Bolivia no se inmiscuye en el litigio peruano-chileno

El respeto a los asuntos internos de otras naciones, es la base principal de la vigencia de las relaciones diplomáticas, salvo que esos problemas afecten a los intereses de la misma Patria, pero sin la visión de intervención armada aún más allá de las fronteras, como ha sido la tónica de los últimos tiempos, cuando tropas y material bélico contribuyen a la destrucción y la muerte de ciudadanos allende los mares, que no comprenden lo que sucede, sino sobre la base del diálogo y la cooperación.
Dentro de ese contexto nos parece atinada la posición del régimen boliviano, en lo que se refiere al diferendo de límites marítimos en el que se encuentran embarcados Perú y Chile, que actualmente se encuentra bajo el arbitraje de la Corte Internacional de La Haya, resolución que ambos países han prometido respetar, después de presentar sus respectivos alegatos sobre los derechos que pretenden sostener.
El diferendo señalado, ubica el conflicto precisamente en el mar continuo a la costa y corredor negociados por Chile y Bolivia desde hace muchos años, que en caso de que el Perú sea el ganancioso en el arbitraje, cortaría la continuidad de la Línea de la Concordia al mar ahora chileno, pero que se encuentra en litigio.
Es decir, una nueva negociación del Mapocho con nuestro país, para la posibilidad de ceder territorio y mar, dentro de los parámetros del acuerdo de Charaña o "abrazo", como se denominó en su tiempo, entre los Presidentes Hugo Banzer y Augusto Pinochet, no es viable en este momento, hasta que se pronuncie la Corte Internacional de La Haya, y cuya resolución sea aceptada realmente por los países en controversia.
Lógicamente el tema nos concierne directamente, por las consideraciones anotadas y por nuestra justa pretensión de recuperar nuestro derecho marítimo por esa vía, en forma libre y soberana, pero eso no justificaría, de ninguna manera, una intervención en el mismo en forma directa o indirecta.
El mantenernos en la expectativa, que es necesario, nos abre otros caminos de negociación, sea cual fuese el resultado, por cuanto una cesión territorial en la región de Arica necesariamente precisa de la intervención y aprobación del Perú, por el Protocolo firmado con Santiago en 1929, mientras que si el mar fuese del Perú, la consulta ya no tiene efecto con Chile en este campo, sino sólo en la parte de la superficie terrestre.
Esta controversia, al margen del resultado de la misma, debería llevar a Chile y el Perú a razonar seriamente en la necesidad de resolver el tema histórico de Bolivia, y quizá como solución a la misma podría concretarse un pacto entre ambos países, de anular el conflicto binacional, cediendo a Bolivia los derechos que pretenden en el Océano Pacífico.
Mientras tanto, lo repetimos, Bolivia sólo debe estar atenta y no inmiscuirse en un litigio que concierne hoy directamente a Lima y Santiago, tal como lo ha señalado nuestra Cancillería.


Nota : Jornada

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