Cuando llega la época de la zafra, se hace sentir con fuerza en el municipio de Minero el humo blanco saliendo por las chimeneas y los niños correteando tras los camiones, que hacen fila para recoger la caña de azúcar, una rutina de imágenes y escenas desde el mismo momento en que comienza la producción en torno a los cañaverales.
En el mes de marzo se inició la época de zafra, según la producción de los cañaverales, en esa fecha cientos de trabajadores del altiplano, llegaron para ofrecer su sudor a los empresarios y cambiarle de cara a la región. Junto con ellos, también aterrizan en la zona los comerciantes, que saben que mientras los campamentos no se desmonten ellos tendrán venta.
Los primeros días son puro movimiento. Los pobladores de Minero arreglan sus tiendas, ponen a punto sus puestos de venta, preparan el triple de alimentos que de costumbre y adquieren repuestos para sus vehículos. Todo tiene que estar a punto para afrontar el tiempo que dura la cosecha.
Santa Cruz es el departamento de Bolivia que tiene más tierras dedicadas a la siembra de caña de azúcar. Le sigue Tarija. Y entre los 11 municipios de las dos regiones suman 4.500 campamentos de zafreros. Pero ningún lugar es como el municipio de Minero, donde se concentra el 27 por ciento de los terrenos destinados a este rubro.
El esfuerzo de los trabajadores de la zafra, comienza en la cosecha de los cañaverales y termina en los ingenios, aporta significativamente al desarrollo económico del país, por eso es importante que los empleados conozcan sus derechos.De acuerdo a normas laborales actuales en Bolivia y el mundo, los empleos deben ser beneficiosos y productivos para la sociedad. Sin embargo, la pobreza y la creciente marginalidad, tanto en zonas urbanas como rurales hace que día a día más niños y niñas se vean obligados a dejar de lado las actividades propias de su edad, como la educación y los juegos, y no así salir a la calle en busca de dinero.
Trabajadores con derechos
Con el torso semidesnudo y las gotas de sudor cubriéndole la cara, Carlos Apaza recoge con su brazo unas 10 ramas largas de caña. Con el derecho, entre tanto, corta, casi al ras del suelo y de un solo machetazo, todo el atado. En cuestión de minutos acaba con una hilera de cañas, que se levanta en una extensión de 15 metros
Son cientos de hombres y niños que parecen máquinas, y convierten los cañaverales en campos devastados en tan sólo pocas horas. Y una vez que las plantas son derrumbadas, las amarran bien y dejan una vara con un código para que luego los camiones las recoja.
Así, las jornadas son únicamente de ocho horas al día y son los mismos camiones quienes se ocupan de trasladar las cañas hasta la planta. En algunos lugares los trabajadores tienen que esperar hasta la madrugada en los mimos camiones para que la producción no se extravíe.
Es por eso que muchos llevaban a sus hijos para no perjudicarse y poder cortar más caña, porque el trabajo es muy sacrificado y riesgoso. Provocando que esta situación en su conjunto produzca un acentuado proceso de exclusión social.
Condiciones de vida
Según las estadísticas nacionales, alrededor de 800 mil niños, niñas y adolescentes trabajan en el país en alguna actividad productiva o de servicio. Esta cantidad representa el 20 por ciento de la población infantil hasta 18 de edad.
El Servicio Departamental de Gestión Social del Gobierno Departamental, señala que el ingreso de los niños, niñas y adolescentes al mercado laboral es la respuesta más dramática de las familias a las condicionantes de la crisis económica del país, la desintegración familiar y las dificultades en el acceso a la educación formal, son algunos de los factores que cerca de 10 mil niños y adolescentes se trasladen a los campamentos con sus padres, muchos son ayudantes, pero de todos ellos, el 90 por ciento abandona la escuela.
Según datos de la consultora del Fondo de las Naciones Unidas en Santa Cruz, Lydia Mayser, los niños empiezan a trabajar con la caña a los nueve años. Los varones cortan el vegetal, lo amontonan y lo pelan, mientras que las mujeres ayudan a cocinar y lavar la ropa, para luego ir también a pelar caña.
En realidad, entre los riesgos a los que están expuestos los niños que trabajan en la zafra, según la investigación de la Unicef, es a los machetazos y las picaduras de animales, sobre todo de víboras. Además del temor psicológico, que atormenta a los niños zafreros.
Testimonios
David tiene 13 años, pero parece de 10. “Lo traigo porque no hay con quien dejarlo en la casa, y para que me ayude a ganar un poco de dinero, y tener que comer”, explicó su padre José Carlos.Con un tanto temeroso y rostro avergonzado, David se ocultó en medio de los surcos al ver la cámara fotográfica, en tanto que observaba a Guillermo, otro niños zafrero de 9 años en plena siembra; me llamó la atención su estatura parecía de 7 años.
Debido a su edad, él no es contratado directamente por los “enganchadores” (contratistas). Además no rinde como uno de 12 ó 13 años, pero necesita ganar dinero. Son muy pocos los niños que dicen recibir una remuneración quincenal, ya que la modalidad de pago es por tonelada cortada que fluctúa entre los 14 y 15 (en este momento). De todas maneras la mayoría de los menores, no recibe directamente la compensación, sino los padres o familiares con los que están en la zafra.
Las horas de trabajo
En Bolivia la edad mínima para obtener un permiso de trabajo es de 14 años, este trabajo no significa en todo caso el incumplimiento de la educación básica obligatoria o de los derechos del niño, niña, adolescente.El ingreso de los niños, niñas adolescentes al mercado laboral es la respuesta más dramática de las familias a las condicionantes de las crisis económicas del país, la desintegración familiar, y las dificultades en el acceso a la educación formal.
Los niños y adolescentes que trabajan en la industria, la construcción y los servicios, se insertan en trabajos muy inestables. Son Predominantemente de sexo masculino y se inician aproximadamente a los 10 años de edad y cumplen jornadas superiores a las 10 horas diarias
La propuesta de UNICEF es erradicar el trabajo infantil en los municipios dentro de los campamentos zafreros. Para ello ha puesto a disposición de empresas y entidades públicas como el municipio, el Gobierno Departamental, Ong, entre otros, la creación de unidades educativas para la enseñanza de los niños, con docentes que están capacitados en derechos de la infancia, para asumir el rol de agentes de cambio.
Mayser indicó que uno de los principales objetivos es apoyar a niños y niñas a través de talleres de capacitación realizados dentro del aula para ayudarles a recuperarse afectiva y socialmente de los efectos producidos en una situación de emergencia. Además de sensibilizar al sector productivo zafrero sobre los derechos de los niños y adolescentes trabajadores.
En este sentido la UNICEF también está fortaleciendo la atención en salud con brigadas médicas en los campamentos zafreros y así evitar algunos malos tratos, debido a los riesgos que están expuestos durante la zafra, considerada como una de las peores formas de trabajo infantil en el mundo. Si un niño o adolescente trabaja 12 horas diarias en los cañaverales, es imposible que tenga tiempo y fuerzas para estudiar, al menos sucede con aquellos que cumplen jornadas largas de trabajo durante los meses que dura la zafra cañera.
Con esta situación la UNICEF creó dos unidades educativas cerca de cada campamento zafrero en cada municipio, para evitar que los menores dejen de asistir a clases por motivo de que algunas unidades educativas están muy distantes en algunas zonas rurales.
Las mejores condiciones
Por si fuera poco, las ventajas no se quedan ahí. Los zafreros cuentan con comedor y guardería, que está situado a pocos metros de su lugar de trabajo. Así mismo la Unicef, conjuntamente con el trabajo de 12 instituciones, entre oficiales y ONG, llevan a los campamentos servicios de educación permanente, capacitando a las educadoras y niños con el apon de profesionales en el área de psicología. También se les hace la entrega de mochilas a los niños que viven en los campamentos.
El niño trabajador y las normas laborales
La participación de menores de edad, de los que unos 6.000 están entre los nueve y los 13 años de edad, constituye una “franca violación de las disposiciones legales vigentes que señalan como edad mínima laboral los 14 años”, señala una evaluación sobre el trabajo infantil en Bolivia, realizada por el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil con auspicio de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT).
La cosecha de caña de azúcar, constituye uno de los rubros más importantes de la agroindustria boliviana generando un promedio anual de 130 millones de dólares, ello demanda un sacrificado trabajo de seis meses, de mayo a octubre o de junio a diciembre, de familias que provienen de los lugares que sufren de mayor pobreza.
Las cifras del Ministerio de Trabajo reflejan que cuatro de cada 10 provienen del altiplano a los valles y sufren el impacto del cambio de un clima más bien seco a otro caluroso y húmedo, donde abundan los insectos; también tienen que soportar un frío húmedo, que cala los huesos en las madrugadas de invierno. Las familias que migran para trabajar en la zafra incluyen a los niños y adolescentes, que también participan de las pesadas labores a veces para que el jefe de familia pueda alcanzar los cupos asignados o para incrementar, aunque en muy poca monta, el ingreso familiar o el de lograr pequeños ahorros para las necesidades individuales de los menores, que se centran en ropa y en útiles escolares, con la esperanza de volver a la escuela.
Como señala la mencionada evaluación sobre el Trabajo Infantil, además de que se infringen disposiciones legales, las condiciones laborales impiden que algunos pequeños continúen recibiendo instrucción escolar sistemática y la vida en los precarios campamentos aledaños a los cañaverales plantean también problemas de salud, además de los riesgos que implica su faena como ser: heridas con el machete o picaduras de víboras y de otros insectos propios del lugar.
Algunos niños tienen que levantarse a las tres de la madrugada para prender el fuego y poner a hervir el agua para el desayuno del padre y los hermanos, y luego iniciar el trabajo de zafra junto a sus padres. Los sentimientos de miedo, el implacable frío de las madrugadas, el sofocante sol del mediodía, el duro trabajo de 12 horas diarias y el temor a las víboras y a los insectos, que dejan heridas que se infectan en la piel, se mantienen como constantes entre los niños de la zafra.
La evaluación insta a las autoridades bolivianas a la elaboración de políticas específicas para ayudar a eliminar el trabajo infantil en la zafra y, con acciones concretas e inmediatas, proteger los derechos de los menores, consagrados mundialmente. En este contexto es importante, la emergencia de los nuevos actores sociales, que expresa la importancia de distinguir los que es el trabajo de lo que en muchos casos es la explotación laboral.
Por ello no debemos dejar de lado a los niños y adolescentes que cumplen este papel dentro de sus hogares, y que trabajan muchas veces en horarios poco adecuados, en trabajos forzados y muchas veces dejan de lado sus estudios por aumentar su paga diaria. Para ellos un gran reconocimiento y el más grande homenaje a todos los niños, niñas y adolescentes que dejan de perseguir su futuro para trabajar en la zafra canjeando dinero `por educación.
Los primeros días son puro movimiento. Los pobladores de Minero arreglan sus tiendas, ponen a punto sus puestos de venta, preparan el triple de alimentos que de costumbre y adquieren repuestos para sus vehículos. Todo tiene que estar a punto para afrontar el tiempo que dura la cosecha.
Santa Cruz es el departamento de Bolivia que tiene más tierras dedicadas a la siembra de caña de azúcar. Le sigue Tarija. Y entre los 11 municipios de las dos regiones suman 4.500 campamentos de zafreros. Pero ningún lugar es como el municipio de Minero, donde se concentra el 27 por ciento de los terrenos destinados a este rubro.
El esfuerzo de los trabajadores de la zafra, comienza en la cosecha de los cañaverales y termina en los ingenios, aporta significativamente al desarrollo económico del país, por eso es importante que los empleados conozcan sus derechos.De acuerdo a normas laborales actuales en Bolivia y el mundo, los empleos deben ser beneficiosos y productivos para la sociedad. Sin embargo, la pobreza y la creciente marginalidad, tanto en zonas urbanas como rurales hace que día a día más niños y niñas se vean obligados a dejar de lado las actividades propias de su edad, como la educación y los juegos, y no así salir a la calle en busca de dinero.
Trabajadores con derechos
Con el torso semidesnudo y las gotas de sudor cubriéndole la cara, Carlos Apaza recoge con su brazo unas 10 ramas largas de caña. Con el derecho, entre tanto, corta, casi al ras del suelo y de un solo machetazo, todo el atado. En cuestión de minutos acaba con una hilera de cañas, que se levanta en una extensión de 15 metros
Son cientos de hombres y niños que parecen máquinas, y convierten los cañaverales en campos devastados en tan sólo pocas horas. Y una vez que las plantas son derrumbadas, las amarran bien y dejan una vara con un código para que luego los camiones las recoja.
Así, las jornadas son únicamente de ocho horas al día y son los mismos camiones quienes se ocupan de trasladar las cañas hasta la planta. En algunos lugares los trabajadores tienen que esperar hasta la madrugada en los mimos camiones para que la producción no se extravíe.
Es por eso que muchos llevaban a sus hijos para no perjudicarse y poder cortar más caña, porque el trabajo es muy sacrificado y riesgoso. Provocando que esta situación en su conjunto produzca un acentuado proceso de exclusión social.
Condiciones de vida
Según las estadísticas nacionales, alrededor de 800 mil niños, niñas y adolescentes trabajan en el país en alguna actividad productiva o de servicio. Esta cantidad representa el 20 por ciento de la población infantil hasta 18 de edad.
El Servicio Departamental de Gestión Social del Gobierno Departamental, señala que el ingreso de los niños, niñas y adolescentes al mercado laboral es la respuesta más dramática de las familias a las condicionantes de la crisis económica del país, la desintegración familiar y las dificultades en el acceso a la educación formal, son algunos de los factores que cerca de 10 mil niños y adolescentes se trasladen a los campamentos con sus padres, muchos son ayudantes, pero de todos ellos, el 90 por ciento abandona la escuela.
Según datos de la consultora del Fondo de las Naciones Unidas en Santa Cruz, Lydia Mayser, los niños empiezan a trabajar con la caña a los nueve años. Los varones cortan el vegetal, lo amontonan y lo pelan, mientras que las mujeres ayudan a cocinar y lavar la ropa, para luego ir también a pelar caña.
En realidad, entre los riesgos a los que están expuestos los niños que trabajan en la zafra, según la investigación de la Unicef, es a los machetazos y las picaduras de animales, sobre todo de víboras. Además del temor psicológico, que atormenta a los niños zafreros.
Testimonios
David tiene 13 años, pero parece de 10. “Lo traigo porque no hay con quien dejarlo en la casa, y para que me ayude a ganar un poco de dinero, y tener que comer”, explicó su padre José Carlos.Con un tanto temeroso y rostro avergonzado, David se ocultó en medio de los surcos al ver la cámara fotográfica, en tanto que observaba a Guillermo, otro niños zafrero de 9 años en plena siembra; me llamó la atención su estatura parecía de 7 años.
Debido a su edad, él no es contratado directamente por los “enganchadores” (contratistas). Además no rinde como uno de 12 ó 13 años, pero necesita ganar dinero. Son muy pocos los niños que dicen recibir una remuneración quincenal, ya que la modalidad de pago es por tonelada cortada que fluctúa entre los 14 y 15 (en este momento). De todas maneras la mayoría de los menores, no recibe directamente la compensación, sino los padres o familiares con los que están en la zafra.
Las horas de trabajo
En Bolivia la edad mínima para obtener un permiso de trabajo es de 14 años, este trabajo no significa en todo caso el incumplimiento de la educación básica obligatoria o de los derechos del niño, niña, adolescente.El ingreso de los niños, niñas adolescentes al mercado laboral es la respuesta más dramática de las familias a las condicionantes de las crisis económicas del país, la desintegración familiar, y las dificultades en el acceso a la educación formal.
Los niños y adolescentes que trabajan en la industria, la construcción y los servicios, se insertan en trabajos muy inestables. Son Predominantemente de sexo masculino y se inician aproximadamente a los 10 años de edad y cumplen jornadas superiores a las 10 horas diarias
La propuesta de UNICEF es erradicar el trabajo infantil en los municipios dentro de los campamentos zafreros. Para ello ha puesto a disposición de empresas y entidades públicas como el municipio, el Gobierno Departamental, Ong, entre otros, la creación de unidades educativas para la enseñanza de los niños, con docentes que están capacitados en derechos de la infancia, para asumir el rol de agentes de cambio.
Mayser indicó que uno de los principales objetivos es apoyar a niños y niñas a través de talleres de capacitación realizados dentro del aula para ayudarles a recuperarse afectiva y socialmente de los efectos producidos en una situación de emergencia. Además de sensibilizar al sector productivo zafrero sobre los derechos de los niños y adolescentes trabajadores.
En este sentido la UNICEF también está fortaleciendo la atención en salud con brigadas médicas en los campamentos zafreros y así evitar algunos malos tratos, debido a los riesgos que están expuestos durante la zafra, considerada como una de las peores formas de trabajo infantil en el mundo. Si un niño o adolescente trabaja 12 horas diarias en los cañaverales, es imposible que tenga tiempo y fuerzas para estudiar, al menos sucede con aquellos que cumplen jornadas largas de trabajo durante los meses que dura la zafra cañera.
Con esta situación la UNICEF creó dos unidades educativas cerca de cada campamento zafrero en cada municipio, para evitar que los menores dejen de asistir a clases por motivo de que algunas unidades educativas están muy distantes en algunas zonas rurales.
Las mejores condiciones
Por si fuera poco, las ventajas no se quedan ahí. Los zafreros cuentan con comedor y guardería, que está situado a pocos metros de su lugar de trabajo. Así mismo la Unicef, conjuntamente con el trabajo de 12 instituciones, entre oficiales y ONG, llevan a los campamentos servicios de educación permanente, capacitando a las educadoras y niños con el apon de profesionales en el área de psicología. También se les hace la entrega de mochilas a los niños que viven en los campamentos.
El niño trabajador y las normas laborales
La participación de menores de edad, de los que unos 6.000 están entre los nueve y los 13 años de edad, constituye una “franca violación de las disposiciones legales vigentes que señalan como edad mínima laboral los 14 años”, señala una evaluación sobre el trabajo infantil en Bolivia, realizada por el Programa Internacional para la Erradicación del Trabajo Infantil con auspicio de la Oficina Internacional del Trabajo (OIT).
La cosecha de caña de azúcar, constituye uno de los rubros más importantes de la agroindustria boliviana generando un promedio anual de 130 millones de dólares, ello demanda un sacrificado trabajo de seis meses, de mayo a octubre o de junio a diciembre, de familias que provienen de los lugares que sufren de mayor pobreza.
Las cifras del Ministerio de Trabajo reflejan que cuatro de cada 10 provienen del altiplano a los valles y sufren el impacto del cambio de un clima más bien seco a otro caluroso y húmedo, donde abundan los insectos; también tienen que soportar un frío húmedo, que cala los huesos en las madrugadas de invierno. Las familias que migran para trabajar en la zafra incluyen a los niños y adolescentes, que también participan de las pesadas labores a veces para que el jefe de familia pueda alcanzar los cupos asignados o para incrementar, aunque en muy poca monta, el ingreso familiar o el de lograr pequeños ahorros para las necesidades individuales de los menores, que se centran en ropa y en útiles escolares, con la esperanza de volver a la escuela.
Como señala la mencionada evaluación sobre el Trabajo Infantil, además de que se infringen disposiciones legales, las condiciones laborales impiden que algunos pequeños continúen recibiendo instrucción escolar sistemática y la vida en los precarios campamentos aledaños a los cañaverales plantean también problemas de salud, además de los riesgos que implica su faena como ser: heridas con el machete o picaduras de víboras y de otros insectos propios del lugar.
Algunos niños tienen que levantarse a las tres de la madrugada para prender el fuego y poner a hervir el agua para el desayuno del padre y los hermanos, y luego iniciar el trabajo de zafra junto a sus padres. Los sentimientos de miedo, el implacable frío de las madrugadas, el sofocante sol del mediodía, el duro trabajo de 12 horas diarias y el temor a las víboras y a los insectos, que dejan heridas que se infectan en la piel, se mantienen como constantes entre los niños de la zafra.
La evaluación insta a las autoridades bolivianas a la elaboración de políticas específicas para ayudar a eliminar el trabajo infantil en la zafra y, con acciones concretas e inmediatas, proteger los derechos de los menores, consagrados mundialmente. En este contexto es importante, la emergencia de los nuevos actores sociales, que expresa la importancia de distinguir los que es el trabajo de lo que en muchos casos es la explotación laboral.
Por ello no debemos dejar de lado a los niños y adolescentes que cumplen este papel dentro de sus hogares, y que trabajan muchas veces en horarios poco adecuados, en trabajos forzados y muchas veces dejan de lado sus estudios por aumentar su paga diaria. Para ellos un gran reconocimiento y el más grande homenaje a todos los niños, niñas y adolescentes que dejan de perseguir su futuro para trabajar en la zafra canjeando dinero `por educación.
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