Falleció el ex Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, un personaje que tuvo especial relación con Bolivia en el siglo pasado. No es el único venezolano influyente en la política nacional, más allá de los fundadores Simón Bolívar -quien nos dio su nombre- y Antonio José de Sucre, quien trazó las principales instituciones de la nueva república entre 1825 y 1826.
Pérez se estrenó como ministro represor de las guerrillas izquierdistas en su país. En 1975, como Presidente, visitó Bolivia en el Sesquicentenario de la Independencia y dio cooperación a la hija predilecta de Bolívar, gobernada entonces por el dictador Hugo Banzer.
Desde 1978 hasta bien entrados los 80, Pérez auspició el retorno de la democracia en Bolivia y otros países del Cono Sur y formó parte del Grupo de Contadora para aliviar la tensión bélica en Centroamérica. Apoyó con diferentes recursos al socialdemócrata Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y al frente de la Unidad Democrática y Popular (UDP). Sus embajadores defendieron la vida de bolivianos perseguidos, sobre todo desde 1980.
Pérez entregó dinero a discreción a sus aliados socialistas, sobre todo a los sandinistas (1979) y fue ese uno de los temas de investigación congresal después de su caída en los años 90.
Otro caso se remonta a los 50, cuando el dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez ayudó a la Falange Socialista Boliviana. El 23 de mayo de 1959, una revista caraqueña denunció la existencia de un extenso pedido de Oscar Unzaga, tanto en dinero como en armamento y para organizar radios clandestinas y propaganda internacional contra el gobernante Movimiento Nacionalista Revolucionario.
Entre los temas estaba la negociación para que Venezuela ayude a reorganizar las Fuerzas Armadas de Bolivia. El Memorandum incluía asuntos como la aviación comercial, el control de medios de comunicación y una larga lista. Pérez Jiménez dio dinero a Unzaga. Cuando cayó el dictador, la justicia venezolana lo condenó a cinco años de cárcel por muchas de estas malversaciones.
Sin duda, la mayor presencia en la política boliviana de parte de un político venezolano se da en esta coyuntura. El actual Presidente (militar) Hugo Chávez apoyó la creación de un Movimiento Bolivariano, que fracasó.
Después se relacionó con el Movimiento al Socialismo (MAS) y se luce donde puede con el Presidente (indígena) Evo Morales. La presencia física venezolana se reproduce en un bunker en La Paz y en distintas poblaciones. Sin embargo, parece no ser tan grata a la población que abuchea a los boina rojas en el Carnaval de Oruro o los insulta en las movilizaciones del cierre de año; por primera vez los manifestantes quemaron una bandera latinoamericana y esa fue la venezolana.
Lo más lamentable es el contagio del estilo chavista de insultos al adversario, el cual no era el usual en nuestra política. El mejor alumno es el ministro del Interior Sacha Llorenti que hace pocos días se introdujo en la vida privada de la familia Quiroga Santa Cruz. Lamentable. La prudente viuda, Cristina, ni comentó esas palabras, seguramente porque sabe que el mundo es redondo y da vueltas, allá y acá.
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