El camino del Tipnis o el camino del mentís

No es necesario repetir que el Gobierno central planea, planeó la construcción de una moderna carretera de Villa Tunari (Cochabamba) a San Ignacio de Moxos (Beni). El ideario de los gobiernos que ha tenido la República respecto de las obras públicas y la construcción ha sido vario y distinto. Por ahora, una comparación (con el permiso de Spengler), creo útil.

Absorto en mi investigación de filosofía de la historia en Bolivia, encontré un documento peculiar, corresponde a don Alcides Arguedas, tanto más vilipendiado cuanto más incomprendido. Trátase de una carta dirigida a don Miguel de Unamuno, autor de "Del Sentimiento Trágico de la Vida en los Hombres y en los Pueblos". En los párrafos séptimo y octavo de la epístola, fechada en París, marzo 26 de 1909, manifiesta:

"Yo estoy profundamente decepcionado de mi país, señor; mas no desespero, no quiero desesperar…" Le voy a contar un hecho.

"En la página 27 de mi libro hablo de los dos millones y medio de libras que recibió como indemnización de la enajenación de dos riquísimos jirones de su territorio. ¿Sabe Ud. para qué sirvieron esos millones? ¡Para tender un ridículo ferrocarril de Oruro a La Paz, obra fácil por hacerse en un terreno absolutamente plano de 50 leguas de extensión y enriquecer a una media docena de caciques!"

El ferrocarril mencionado por Arguedas, hoy no se utiliza. El Gobierno no ha parado, siquiera, en el problema de los no pocos metros, kilómetros de vía férrea que, injustamente desplazada por los feos y contaminantes vehículos, han quedado en desuso. Hace cosa de un siglo la "Bolivia and Antofagasta Railway", que administraba los ferrocarriles hacia el mar, mostraba mayor eficiencia metafísica que los post-modernos gobernantes.

Lo medular del problema actual en el Tipnis (Territorio Indígena del Parque Nacional Isiboro Sécure) es precisamente afectar un Parque Nacional. No se puede. No para, a decir lo menos, los coherentes. Un territorio de esa característica debe ser protegido con harto celo por el Estado, ante la avidez transnacional, local o de cualquier índole. Hoy, empero, es el único defensor oficial que esas tierras tienen, mediante quienes lo conducen, el organismo que pretende afectarlo (gravemente).

Hace tiempo que señalo en estas columnas la falta de filosofía, de que adolece el Gobierno. La mitología andina, harto fecunda en valores cosmogónicos, mira a la naturaleza en cada detalle, en cada símbolo, "verbi gratia" en la fisonomía de los cerros ("Apus"), en el viento ("Huayra-Tata"), en la tierra ("Pacha-Mama"); los interpreta con detalle digno de una alta cultura. Ello, empero, es no ya incomprendido, sino, ni siquiera de interés por parte del pretendido movimiento autóctono (MAS).

Suerte tienen los falsos reivindicadores del indígena, al no haber existido en tiempos del censor Arguedas.

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