Hay miedo, hay un horror a ser acusados de negligencia y pedir la comparecencia del responsable. Hay terror porque no se sabe nada. Da pena oír las explicaciones que nos trasmiten sin la más ligera idea de epidemiología.
Hemos llegado al estado de ese bienestar y no toleramos llegar a perderlo, y la pérdida total es naturalmente la muerte. De la llegada de esta "buena señora" no nos libramos por mucho bienestar que hayamos conseguido.
Ante este estado de cosas hay que actuar con la calma que requiere una investigación epidemiológica; investigación del origen, propagación y medidas que tomamos para evitar su extensión. Llegar cuanto antes a la resolución del problema. Pero sin gestos ni algaradas, que a nada conducen, salvo a la ruina de quien nada tuvo que ver con la enfermedad y sus pérdidas fueron millonarias.
Todos con gestos grandilocuentes que a nada conducen, salvo a magnificar el problema e intentar desempañar su imagen. Qué caro resulta el no saber o tomar medidas desmesuradas para quedar por encima de posibles críticas.
Me viene a la memoria la epidemia de gripe "A". ¿Recuerdan? Se magnificó el proceso cuando en realidad las defunciones quedaron por debajo de las cifras de una gripe común. Por la primera las pérdidas en todo el mundo fueron alrededor de 20.000, cuando en la gripe anual las cifras suelen pasar de las 250.000. Y, claro, a disparar con dinero público, ese que no es de nadie según dijo un personaje, y preparar una cifra millonaria de vacunas, que no se pudieron canjear como si fueran bonos, para equilibrar el gasto, y nos costaron a todos, los del dinero público.
Nada se dijo, o al menos no he oído ni leído, de estos millones. Alguien podría decir que la crisis nos vino de ahí. Más barbaridades se pueden oir.
Hay miedo a la crítica, que sólo debe asustar cuando es justificada porque se ha actuado con negligencia. Hay que tener valentía, decir la verdad y actuar en consecuencia.
Las bacterias o los virus, las desgracias y la muerte, vendrán. Aumentarán si actuamos a tontas y a locas.
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