EL INFORME DE UN TRISTE CIPRÉS

No fue grata la semana para la plena vigencia de los Derechos Humanos en Bolivia. El deceso del símbolo de luchas proletarias por la vigencia de la democracia, Domitila Chungara, coincidió con la queja de su compañera enferma, sin posibilidad de pagar la cuenta del hospital.
Al mismo tiempo que el equipo de propaganda oficial emitía un spot con la imagen de la Domi, frente al Ministerio de Justicia, un puñado de víctimas de las dictaduras militares reclama bajo lluvia o sol la indemnización que el Estado boliviano se comprometió a pagar, hace ya una década.
Murió Gladys Solón, que enfrentó al General Hugo Banzer: "¿en qué tumba coloco mis claveles?". Ella logró en años de lucha por lo menos la atención internacional a la desaparición de su hijo José Carlos. Un gobierno neoliberal le pagó la suma fijada por la Corte Interamericana de Derechos Humanos; no recuperó a su hijo pero sí tuvo fondos para mantener su memoria.
Conmemoramos el asesinato de Luis Espinal. Poca gente en la romería, en las misas. La única entidad estatal presente fue el Gobierno Municipal de La Paz. La Conferencia Episcopal ni lo nombró en las hojitas dominicales; ni a él ni a Monseñor Oscar Arnulfo Romero, mártires por defender el derecho a la vida, el primer derecho humano.
Lo más triste fue que no sólo el pasado se olvida sino también el presente. Por lo menos así lo evidenció la presentación del comisionado de la Oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en Bolivia, Denis Rasicot. Aunque el informe impreso es más equilibrado en cuanto a mostrar los logros del gobierno nacional para favorecer los derechos sociales y económicos y sus errores en relación a los derechos de primera generación (como son la palabra y la protesta)), la presentación ante la sociedad civil mostró una vez más que el funcionario no puede esconder su preferencia política.
Naciones Unidas representa a los estados y tiene que escribir para agradar a quienes la financian. No en vano, hubo silencio durante décadas ante los excesos de Estados Unidos. El informe del delgado para constatar las violaciones a los DDHH durante la narcodictadura llegó cuando ya el pueblo boliviano la había derrotado.
Sin embargo, se espera un mínimo de sensibilidad. Rasicot dedicó más de 10 minutos a alabar las elecciones judiciales (con los mismos argumentos oficiales), solamente cuestionadas- según él- por la oposición. No faltaron críticas al trabajo de los medios. En dos minutos agotó el asunto del TIPNIS. "Excesos" fue el resumen, provocando el rechazo de la mayoría de las organizaciones presentes, salvo las masistas. Ni nombra el ataque oficial a las indígenas en el acápite dedicado el tema "derechos de las mujeres".
No vale la pena repetir lo que sucedió aquellos días de septiembre de 2011 y su epicentro del 25 pues los bolivianos lo vimos en directo gracias a los (criticados) medios de comunicación social.
Queda testimoniar sobre la posición de ese funcionario internacional. Sereno, elegante, tan lejano a una madre a la que le arrebatan su criatura de pecho. Sus palabras recordaban una ficción de Agatha Christie, una novela sobre un triste ciprés.

Fuente : Ahora Bolivia

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