticas colisionadas. Sin exagerar, ella valía más que cien parlamentarios juntos, en momentos en que la mayoría de ellos entiende a la política como un fin en si mismo y convierte a las cámaras en cuadriláteros de confrontación permanente, cuan importante es que una persona de la investidura de Ana María, les haga saber que la política y le ética no son incompatibles y que pueden caminar juntos en beneficio del pueblo, pero la enfermedad y luego la muerte frustró nuestras aspiraciones.
Doña Anita(como solíamos llamarla con cariño y respeto), está descansando después de prolongados meses de sufrimiento, disfrutando de la compañía de nuestro padre, pero simultáneamente estará presente todos los días en la sonrisa de sus nietos, el coraje de su esposo y compañero de toda la vida, sus hijos y, fundamentalmente en el espíritu de lucha de nuestro pueblo, de muchas mujeres y hombres que sintieron su partida, pero que simultáneamente acogieron su mensaje para aplicarlo en este objetivo altruista de construcción y fortalecimiento democrático. Hasta siempre compañera.
Nota : La Epoca
Ana María
noviembre 01, 2010
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