Los B: los restos del naufragio neoliberal

‘Los B’ tiene un reparto actoral de lujo. Son siete. Son un coro, sin estrellas, sin protagonismos, sin egos. Todos remando en la misma dirección. Norma Quintana es la abuela, Consulesa, refugiada en su religión, decidida a destinar la herencia a los pobres, para escándalo hipócrita de todos...

‘Los B: apolíticas consideraciones sobre el nacionalismo. Volumen I’. El teatro boliviano reflexiona sobre el pasado y la decadencia. Está en el Centro Sinfónico de La Paz.
Ricardo Bajo H.
Director de Le Monde
Diplomatique para Cambio


La noche del 9 de julio se estrenó en La Paz ‘Los B: apolíticas consideraciones sobre el nacionalismo. Volumen I.’ del director Percy Jiménez (con Luis García Tornel de asistente de dirección). Acá van diez razones desordenadas para acudir a ver la obra coral (esta vez no hay excusas con dos meses de temporada) y volver a gozar con nuestro pujante teatro boliviano:

1.- Comienzo por el final: por primera vez una compañía nacional toma la posta riesgosa y valiente de montar una obra ambiciosa, política y tremebunda para ser representada durante dos meses. Los sueños de contar con temporadas de teatro de manera permanente para esa inmensa minoría de público que goza (mos) con el teatro ya parecen menos sueños y más realidad. Con esta primera razón, ya bastaría para acercarse un sábado o domingo tedioso por el sótano del Centro Sinfónico de La Paz. Un sótano para un sueño subterráneo, clandestino. Junto al Centro, una iglesia evangélica vocifera. Son los compañeros de otra secta, pero ellos son peores (actores).

2.- ‘Los B’ son como una de tantas familias bolivianas, arrastradas y pisoteadas por los nuevos tiempos. Auténticos decadentes. Familias de cera, de museo, incapaces de adaptarse. Y el que no se adapta, muere o peor agoniza. Familias traumadas buscando una salida particular: unos eligiendo el trago y la locura, otros la muerte, aquellos la otra muerte en vida, que es lo mismo o peor. La obra —basada en Los Buddenbrock de Thomas Mann— nos pone delante de una familia conocida, en los años ochenta bolivianos, que vive en un presente de muerte, soledad, aislamiento, religión y rencillas eternas, echando la mirada siempre hacia un pasado de gloria, hacia una manera de hacer política y sociedad que jamás volverá. Son como la deprimente familia de Zona Sur y sus burbujas, la película de Valdivia. Quizás a algunos y algunas, por esta razón, la obra puede llegar a ser molestosa, incómoda, al tratarse de un espejo deformante, esperpéntico de gentes demasiado cercanas a nuestro cotidiano.

3.- ‘Los B’ tiene un reparto actoral de lujo. Son siete. Son un coro, sin estrellas, sin protagonismos, sin egos. Todos remando en la misma dirección. Norma Quintana es la abuela, Consulesa, refugiada en su religión, decidida a destinar la herencia a los pobres, para escándalo hipócrita de todos. Pedro Grossman es Thomas, el primogénito, un tipo que piensa que el modelo neoliberal de exclusión está a salvo. Mariana Vargas (la actriz de Zona sur, precisamente) es Antonia o Tony, la hija. Y Alejandro Viviani es el tercer hijo, el menor, el loco artista vividor que hay en toda familia, Christian, la oveja negra. Junto a ellos, el nieto rebelde y autista Hanno (Mauricio Toledo), Grunlich, (el primer esposo resentido de Antonia), interpretado por Christian Mercado y Permaneder, el segundo esposo (Luigi Antezana). Es difícil destacar a algunos de los siete actores y actrices. Son familia. Quizás Pedro Grossman, un soldado del teatro boliviano, raye a una altura superior. Quizás sorprenda gratamente la juventud y desparpajo sobre las tablas de Alejandro Viviani, Mauricio Toledo y especialmente Mariana Vargas en el papel de histérica y cautivadora. O tal vez Luigi Antezana y Cristian Mercado pongan la veteranía y la solidez actoral junto a Norma Quintana para que todos y todas den lo mejor de sí mismos, en una combinación perfecta de talento, juventud y saber estar. Se nota trabajo, amor por el teatro, buena dirección de actores, buena onda y vibra que llega al espectador.

4.- El sótano: en La Paz y en Bolivia en general, no hay escenarios propiamente teatrales. Antes era comprensible, teníamos obras de pascuas a Ramos, exclusivamente en temporada de festivales. Más nada. El boom de compañías, grupos, actores, escritores y técnicos ha sido silencioso, meritorio, esperanzador. El nivel del teatro boliviano con la llegada de una savia joven talentosa se ha incrementado. Comienza a existir una pequeña costumbre de ir al teatro. Es la necesidad atávica, desde Grecia y desde nuestros universos indígenas particulares, por vernos, por sentirnos, por intentar comprendernos.  Es una gesta con poco acompañamiento del Estado, con escaso apoyo privado. Por eso es una hazaña. No hay un teatro o sala estable en buenas condiciones (de tamaño, de comodidad) en toda Bolivia. Por eso, los hombres y mujeres del teatro nuestro acuden al ingenio, a la búsqueda, a la imaginación...

5.- ‘Los B’ no sólo es teatro. También, por si fuera poco, es un proyecto artístico multimedia con proyección audiovisual durante la obra. La dirección en este campo recae sobre el director de cine Diego Mondaca, autor del documental —y a la espera pronta del estreno de otro documental, Ciudadela. Mientras los personajes hablan, callan (hay unos cuantos silencios en la obra que no callan nada, que gritan desazón), se mueven, beben y se pelean, una pequeña pantalla nos ofrece un “acompañamiento” audiovisual de la obra con planos detalle (me encantó el pescado muerto fresco sobre la bandeja y sus múltiples lecturas metafóricas), con secuencias de la obra, con los tiempos congelados, detenidos como la familia B. 

6.- ‘Los B’ es teatro político. A pesar de su título: Apolíticas consideraciones sobre el nacionalismo, volumen I. Es el teatro político de la cotidianeidad, en una sociedad altamente politizada, donde desayunamos, almorzamos y comemos politiquería. La obra trata de responder a una pregunta inquietante que jamás la historia o la sociología política responderá: ¿qué pensaban los políticos y empresarios en plenos ochenta, cuando nos dejábamos llevar por el desenfreno neoliberal y privatizador? ¿Qué decían las elites arcaicas en sus almuerzos, en sus reuniones familiares? ¿Qué falsas ilusiones alimentaban los senadores como Thomas B, uno de los protagonistas de la obra? En resumidas cuentas, cuando se miraban al espejo en sus soledades multitudinarias, veían decadencia, soledad, nihilismo, llanto y muerte, anticipando por años la derrota final, el triunfo de la potencia plebeya largamente ignorada, invisibilizada, como la sirvienta ausente.

7.- Un espacio de reflexión: entre los renglones de un guión denso, acelerado, nervioso se va colando una propuesta de reflexión y debate sobre nuestra historia contemporánea. Desde el arte. Con una obsesión por el pasado, al igual que en la película de Martín Boulocq, Los Viejos. Una lectura del pasado cercano, de los pasos perdidos, de los ríos cruzados, con guiños ¿peligrosos? a un presente siempre en movimiento. “Se busca generar un espejo transgresor que devuelva una “historia fresca”, nueva, aún cuando sea oscura. Lograrlo significa probar con gran diversidad de lenguajes, superficies y proveniencias, construir un hermoso menjunje que nos brinda el espejo del escenario. Todo con tal de vernos a nosotros mismos, frescos, históricamente nuevos”, así reza el pequeño texto que el espectador recibe a la entrada de la casa. 

8.- En ‘Los B’ hay un juego permanente entre quietud y movimiento. Los siete personajes componen una coreografía constante. Los actores y actrices no salen y entran en escena del cuarto a medida que la trama avanza lentamente. No. Todos están presentes y ausentes, como la familia B.

9.- ¿Se animarán los muchachos de Percy Jiménez a publicar el texto? Cuando las luces se apagan, queda la palabra. Antonia dice: “es una vigilia sin Dios, un viaje inmóvil hacia la nada. He vuelto a la casa para recoger algunos recuerdos”. Telón.

10.- Siete personajes en busca de un futuro, de un salvavidas, de una luz al final de la nada. Y una casona. Rodeada de público. El espectador interactúa en la obra, devuelve las imágenes, los gritos, las risas locas, las lágrimas vertidas por la familia hundida, ese personaje central moribundo. Somos todos invitados silenciosos para presenciar el derrumbe y sus despojos humanos. Para vernos a nosotros mismos, nuestras miserias, nuestra decadencia burguesa, nuestra derrota a la hora de buscar la felicidad. Se miran, nos miran, de reojo como invitando (nos): los B fracasamos, ¿ustedes vivirán para vencer, para amar, para sentir?


Nota: Cambio

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