VIH, esa “mala” palabra

Hace un par de semanas leí en un periódico colega el titular: “Un seropositivo atemoriza a 1.600 presos en San Pedro”. La noticia decía que un reo, que vive
con el virus del VIH/Sida “sembraba temor” en la cárcel paceña debido a su enfermedad, por lo que los otros presos lo habían aislado para “evitar contagios.”
El mismo periódico titulaba días después: “Son narcos, tienen VIH y están en la cárcel”, en referencia a una pareja que fue arrestada en posesión de droga. La mujer, que ha sido condenada a 10 años, ha apelado a su condición física para solicitar arresto domiciliario, mientras que su marido no tiene sentencia aún. Los médicos han demostrado que el estado de la mujer es delicado, que sus defensas han bajado y que un simple resfrío puede ser fatal para ella, pero los argumentos no han servido para el juez, quien ha negado su solicitud.
Esta noticia, como la otra, también está enfocada en transmitir “el miedo” que tienen las demás privadas de libertad de “poderse contagiar” al estar cerca de la mujer con VIH cuando la realidad es la inversa: la que está en peligro es ella, dadas las características de la enfermedad.
Al final de la primera noticia, el periodista aclara que el VIH/Sida se transmite sólo por contacto sexual sin protección, por transfusión sanguínea o de forma prenatal si es que la madre no sigue un tratamiento, y que afecta al sistema inmunológico. Esta información, que debiera ser una prioridad, se toca muy a la ligera, como un dato más, mientras que en la noticia sobre la pareja presa por narcotráfico ni siquiera se menciona si realmente el estar cerca de una persona con VIH puede “contagiar” el virus, (el término correcto es infectarse).
Es preocupante el tratamiento de estas noticias, que se repiten en muchos otros medios del país. No dudo que las intenciones de los colegas no fueran las mejores y tampoco dudo de que el editor haya dejado pasar estos errores simplemente por desconocimiento, común a muchos periodistas en este tema concreto, pero en el momento en que se tiene una página en blanco que llenar, sobre todo si son temas que involucran la salud pública, la que será leída por miles de personas, uno está obligado a informarse y actuar con responsabilidad. No he leído hasta ahora un titular que diga “Son narcos, tienen cáncer y están presos”, o “Un diabético aterroriza a reos de una cárcel”. La connotación sexual del VIH ha hecho que este periódico discrimine a los reos con VIH/Sida y aliente a que otros también lo hagan.
Con más de 6.000 personas viviendo con el virus en Bolivia, es momento de que quienes cubren la sección de sociedad, donde se maneja este tipo de informaciones, despierten a una realidad que hace mucho dejó de ser solamente de homosexuales, drogadictos o trabajadoras sexuales.
Hoy en el país, 189 niños menores de 15 años viven con VIH y el rango con mayor incidencia de aumento de casos está entre los 15 y 34 años. Esto quiere decir que la realidad del VIH/Sida en Bolivia apenas comienza, y que los periodistas estamos en la obligación de informarnos para no contribuir en el desastre, lo que empieza por escoger y conocer bien las palabras que se usan (ONUSida ha lanzado un manual muy útil para los comunicadores que abordan temas como el VIH/Sida y que es gratis y fácil de descargar).
Las noticias, en estos casos particulares, debieron alertar sobre la violación a los derechos humanos más básicos que tienen estas personas con VIH, encerradas en la cárcel, y para asegurarles tratamiento médico en buenas condiciones, tanto físicas como psicológicas.
Una palabra mal usada, un término fuera de contexto, un prejuicio velado, pueden causar daños irreparables, no sólo para la persona que vive con VIH, sino para toda la sociedad que se confunde y cree que puede ser invulnerable ante esta enfermedad. Actualmente, en Bolivia se infectan cada vez más adolescentes que tienen relaciones sexuales en estado de ebriedad. Los rangos estadísticos lo demuestran.
En estos tiempos, los periodistas no tenemos derecho a equivocarnos sobre un tema tan esencial como es el VIH/Sida, que por cierto, no discrimina.

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