Lo que no falta en Bolivia es libertad de expresión



El académico propone crear un observatorio ciudadano que vele por el trabajo que desempeñan los medios de comunicación.


José Ignacio López Vigil es un hombre sencillo, amable y acucioso. Es un maestro de muchas generaciones y fundador de la Asociación Mundial de Radios Comunitarias (AMAR). Cambio conversó con él.

—¿Cuál es el diagnóstico que tiene de las radios de los pueblos originarios en Bolivia?

—La experiencia de las radios de los pueblos originarios fue devolverle la palabra al pueblo, democratizar la comunicación, que ha sido muchas veces un privilegio de muy pocas voces, de muy pocos empresarios. Pero para ganar credibilidad, para ganar fuerza política, tienen que ser plurales, aun tengan una línea editorial de apoyo al proceso de cambio. Obviamente, tienen que abrir los micrófonos, dar voces a quienes piensan distinto, porque si no nos volvemos sectarios, aunque sea sectarios de la mayoría.

—¿Cuáles son las debilidades y fortalezas de las radios de los pueblos indígenas?

—La fortaleza es la misma fortaleza del movimiento indígena boliviano. Este país fue la vena yugular —como dice Eduardo Galeano— de la explotación de América Latina, de aquí salieron las riquezas que enriquecieron a Europa; pero, eso no hizo perder a los bolivianos su fuerza, su identidad, todo lo contrario. Entonces, la fuerza de las radios indígenas comunitarias es la misma fuerza del movimiento indígena comunitario, creo que es una fuerza cultural, es una fuerza idiomática, es una fuerza de muchos siglos de existencia.

Las debilidades. Uno, que se vuelvan limosneros de papá Estado y pedir la pauta para que el Estado le dé la comidita de la emisora, y no tendrán autonomía financiera, no se consideran como una empresa social sin fines de lucro. El segundo peligro es quedarse como voceras de propaganda del MAS. Un tercer elemento es el tecnológico. Estas emisoras están muy bien equipadas, incluso están comunicándose vía satélite, pero eso no basta porque hay que saber aprovechar la nueva tecnología para intercambiar y aprender a trabajar en red.

Estas emisoras deben apoyar el proceso de cambio que está viviendo esta nueva Bolivia, pero eso no les puede impedir abrir los micrófonos, escuchar, debatir, ir a una cultura del debate y no a la cultura del pensamiento único que es el miedo.

—¿Las radios de los pueblos pueden ayudar, por ejemplo, a superar la pobreza?

Absolutamente. Yo creo que las emisoras de los pueblos indígenas, las alternativas y las otras emisoras son factores dinamizadores de la economía, pero no porque le dé trabajo a cuatro changos en la radio, sino porque se vuelve un órgano de publicidad, de los productos, de las artesanías, porque la radio puede ser un convocador de inversión.

—¿Y cómo construir una cultura de paz a través de éstas radios?

—El punto de partida de cualquier cultura de paz es no insultar, no es agredir. Pero esta cultura comienza a partir del diálogo, consiste en que yo me pueda sentar sin insultar, sin agredir, sin tener miedo, que yo me pueda sentar con una persona de la oposición sin ningún temor para escucharle, para escuchar sus opiniones, y yo le doy las mías y hacemos al aire un debate sobre cualquier cosa.

—Una de las particularidades de la radio en Bolivia es abrirle el micrófono al ciudadano, pero muchas veces éstos emiten frases racistas, ¿qué se hace en estos casos?

—Yo también abría los micrófonos y cuando me llamaba un oyente y comenzaba a insultar yo sencillamente le cerraba el micrófono y le decía: ‘Esta emisora respeta los derechos humanos’. Como uno tiene el control del micrófono, con la misma libertad con que lo abro, con esa misma libertad lo cierro a cualquier persona que venga a insultar, con expresiones sexistas, racistas, homofóbicas.

—¿Es necesario legislar para acabar con el racismo? En Bolivia estamos discutiendo una Ley contra el Racismo que prevé la clausura de los medios que emiten discursos con carga racista...

—Yo creo que sí, porque la libertad de expresión no puede ser un pretexto para insultar, para deshonrar, para utilizar expresiones racistas. Pero el problema no es ese para mí, el problema es quién decide lo que es una expresión racista, obviamente las expresiones de este periodista, no sé como se llama…

—¿El que dijo que Evo Morales es cruce de llama y satanás?

—Sí. Y otros más de esa fauna que confunden libertad con insultadera. En Estados Unidos les clausurarían el medio en 10 minutos, si en EEUU una persona dice las estupideces que éstos han dicho del presidente Evo Morales les mandan a la cárcel por delito de deshonra. Pero el problema no es ése. Por ejemplo, si yo digo en este negocio hay una ‘mano negra’ la expresión es una expresión racista, sin embargo, la gente la utiliza así como si tuvo un día negro o tengo un negro porvenir.
Son expresiones racistas que hay que cambiarlas, pero sería un poco absurdo que yo cerrara un medio a cuenta de una expresión que ya se ha vuelto parte del lenguaje común. Entonces quién va a decidir lo que es un lenguaje racista o no. Me dicen que la propuesta sería hacer un comité en el cual participarían muchas personas, puede ser, yo personalmente confío más en un observatorio ciudadano que con una gran autoridad moral vaya a decir que este programa, este periodista, esta persona está realmente violando una norma ética del respeto a todas las nacionalidades, a todas las razas, a todos los sexos.

—Pero los límites de la libertad de expresión son muy difusos. ¿Cómo definiría el observatorio estos temas?

—El problema es quién decide. Como Dios no está entre nosotros para decir esto va y aquello no va, lo que transgrede y no transgrede los derechos de la libertad de expresión o los derechos humanos o los derechos a la honra de las personas, ¿el Estado es el que va a tener el derecho de censura? peligrosísimo, yo no tolero censura del Estado ni tolero censura del mercado. Que los observatorios ciudadanos de medios estén bien representados, bien equilibrados, y que digan éstos: realmente se ha pasado la raya.

—¿Y cuál es el limite de expresión?

—El límite es la libertad del otro. Si yo utilizo mi libertad de expresión para insultar al otro estoy violando el derecho de la libertad y la honra de esa otra persona, no hay libertad humana que sea incondicional, que sea omnímoda, que no tenga límites, toda libertad humana, porque los humanos somos limitados, tiene también limitaciones.

—¿Y hay libertad de expresión en Bolivia? Algunas personas dicen que no hay...

—Hay demasiada libertad de prensa, lo que no falta en Bolivia es libertad de expresión, más bien aquí hay un libertinaje de expresión porque al Presidente se le dicen ofensas gravísimas, y el tipo que las dijo sigue escribiendo y no pasó nada. Yo creo que en Bolivia no hay ningún atentado contra la libertad de expresión, más bien lo que tendría que hacer el Gobierno es fortalecer no sólo los medios comunitarios, sino también los medios públicos, contar en Bolivia con un sistema de comunicación fuerte y plural, iba a decir objetivo, pero no creo en ninguna objetividad, pero sí creo en la pluralidad de los medios donde se pueden escuchar todas las voces con mucho respeto.



Evo Morales, una muralla de soberanía

—Y cómo ve el proceso político que estamos viviendo en América Latina?

—Con mucha esperanza, con muchas ganas de que esto siga adelante. Obviamente nada es perfecto y todos estos procesos tienen que ser vistos con una visión crítica. Personalmente, tengo un triplicado entusiasmo con el proceso boliviano, porque es uno de los procesos más auténticos que se están viviendo en nuestra patria grande.

—¿Y de Evo Morales?

—Es una muralla ese hombre, una muralla de soberanía. Es un tipo que tiene una sorprendente capacidad de resolver problemas que parecían irresolubles, una sorprendente capacidad de comunicarse con su gente, y me siento personalmente orgulloso de que un hermano indígena esté no solamente gobernando un país tan querido como Bolivia, sino un ejemplo para toda América Latina de lo que es un buen gobernante.

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