Cecilia Landívar es una dama de temperamento encendido, aguda inteligencia y enorme sensibilidad. Sigue con determinación invencible su ilusión de ser una artista del mundo.
La conocí muy joven, cuando tomaba unas clases de actuación y técnica vocal. Inmediatamente pude notar su espíritu inquieto e inconforme. Incapaz de someterse a disciplina alguna, poco dispuesta a obedecer órdenes y atender sugerencias; observando las formalidades con una sonrisa descreída, segura de sus convicciones no convencionales, pero tan suyas como su simpatía desbordante y su pertinaz rebeldía.
Hace poco escuché su excelente voz en un boliche de la noche cruceña; disputando la atención con el tintinear de copas, platos y cubiertos y con la imperturbable charla de los comensales. Poseída por su vocación de cantante, graciosa, ejercitando poses, guiños y ademanes sensuales que evocaban a las divas de Las Vegas en los sesentas.
Se acercó gentilmente a mi mesa para contarme que tiene un hijo, para volver a contagiarme su alegría caudalosa y brindar por la vida.
Nota : Ahora Bolivia
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