Chile y Bolivia se unieron en un “maridaje” de sabores
diciembre 10, 2010
FUSIÓN El Consulado de Chile “casó” en una cena platos como la sajta de pollo y al majadito con varios vinos chilenos.
Si existe algo que une a las personas desde épocas inmemoriales es la comida y la bebida. Esta vez la comida boliviana y los vinos chilenos se fusionaron mostrando diferentes facetas de sus sabores en la cena denominada “Maridaje del Bicentenario de Chile”.
Dicho evento fue organizado por el Consulado de Chile en Bolivia y se llevó a cabo en el Salón de eventos El Arcángel el pasado miércoles.
Este “maridaje”- que significa ‘casar’ o unir la comida de una región con la bebida de otra- logró unir a Bolivia y Chile en una sola mesa. Todo inició con unas empanadas chilenas -único referente gastronómico de ese país en toda la noche- acompañado de un vino Cherub Rosé of Syrah caracterizado ser seco, tener color rosado y leves toques de naranja, frutillas y rosas.
Una vez que estuvieron los casi 300 invitados en sus respectivas mesas, se sirvió un carpaccio de trucha del lago Titicaca junto a un vino Chardonnay.
Posteriormente, llegaron las exquisiteces tradicionales bolivianas, como la kala purka de Potosí, nogada de cordero y quinua real de Oruro, majadito cruceño y sajta de pollo al estilo cochabambino, todos ellos acompañados de cuatro vinos más.
Entre los que acompañaron los platos principales estuvieron Chardonnay, Carmenere, Alpha-Merlot y Alpha Syrah.
Dos postres, tartín de maracuyá y mousse de chocolate, cerraron la velada de sabores, junto a dos dulces Late Harvest, de dos marcas chilenas ampliamente reconocidas.
Fusionando sabores
Pero el “maridaje” es el desafío principal para el “sommelier”, el experto en vinos que sugiere -y en este caso escogió- el vino apropiado para la ocasión y la selección de comida de los comensales.
El “sommelier” de la noche fue Ricardo Grellet, uno de los 53 profesionales que hay en Chile. Para la selección de la noche partió del principio básico de que tanto comida como bebida se complementen. El principio de selección inicia apreciando cada plato y luego eligiendo la bebida.
Según explicó Grellet, lo básico es saber que en una comida van al principio los productos más frescos y ligeros, tanto en la bebida como en el plato. Por eso los vinos al inicio son más ácidos o cítricos para estimular la secreción de jugos gástricos, lo que provoca apetito.
“En este caso tuvimos una nogada de cordero, para lo que tuvimos que escoger un vino con mucho cuerpo y estructura que vaya con la grasitud del plato. Por ello elegí un vino carmenere”, sostuvo.
Añadió que por lo general al final de las comidas se sirve los vinos dulces, porque inhiben la secreción de jugos gástricos y así eliminan la sensación de apetito.
El resultado de este “maridaje” fue, según la opinión de Grellet, que sí se puede casar a la comida boliviana y al vino chileno.
Una de las cualidades de la comida boliviana es que no contiene mucha crema, a diferencia de otros países, y por ello es fácil jugar con los sabores de cada producto que se potencian en cada preparación.
Por su parte, el Cónsul de Chile en Bolivia Jorge Canelas resumió la velada sosteniendo que como Chile es un país de poetas iba a resumir su significación citando a Tito Fernández: “me gusta el vino porque el vino es bueno, porque lo saca el trabajo de la tierra, porque emborracha cuando uno está sereno y porque alegra cuando uno tiene penas”.
En la velada también se unió a la música de ambos países a través de Dagmar Dümchen y la actuación de un grupo de baile chileno.
0 Comentarios