El camba más famoso de Santa Cruz tenía el corazón herido, pero no sólo por la enfermedad, sino también por el olvido de algunas autoridades.
El periodista Roberto Navia realizó la última entrevista de EL DEBER al popular artista, hoy, día de su triste fallecimiento, se las hacemos llegar nuevamente.
El nombre de la enfermedad que tiene le es difícil de pronunciar porque hasta hace un mes no la conocía. Con su castellano de a pie, el Camba Florencio dice que lo que casi lo mató ha sido un problema en la principal arteria que tiene el cuerpo humano. Ayudándose con el informe médico redactado en una hoja de papel bond, revela que tiene una ‘disección aórtica de grado III con trombo intramular’. Es contra ese mal que está luchando, para evitar que retorne aquel día gris de junio cuando un infarto quiso arrebatarle a Santa Cruz al camba más conocido, al hombre de abarcas y de barba blanca espesa, al poeta de 71 años, a ése que habló con EL DEBER, sentado en el sofá de su casa del barrio La Esperanza de Montero, abrazado por una de sus nietas, de su esposa preocupada y acompañado de sus peores y mejores recuerdos.
Guillermo Antonio Anzoátegui Suárez ahora está tranquilo, obedeciendo todo lo que los médicos le piden que haga o deje de hacer. “Una de las partes más duras del tratamiento es aprender a comer sin sal”, dice. También habla dela Santa Cruz que ya no existe, de su divorcio con la Internet y de su sueño de seguir viviendo, por lo menos, hasta que su presencia en este mundo siga siendo útil.
- ¿Cómo se encuentra?
- Estoy en plena recuperación. Me siento no tan bien del todo, pero yo creo que un 80% mejor de lo que estaba.
- Específicamente, ¿qué es lo que tiene?
- No es un problema del corazón, es una inflamación en la aorta, creo que se llama aneurisma. Estoy con medicamentos que me han dado los doctores para los que yo tengo una mención especial, al igual que con el personal paramédico y enfermeras dela Caja. Todos se han portado muy bien, ojalá que no fuera conmigo nomás. Estimo que el mismo tratamiento debe ser para toda persona que requiere de asistencia médica.
- ¿Se puede decir que una de las cosas buenas de su enfermedad es que ha recibido muestras de cariño?
- He recibido el aprecio y el cariño del pueblo. No es la primera vez, en una anterior ocasión, cuando me operaron del corazón, también recibí todo el apoyo de la gente. Santa Cruz tiene un cariño especial por el Camba Florencio. Yo no sé por qué o de dónde, pero creo que ocurre lo que dijo un poeta: Al pueblo hay que darle lo que es de él”. Y lo que hice a través de la vida es darle a la tierra camba lo que es del oriente.
- Debe ser por el aporte cultural que usted ha regalado a Santa Cruz a lo largo de 40 años.
- He grabado cuatro discos y tengo otro que está en edición y que saldrá en un mes más. Es un nuevo poemario con poesía evidentemente vernacular, criolla. La característica del Camba Florencio es el aspecto campesino. Está engendrando al hombre nacido en el trópico boliviano. De ahí quela Santa Cruz que estamos conociendo hoy nada tiene que ver con lo que el Camba Florencio está diciendo en sus poemas. Tenemos una ciudad cosmopolita ahora. Se acabaron los carretones, los caballos. Antes, para mandar un recado, tenía que ser a caballo, porque no llegaba el telégrafo hasta donde tenía que llegar. Imagínese, cuando se tenía que llevar un recado urgente había que galopar a caballo quién sabe cuántas leguas, pero así nos hemos manejado, y diga usted que yo creo que era mejor. Antes, a caballo o a pie, por un camino lóbrego, si usted encontraba a alguna persona, lo primero que hacía era saludarla. Nunca se apegó alguien con un cuchillo para robar una cartera, como ocurre ahora a cada instante.
Es una pena que nuestra Santa Cruz tan añorada llegue a ocupar un lugar tan deteriorado, por la corrupción y por los asaltos. Vemos a gente que amanece con uno o dos balazos.
- ¿En cuánto tiempo se llegaba desde Montero hasta Santa Cruz, hace 40 años?
- De Montero se llegaba en un día a caballo, pero si íbamos en carretón, eran tres días de viaje. Había que llevarse tapeque para el camino.
- Con la carretera también ha llegado el desarrollo, ¿qué tan amigo es usted de la tecnología?
- Me agrada bastante. Y es algo que no podemos eludir porque es parte de nuestra vida, inclusive de la cultura.
- ¿Escribe a mano sus poesías?
- Sí, a mano. Y se las doy a mi hijo para que las saque en la computadora.
- Navega porla Internet ?
- Diga usted que me hablan dela Internet y no sé cómo se maneja, ni sé qué es todavía, no sé el mecanismo. Mis hijos son los que dominan y trabajan con el Internet. Yo ni lo pronuncio muy bien todavía. Pero oiga, son aspectos tecnológicos de los que no podemos sustraernos tampoco.
- ¿Es difícil su tratamiento médico?
- Es difícil en el sentido de que tengo que consumir muy poca sal, y usted sabe que hasta para bautizarnos lo primero que nos ponía el sacerdote en la lengua era sal. Y que me prohíban la sal ahora, le quita el aderezo al alimento. En ese aspecto es un poquito difícil, pero hay que ejecutarlo porque se trata de la salud, se juega el destino de uno mismo.
- ¿Qué es lo más duro que ha tenido que pasar?
- Oiga, lo más duro ha tenido que ser el aspecto económico, porque yo he caído enfermo unas dos o tres veces, y siempre que he caído mal no teníamos recursos. Mi mujer ha tenido que batírselas de un lado y del otro, pero los amigos, el pueblo, han respondido. Usted sabe que el factor preponderante para una enfermedad grave radica en la economía.
- Se lo ve recuperado, ¿tiene sueños?
- Estoy con ganas de hacer algo. Ojalá que Dios lo permita. Estoy con la fe y la esperanza de que me voy a recuperar, a poner bien, y creo que la próxima semana me pondré a terminar unos trabajos que tengo.
Estoy sacando un CD, MP3. He recopilado todas mis poesías, más de 32, que he hecho en cuatro discos.
- ¿Qué percepción tiene de la vida después de haber pasado por tres situaciones difíciles?, ¿tiene otra visión de la vida?
- No, yo creo que no, la vida es algo que hay que tomarla tal como viene. Aquella persona que se desenvuelve en la vida tiene que remontar la vicisitudes que se presentan. Pero, de una cosa estoy seguro, de un refrán que dice que yo soy el arquitecto de mi propio destino.
- Usted ha sido el arquitecto de su destino?
- Sí.
- ¿Qué balance hace de su vida?
- El balance es positivo porque yo he cultivado y estoy en cierto modo cosechando.
- ¿Qué cosas le dan vida?
- Me da vida saber que uno todavía sirve para algo, que todavía puede hacer algo. Cuando uno se siente capaz de desempeñar alguna función, eso es lo que motiva más en la vida.
- ¿Ha logrado vivir del arte?
- Difícil, no se puede vivir del arte. Hay que ser un ‘Quijote’ para ser un artista. Mucho más en esos tiempos en los que yo me he desenvuelto, le hablo de 40 años atrás, cuando no me pagaban ni el pasaje por actuar en algún lugar. Sólo lo hacía por el gusto y la satisfacción de estar metido en algo que me apasiona.
- ¿Ahora es diferente?
- Es diferente. A mí, por ejemplo, cuando alguna institución requiere los servicios del Camba Florencio, lo primero que me preguntan es el costo del espectáculo. Ya se está valorando al artista, pero de eso no hace mucho, hará unos dos o tres años.
- Usted dice que siente que la gente lo quiere, ¿cree que las autoridades también le regalan su cariño?
- Ahí es donde tropezamos, oiga. Hasta ahora no he recibido manifestaciones de parte de las principales instituciones o autoridades culturales.
- ¿Se repite la historia del abandono de las autoridades hacia los artistas?
- Se repite la historia.
- Si usted no pudo vivir del arte, ¿de qué ha vivido?
- Yo he sido mecánico dental, pero ya he guardado los cachivaches (sus instrumentos de trabajo). Yo arreglaba dentaduras. Las hacía una por aquí, otra por allá, y con eso he mantenido a mi familia.
- Cuántos hijos tiene?
- Diez. El menor ya va a tener dos metros y 16 años.
- ¿Cuál ha sido su mayor alegría y tristeza?
- Fueron muchas alegrías. Cada momento lo disfruto, como éste, por ejemplo, estar aquí sentado, con EL DEBER, hablando con el periódico más vendido de Bolivia. Imagínese que esto es muy grato. Sobre la tristeza, pues no faltan tristezas en el mundo, cuando hemos perdido a algún ser querido en alguna ocasión.
- Recuerdo que hace como dos años a usted lo sacaron dela Casa de la Cultura de Montero, y que eso lo dejó muy dolido. ¿Aún le duelen esas heridas o ya es un asunto olvidado?
- No, oiga, la verdad es que las autoridades no han sabido o querido sopesar, amalgamar el trabajo artístico y cultural que yo he hecho. Entonces, ellos políticamente se amparan en un sistema que hasta ahora lo estamos respetando, pero si no se hubiera tratado del Camba Florencio, con seguridad que la persona estuviera en su puesto trabajando. Si ese lugar de trabajo quedó acéfalo es porque se trataba del Camba Florencio. He sido mal pagado.
Pero la satisfacción más grande es que el pueblo de Montero me quiere. En una ocasión, un paceño, después de escucharme recitar unos versos en una peña, hace ya unos 20 años, me dijo: ‘Cómo quisiera yo queLa Paz tenga un Camba Florencio’. Y me invitó un trago de whisky.
Yo tengo 71 años cumplidos y muchos sueños. Hay un párrafo poético, hermoso. Le preguntan a un poeta: “¿Cuántos años tiene maestro?” Él les dice: “70 años, quién diría que ando por todos estos pagos, sin conocer más halago que la gran tristeza mía. 70 años no es un día y eso ténganlo por cierto, pues si mis dichas han muerto, me queda todavía la virtud de ser para esta juventud lo mismo que un libro abierto”.
Guillermo Antonio Anzoátegui Suárez ahora está tranquilo, obedeciendo todo lo que los médicos le piden que haga o deje de hacer. “Una de las partes más duras del tratamiento es aprender a comer sin sal”, dice. También habla de
- ¿Cómo se encuentra?
- Estoy en plena recuperación. Me siento no tan bien del todo, pero yo creo que un 80% mejor de lo que estaba.
- Específicamente, ¿qué es lo que tiene?
- No es un problema del corazón, es una inflamación en la aorta, creo que se llama aneurisma. Estoy con medicamentos que me han dado los doctores para los que yo tengo una mención especial, al igual que con el personal paramédico y enfermeras de
- ¿Se puede decir que una de las cosas buenas de su enfermedad es que ha recibido muestras de cariño?
- He recibido el aprecio y el cariño del pueblo. No es la primera vez, en una anterior ocasión, cuando me operaron del corazón, también recibí todo el apoyo de la gente. Santa Cruz tiene un cariño especial por el Camba Florencio. Yo no sé por qué o de dónde, pero creo que ocurre lo que dijo un poeta: Al pueblo hay que darle lo que es de él”. Y lo que hice a través de la vida es darle a la tierra camba lo que es del oriente.
- Debe ser por el aporte cultural que usted ha regalado a Santa Cruz a lo largo de 40 años.
- He grabado cuatro discos y tengo otro que está en edición y que saldrá en un mes más. Es un nuevo poemario con poesía evidentemente vernacular, criolla. La característica del Camba Florencio es el aspecto campesino. Está engendrando al hombre nacido en el trópico boliviano. De ahí que
Es una pena que nuestra Santa Cruz tan añorada llegue a ocupar un lugar tan deteriorado, por la corrupción y por los asaltos. Vemos a gente que amanece con uno o dos balazos.
- ¿En cuánto tiempo se llegaba desde Montero hasta Santa Cruz, hace 40 años?
- De Montero se llegaba en un día a caballo, pero si íbamos en carretón, eran tres días de viaje. Había que llevarse tapeque para el camino.
- Con la carretera también ha llegado el desarrollo, ¿qué tan amigo es usted de la tecnología?
- Me agrada bastante. Y es algo que no podemos eludir porque es parte de nuestra vida, inclusive de la cultura.
- ¿Escribe a mano sus poesías?
- Sí, a mano. Y se las doy a mi hijo para que las saque en la computadora.
- Navega por
- Diga usted que me hablan de
- ¿Es difícil su tratamiento médico?
- Es difícil en el sentido de que tengo que consumir muy poca sal, y usted sabe que hasta para bautizarnos lo primero que nos ponía el sacerdote en la lengua era sal. Y que me prohíban la sal ahora, le quita el aderezo al alimento. En ese aspecto es un poquito difícil, pero hay que ejecutarlo porque se trata de la salud, se juega el destino de uno mismo.
- ¿Qué es lo más duro que ha tenido que pasar?
- Oiga, lo más duro ha tenido que ser el aspecto económico, porque yo he caído enfermo unas dos o tres veces, y siempre que he caído mal no teníamos recursos. Mi mujer ha tenido que batírselas de un lado y del otro, pero los amigos, el pueblo, han respondido. Usted sabe que el factor preponderante para una enfermedad grave radica en la economía.
- Se lo ve recuperado, ¿tiene sueños?
- Estoy con ganas de hacer algo. Ojalá que Dios lo permita. Estoy con la fe y la esperanza de que me voy a recuperar, a poner bien, y creo que la próxima semana me pondré a terminar unos trabajos que tengo.
Estoy sacando un CD, MP3. He recopilado todas mis poesías, más de 32, que he hecho en cuatro discos.
- ¿Qué percepción tiene de la vida después de haber pasado por tres situaciones difíciles?, ¿tiene otra visión de la vida?
- No, yo creo que no, la vida es algo que hay que tomarla tal como viene. Aquella persona que se desenvuelve en la vida tiene que remontar la vicisitudes que se presentan. Pero, de una cosa estoy seguro, de un refrán que dice que yo soy el arquitecto de mi propio destino.
- Usted ha sido el arquitecto de su destino?
- Sí.
- ¿Qué balance hace de su vida?
- El balance es positivo porque yo he cultivado y estoy en cierto modo cosechando.
- ¿Qué cosas le dan vida?
- Me da vida saber que uno todavía sirve para algo, que todavía puede hacer algo. Cuando uno se siente capaz de desempeñar alguna función, eso es lo que motiva más en la vida.
- ¿Ha logrado vivir del arte?
- Difícil, no se puede vivir del arte. Hay que ser un ‘Quijote’ para ser un artista. Mucho más en esos tiempos en los que yo me he desenvuelto, le hablo de 40 años atrás, cuando no me pagaban ni el pasaje por actuar en algún lugar. Sólo lo hacía por el gusto y la satisfacción de estar metido en algo que me apasiona.
- ¿Ahora es diferente?
- Es diferente. A mí, por ejemplo, cuando alguna institución requiere los servicios del Camba Florencio, lo primero que me preguntan es el costo del espectáculo. Ya se está valorando al artista, pero de eso no hace mucho, hará unos dos o tres años.
- Usted dice que siente que la gente lo quiere, ¿cree que las autoridades también le regalan su cariño?
- Ahí es donde tropezamos, oiga. Hasta ahora no he recibido manifestaciones de parte de las principales instituciones o autoridades culturales.
- ¿Se repite la historia del abandono de las autoridades hacia los artistas?
- Se repite la historia.
- Si usted no pudo vivir del arte, ¿de qué ha vivido?
- Yo he sido mecánico dental, pero ya he guardado los cachivaches (sus instrumentos de trabajo). Yo arreglaba dentaduras. Las hacía una por aquí, otra por allá, y con eso he mantenido a mi familia.
- Cuántos hijos tiene?
- Diez. El menor ya va a tener dos metros y 16 años.
- ¿Cuál ha sido su mayor alegría y tristeza?
- Fueron muchas alegrías. Cada momento lo disfruto, como éste, por ejemplo, estar aquí sentado, con EL DEBER, hablando con el periódico más vendido de Bolivia. Imagínese que esto es muy grato. Sobre la tristeza, pues no faltan tristezas en el mundo, cuando hemos perdido a algún ser querido en alguna ocasión.
- Recuerdo que hace como dos años a usted lo sacaron de
- No, oiga, la verdad es que las autoridades no han sabido o querido sopesar, amalgamar el trabajo artístico y cultural que yo he hecho. Entonces, ellos políticamente se amparan en un sistema que hasta ahora lo estamos respetando, pero si no se hubiera tratado del Camba Florencio, con seguridad que la persona estuviera en su puesto trabajando. Si ese lugar de trabajo quedó acéfalo es porque se trataba del Camba Florencio. He sido mal pagado.
Pero la satisfacción más grande es que el pueblo de Montero me quiere. En una ocasión, un paceño, después de escucharme recitar unos versos en una peña, hace ya unos 20 años, me dijo: ‘Cómo quisiera yo que
Yo tengo 71 años cumplidos y muchos sueños. Hay un párrafo poético, hermoso. Le preguntan a un poeta: “¿Cuántos años tiene maestro?” Él les dice: “70 años, quién diría que ando por todos estos pagos, sin conocer más halago que la gran tristeza mía. 70 años no es un día y eso ténganlo por cierto, pues si mis dichas han muerto, me queda todavía la virtud de ser para esta juventud lo mismo que un libro abierto”.
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