En La Paz, la ciudad de El Alto incluye una cantidad impresionante de las mujeres empresariales. Pero es necesario explicar primero cómo es la ciudad de El Alto para entender sus logros; tal vez esta anécdota sirva.
Mi hermano mayor vive en Europa hace más de 25 años. De manera que Bolivia es para él un lugar ciertamente ajeno. Aunque de vez en cuando encuentre aquí algunas similitudes con otros países a los que por razones de trabajo viaja. Así, cuando alguna vez llegó a La Paz, como todo viajero lo hace, tuvo que atravesar primero la ciudad de El Alto que es la puerta de ingreso hacia La Paz.
En la primera esquina lo recibió un atolladero de automóviles vetustos, bocineando a cuál más fuerte. La gente cruzaba en medio de los autos, zigzageando, cargada de bultos. Vendedores ambulantes, con sus carritos de fruta y comida, hacían lo mismo. Más adelante un burro también. Y como espectáculo aparte, el chofer de un autobús viejísimo y grandote, se peleaba a puñetes con el dueño de otro automóvil, a vista y paciencia de un policía inerme. Entonces mi hermano, radiante, exclamó: "¡Igualito que en la India!"
Y bueno. Sí. Los mercados de la pobreza suelen tener la misma cara en todo el mundo. Pero también la contracara. Y El Alto, como gran parte de la India, es un gran mercado. Una de sus caras es sin duda la informalidad y el contrabando. Pero la otra es la iniciativa empresarial-industrial en pequeña escala cuyos resultados son exitosos y tienen además rostro femenino.
Si mirásemos El Alto como un mapa, veríamos cientos de talleres, fábricas y micro empresas regadas en ese pedazo de altiplano urbanizado al impulso de sus habitantes, campesinos y mineros migrantes que ahora suman ya más de un millón de personas, 70 por ciento menores de 30 años y 80 por ciento de pobres.
Y si bien miles de mujeres y niños trabajan en las calles para combatir la pobreza, otras mujeres alteñas, artesanas habilosas, tejedoras, costureras y bordadoras, se han organizado en pequeños grupos de 10 y 20 personas para crear talleres propios e incluso micro empresas donde trabajan junto a sus hijos creando prendas de vestir y accesorios de fina lana de alpaca y cuero de alta calidad. Estas prendas son luego exportadas a Europa y Estados Unidos, con ayuda de distintas instituciones y ahora emprendimientos privados.
Son ya varios grupos de estas mujeres cuyos trabajos son cada vez más cotizados. Incluso algunas de ellas, a través de intermediarios, costuran para importantes marcas de fama mundial. Y en Bolivia se han abierto tiendas exclusivas donde se venden sus prendas bajo el concepto de "comercio justo" que ha ayudado a cambiar la imagen folklórica de "souvenir" por la de prenda de diseño exclusivo y de alta calidad.
El fin del Acuerdo de Preferencias Arancelarias entre Bolivia y Estados Unidos (ATPDA) dejó sin empleo a unas 120.000 personas vinculadas al sector textil. Pero las mujeres alteñas no se quedaron de brazos cruzados. Abrieron una nueva ruta que parece tener un futuro interesante no sólo en términos empresariales o de mercado, sino que estas mujeres han encontrado un camino para salir de la pobreza y lograr autonomía plena. Porque muchas de ellas son madres solteras y varias han vivido violencia familiar. El Alto concentra el mayor índice de feminicidios en Bolivia (42 por ciento). Pero estas mujeres decidieron dejar atrás los golpes, hacerse cargo de sus hijos y muchas de ellas ahora son líderes y micro empresarias exitosas.
Y como los tejidos que estas mujeres nos entregan, a paso lento, laborioso y finalmente hermoso, así serán sus propios frutos, sus hijos que ahora tienen mayores posibilidades de alcanzar una vida digna. Ese es mi reconocimiento a las mujeres obreras de El Alto.
Cecilia Lanza es una bloguera que contribuye a AQ Online y vive en La Paz, Bolivia.
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