En la segunda sesión del proceso, que volvió a ofrecer la imagen de Mubarak -esta vez algo más débil- en camilla y custodiado por sus dos hijos, se anunció también que la causa contra el ex presidente se unirá a la de su ex ministro del Interior, Habib al Adli, y seis de sus asesores por ordenar la muerte de manifestantes.
Lo cierto es que el juicio estaba comenzando a derivar en un circo en el que decenas de abogados de la acusación se peleaban a gritos en la sala por obtener su momento de gloria delante del micrófono y ante los ojos de todo el país.
La sesión comenzó con media hora de retraso, porque, minutos antes, la sala habilitada en la Academia de Policía era un guirigay en el que más de cien letrados proferían gritos e incluso amenazas físicas.
La decisión del magistrado Ahmed Refat de dejar las cámaras al margen, aunque se mantendrá la presencia de periodistas y familiares de víctimas, fue celebrada por varios de los presentes con aplausos.
Para muchos egipcios, además, la estampa del "rais" en una camilla y dentro de una jaula era poco menos que insoportable.
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