Magdalena Herrera | En Bonn
El País en Alemania
Ajenos a esa pelota que tiene cautivado a prácticamente todo el planeta desde Sudáfrica, y a los miles de millones de dólares que también ruedan por aquellas canchas, del otro lado del globo se disputa otro partido tan mundial como ese pero bastante más sensible. A la hora de enumerar los efectos del cambio climático sobre el planeta, se podrían incluir la muerte de decenas de miles de personas, islas desaparecidas, desastres como inundaciones, sequías e incendios cada vez más frecuentes, extinción de animales, entre tantos otros impactos ambientales puedan ocurrir mientras los gobiernos no logren llegar a acuerdos en la reducción sustancial de las cantidades de emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera.
Por lo pronto, de continuar la emanación por parte de los países más contaminantes, las regiones más pobres y menos desarrolladas recibirán las peores consecuencias. El propio secretario ejecutivo saliente de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CMNUCC), Yvo de Boer, señaló un ejemplo que bien le calza al Uruguay si continúan las actuales condiciones: para 2020 la población africana se verá expuesta a una reducción de un 50% de su producción agrícola, Asia Central y Sur verá disminuir sus tierras productivas en un 30% para 2050, y América Latina seguirá ese mismo camino de un 30% para 2080.
¿Qué sucede? Para evitar el daño que todavía es reversible (hay otro tanto que ya no lo es), se deben bajar entre 25% y 40% las emisiones, y así frenar el aumento de la temperatura global superior a los dos grados centígrados. Eso es lo mínimo que sugieren los científicos hasta el año 2015, aunque numerosos países y organizaciones ambientalistas ya señalan que esas cifras apenas significan un 50% de posibilidad de que así sea. Pero lo cierto es que ni siquiera en esos números se ponen de acuerdo, y no por falta de conciencia, ¿o sí?
Sucede que existen diferentes visiones de países desarrollados frente a otros en desarrollo, y no logran un protocolo que los involucre a todos, con compromisos y responsabilidades a cumplir. Lo curioso es que las distintas posturas no tienen que ver con lo que los científicos vaticinan, sino que más bien se relacionan con sus propias economías domésticas. Temen perder competitividad frente a sus pares si disminuyen las energías utilizadas para sus sistemas productivos. Por supuesto que existen excepciones, como la Unión Europea, Noruega, entre tantas otras naciones, que se muestran bastante más involucradas a la hora de llegar a consensos. Por otra parte, Estados Unidos, China, Brasil, Venezuela, Bolivia, India, entre otros, muestran reparos varios, algunos enfrentados entre sí, otros alineados (ver recuadro pág. 2).
Copenhague, el año pasado, fue prueba de esos fracasos más políticos que científicos. Y justamente, en las dos últimas semanas, para no repetir esa mala experiencia, más de 4.500 personas, representantes de 182 países, observadores de Naciones Unidas, organizaciones internacionales ambientalistas, agentes de la sociedad civil y periodistas, se reunieron en Bonn (Alemania), en lo que aparentaba ser una ronda de negociaciones clave, previo a la cumbre de la Convención Marco sobre Cambio Climático (Cop 16) que se desarrollará en Cancún, México, sobre fines de año. En ésta se pretende lograr uno o varios acuerdos vinculantes, ya que el Protocolo de Kyoto vence en 2012.
Pero la frase que más reinó durante las conferencias en Bonn fue la de "restablecer la confianza" (perdida en Copenhague) entre los países. Los pasos que se habían dado previo a la Cumbre de Dinamarca parecieron dar marcha atrás, y en eso trabajan los negociadores. Pero mientras se toma tiempo para decisiones políticas, "el daño que se está haciendo al demorar las soluciones es irremediable", expresó el profesor Jean-Pascal van Ypersele, vicepresidente del Panel Intergubernamental de Expertos de Cambio Climático, quien comenzó su conferencia a la prensa con una diapositiva que mostraba la caricatura de un político dando un discurso en un atril, mientras un científico desaliñado le decía: "Pero 2.500 expertos coinciden en los efectos del cambio climático". "Quiero una segunda opinión", respondía el político estampado en el dibujo.
Por esa razón Yvo de Boer, quien se retira del cargo en julio, se mostró escéptico sobre lograr resultados a corto plazo, refiriéndose especialmente al encuentro en Cancún. "Si vamos a alcanzar un acuerdo legalmente vinculante, hablar de Sudáfrica es una posibilidad más realista", reflexionó. Obviamente no se refería al Mundial de Fútbol, sino a que Sudáfrica será sede de la Conferencia de Partes en 2011 (Cop 17).
El secretario fue más lejos aún cuando señaló que no vislumbra acuerdo como el que se esperaba en Copenhague de aquí a 10 años. Sobre el dinero prometido en la cumbre del año pasado, así como la reducción de emisiones acordadas, entre otros ítems, De Boer dijo: "Es fácil hacer promesas. Luego está el cumplirlas".
MÁS AUSPICIOSOS. Mientras en las afueras del hotel Maritim de Bonn las organizaciones ambientales organizaban coloridas marchas y puestas en escena referidas al clima, algunas que hasta instaban a no comer más carne, los últimos días de las negociaciones parecieron pegar cierto giro más optimista. El embajador de México ante Naciones Unidas, Luis Alfonso de Alba, representante del país anfitrión de la cumbre de Cancún, indicó que esperaba que se realizaran uno o varios acuerdos en su nación, pero previno que no se puede tener una visión ambiciosa (refiriéndose a Copenhague) sino más bien realista. Señaló que hubieron avances y habló de REDD (Reducción de las emisiones producto de la deforestación y la degradación ambiental) como uno de ellos. Se trata que los países que reduzcan las emisiones de carbono provenientes de la deforestación sean compensados financieramente. Ya el gobierno de Estados Unidos anunció que contribuiría con US$ 1.000 millones en los próximos tres años a un paquete de US$ 3.500 millones en el que participarán Australia, Francia, Japón, Noruega y Reino Unido. En estas negociaciones se habrían logrado más fondos, algunos para proyectos en América Latina.
También se mostró optimista la flamante secretaria ejecutiva de la Convención, la antropóloga costarricense Christiana Figueres, quien desde julio tiene como principal tarea revertir el clima inhóspito -valga la paradoja- que se generó luego de Copenhague. "Todos los países tienen responsabilidad, lo que está claro es que algunos más que otros", expresó. En cuanto a Latinoamérica dijo ser consciente de los problemas de pobreza, salud y educación, pero advirtió que todo puede empeorar si no se toman medidas ya contra el cambio climático. "Hace diez años nadie creía que saldría un Protocolo de Kyoto, y ha sido exitoso. Tengo confianza en que los gobiernos enfrentarán el reto porque la humanidad no tiene otra opción. Además, es posible. No hay desarrollo sostenible si no hay respuestas para el cambio climático".
URUGUAY. El país no es ajeno a las negociaciones. Es más, la delegación compatriota que viajó a Bonn está trabajando en forma sistemática con los países de la región para que la cumbre de Cancún no se transforme en un fracaso. "Es difícil lograr acuerdos precisamente porque en Copenhague se produjo una pérdida de confianza; las decisiones fueron tomadas por unos pocos países, y no según lo marcan las resoluciones de Naciones Unidas", explicó el subsecretario del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, arquitecto Jorge Patrone.
Sobre si Uruguay está alineado con lo que propone Bolivia, Cuba, Ecuador, El Salvador y Venezuela (constituidos en el ALBA y no firmantes de Copenhague), o de lo contrario si sigue con el G77, Patrone señaló que la posición del ALBA es absolutamente razonable, ya que se oponía a una solución acordada de una manera no regular en Copenhague. "Sin embargo, Uruguay firmó en el entendido de que se recogían de manera importante varios puntos que estaban establecidos en la hoja de ruta de Bali, y resultaba una plataforma para seguir trabajando en la búsqueda de ese acuerdo imprescindible si consideramos que estamos hablando de salvar la vida del planeta. No puede repetirse un esquema como Copenhague. La política uruguaya, como la de muchos países latinoamericanos, es de colaborar en esa reconstrucción de confianza, pero que debe estar basada en la solidez de los acuerdos, en su cumplimiento y también en el reconocimiento efectivo del compromiso común pero diferenciado. Que hoy, quizás por la situación de crisis económica internacional, se está diluyendo un poco", agregó.
El subsecretario no reconoció que hubo un quiebre en Copenhague a partir de la creación del ALBA. Opina que esta alianza fue producto de un mal manejo de la Cumbre. "Creemos que con el ALBA es posible, cómo no, que los países de América Latina lleguen a acuerdos. También es posible que los países de ese bloque, si se cumple la hoja de ruta de Bali, se alineen. Pero eso no depende de Uruguay, Brasil, Argentina, Australia o el ALBA, sino de que esta conferencia en Cancún reconozca lo que fue la hoja de ruta de Bali, concrete la superación del Protocolo de Kyoto 1 para pasar a un protocolo 2, y allí sí veremos si realmente los países que prometen están dispuestos a cumplir. Entonces, el panorama será distinto".
En cuanto a si tiene expectativas de que los dineros comprometidos, 30 mil millones de dólares a 2012, y 100 mil millones a 2020, se otorguen, Patrone indicó que le sorprende que los anuncios están desde hace tiempo y los fondos no aparezcan. "Es justamente uno de los elementos que no ayuda al restablecimiento de la confianza. Además, después, hay otros obstáculos, como cuáles serían los mecanismos de su distribución, que tampoco están muy claros. No hay fondos, no hay mecanismos, no hay transparencia en todo esto, y es un factor que deben superar aquellos países que tienen la obligación de devolverle al planeta alguno de los daños que han causado".
Aún no sale humo blanco como para prever el éxito de Cancún. Los gobernantes quizás olvidan que, en 50 años, si fracasan en su combate al cambio climático serán recordados por esa razón, y no por cómo económicamente se encuentre su país en 2010. Muchos dan las gracias por no estar para verlo.
Las cifras ambientales que queman
0.65º. Según la NASA, los primeros cuatro meses de 2010 han sido los más calientes jamás registrados en un año a igual período. "Posiblemente la temperatura media global de 2010 se convierta en un récord", señalan los científicos de esa organización. La Tierra ha estado 0.65 grados más caliente en los últimos 12 meses, con un pico alto en el mes de abril de 2010. Asimismo, la última década ha sido la más caliente desde que se llevan registros.
53.5º. Según la oficina de meteorología de Pakistán se registró esa temperatura en mayo de 2010, la más alta de Asia. También las altas temperaturas al Norte de India han llevado cientos de muertes, en lo que se considera uno de los veranos más calientes desde 1880 que se llevan registros, señala Climate Progress.
3º. Un informe del Panel Intergubernamental de Expertos en Cambio Climático (IPCC), que reúne especialistas científicos internacionales, concluye que las emisiones resultado de actividades humanas han crecido sustancialmente incrementando las concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero (CO2, CH4, CFC y N20). Se puede esperar un aumento de 3º en la temperatura promedio para 2100, así como un aumento de los mares entre 60 y 100 cm. Los rápidos cambios de temperatura modificarán la composición de los ecosistemas y algunas especies no estarán aptas para adaptarse lo suficientemente rápido por lo que se extinguirán, según IPCC.
20 millones. Son lo latinoamericanos que estarían expuestos a inundaciones, con el incremento previsto del nivel del mar, según la NASA.
60%. Es lo que sugiere reducir en emisiones de CO2 entre otros gases producto de actividades humanas para estabilizar los niveles de concentración actuales.
2060. Según un estudio de la US National Snow and Ice Centre Data publicado por The Guardian, para 2060 el Ártico estaría libre de hielo. Actualmente se encuentra en sus niveles más bajos de extensión de todos los tiempos. Hoy desaparecen 40.000 km cuadrados por día de hielo ártico.
12%. Es la proporción de emisiones de gases de efecto invernadero que se le atribuyen a América Latina. Sin embargo, es una de las regiones que más sufrirá el calentamiento, estimándose en 4°.
Piedras de un largo camino
Para comprender mejor la historia que entremezcla la ciencia y la política, aún en un tema de salvataje planetario, vale un repaso de cómo se llegó hasta la situación actual.
1992. Se conforma la Convención Marco de la ONU sobre el Cambio Climático, que rige desde 1994, con el objetivo de "estabilizar las concentraciones de gases de efecto invernadero en la atmósfera a un nivel que impida interferencias antropógenas peligrosas en el sistema climático y en un plazo suficiente para permitir que los ecosistemas se adapten naturalmente al cambio climático, asegurando que la producción de alimentos no se vea amenazada y permitiendo que el desarrollo económico prosiga de manera sostenible". Se logra el consenso de 194 partes, una integración casi universal de países.
1997. Nace el Protocolo de Kyoto, como un tratado adicional a la Convención Marco, que es firmado por 191 partes. Se coincide en que deben tomarse medidas más estrictas y jurídicamente vinculantes. Treinta y siete naciones se comprometen a reducir sus emisiones; para los países desarrollados significaba bajar hasta un 5% sus emisiones de gases. El Protocolo vence en 2012. Aquí se presenta el primer gran obstáculo. A pesar que EE.UU. lo firma, no lo ratifica, y finalmente se desvincula porque se lo considera injusto por sólo involucrar a los países desarrollados, y excluir a otros como China e India.
2007. Se realiza la XIII Conferencia Internacional de Cambio Climático de la ONU, con la participación de 180 países en Bali, Indonesia. Ahí se adopta una "Hoja de Ruta de Bali", para lograr llegar a 2009, a la Conferencia de Copenhague, con un acuerdo global jurídicamente vinculante sobre cambio climático, que incluyera medidas aún más enérgicas, compromisos económicos de los países desarrollados, y que sustituyera al Protocolo de Kyoto a partir de 2012. No se establecen números de reducción, pero científicos aseguran que no puede ser menor al 50% en 2050.
2009. Todas las expectativas estaban puestas en Copenhague. Los 192 países participantes lograron un débil acuerdo político firmado primero por Brasil, EE.UU., Sudáfrica, India y China. Luego de acordado a puertas cerradas, la UE se pliega, así como muchos países del G77, incluido Uruguay. No se lograron objetivos, a mediano ni a largo plazo, como disminuir entre un 25 y 40% las emisiones para 2020. Lo positivo, según algunos analistas, es que establece la meta de dos grados para el aumento de la temperatura global, y los cinco países que firmaron primero representan el 45% de la población mundial y casi lo mismo en emisión de gases.
2010. Se vienen desarrollando negociaciones, la semana pasada en Bonn, Alemania, para lograr que la cumbre de Cancún, México, a fines de año, no resulte tan desalentadora como la previa (ver nota).
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