Africanos expulsados de Bolivia
Los seis africanos -tres etíopes y tres eritreos- que llegaron el 13 de enero, a las 18:00, al aeropuerto internacional de Viru Viru de Santa Cruz, en el vuelo 301 de AeroSur, procedente de San Pablo fueron expulsados de Bolivia por decisión de la jueza Iris Justiniano, que el domingo determinó su salida del país luego de que se comprobara que el visado de sus pasaportes es presuntamente ilegal.
HUYERON DE LA GUERRA Y LLEGARON A BOLIVIA
Los seis africanos -tres etíopes y tres eritreos- que llegaron el 13 de enero, a las 18:00, al aeropuerto internacional de Viru Viru de Santa Cruz, en el vuelo 301 de AeroSur, procedente de San Pablo fueron expulsados de Bolivia por decisión de la jueza Iris Justiniano, que el domingo determinó su salida del país luego de que se comprobara que el visado de sus pasaportes es presuntamente ilegal.
La notificación judicial fue cumplida por las autoridades migratorias, que trajeron a los extranjeros en un bus hasta esta frontera con Brasil, ya que cuando se intentó subirlos a un vuelo para que su viaje sea menos largo y más tranquilo, los africanos volvieron a protagonizar un escándalo en el aeropuerto Viru Viru.
El bus llego custodiado por efectivos policiales al promediar las 02.30 de la madrugada de este martes y al no tener las condciones adecuadas para la custodia permmmanecieron en calidad de deposito en dependencias de la FELCC a solicitud de la inspectora Regional de Migracion en esta frontera Maricela Villarroel.
Hoy en horas de la mañana los seis integrantes del grupo huyo de la guerra que castiga a Eritrea y a Etiopía fueron trasladados y expulsados del pais.
“Nosotros venimos de los dos países, pero somos amigos y no queremos pelear”, declaro a los periodistas en Santa Cruz Abel Beyene Tesfamarian de 26 años, quien fue el único que aceptó dar una entrevista, lograda con la ayuda del intérprete Álvaro Sánchez, indicando que allá la única posibilidad de vida para los hombres, las mujeres y los niños es la guerra, “impuesta por la dictadura de sus gobernantes”.
Abel cuenta que en Eritrea no hay comida ni agua, y las posibilidades de comunicación con el exterior son escasas.
“Queremos vivir en un lugar donde haya paz y podamos trabajar”, sostiene y luego relata que él salió de Eritrea hace dos años, en una caminata que duró diez días hacia Sudán.
Allí escapan la mayoría de sus compatriotas y también los etíopes para no ser enrolados como soldados.
Lejos de ser un alivio, asegura que en Sudán la vida tampoco es buena, porque los desertores viven en campamentos donde la comida es mala y apenas alcanza, y no hay agua.
Abel contó que en la guerra murió su hermano Samiel, de 23 años, y que no ha visto a sus padres desde que huyó.
Antes de partir hacia Bolivia compró una tarjeta telefónica y pudo hablar con sus padres. Angustiado, sostiene que en realidad no sabe nada de la situación en que ellos se encuentran y que sólo “hay un Dios que puede verlo” (apunta al cielo). Abel es amigo de infancia de y paisano de Ghirmay Tewelde Drar(22), en su éxodo y en el campamento de Sudán conoció a Rishan Hamad Misquel, también de Eritrea, y a Reda Feven Muluqueta, Reda Robel Muluqueta y Elfinesh Yilma Denbel, de Etiopía.
Juntos salieron de Sudán, con documentos que les proporcionó ‘un amigo’.
Abel explica que no sabía exactamente cuál iba a ser su destino, y en realidad no le importaba a qué país se dirigían, miemtras se tratase de un lugar en el que pudieran iniciar una nueva vida lejos de la guerra.
El eritreo cuenta que antes del conflicto bélico era jugador de futbol amateur.
“Mi país es muy pobre y allí no existe la posibilidad de formarse como futbolista profesional”, señala. Habla del fútbol con ilusión, el mismo rostro que se ensombrese cuando nombra la guerra; se suaviza y se alegra al explicar que seguramente, si las cosas hubieran sido diferentes, él se dedicaría al fútbol profesional.
Sin precisar los detalles, Abel indicó que dejaron Sudán con rumbo hacia Dubai, Emiratos Árabes y de allí viajaron hasta San Pablo y luego a Bolivia de donde fueron expulsados hacia el Brasil por donde ingresaron.
Los seis africanos -tres etíopes y tres eritreos- que llegaron el 13 de enero, a las 18:00, al aeropuerto internacional de Viru Viru de Santa Cruz, en el vuelo 301 de AeroSur, procedente de San Pablo fueron expulsados de Bolivia por decisión de la jueza Iris Justiniano, que el domingo determinó su salida del país luego de que se comprobara que el visado de sus pasaportes es presuntamente ilegal.
La notificación judicial fue cumplida por las autoridades migratorias, que trajeron a los extranjeros en un bus hasta esta frontera con Brasil, ya que cuando se intentó subirlos a un vuelo para que su viaje sea menos largo y más tranquilo, los africanos volvieron a protagonizar un escándalo en el aeropuerto Viru Viru.
El bus llego custodiado por efectivos policiales al promediar las 02.30 de la madrugada de este martes y al no tener las condciones adecuadas para la custodia permmmanecieron en calidad de deposito en dependencias de la FELCC a solicitud de la inspectora Regional de Migracion en esta frontera Maricela Villarroel.
Hoy en horas de la mañana los seis integrantes del grupo huyo de la guerra que castiga a Eritrea y a Etiopía fueron trasladados y expulsados del pais.
“Nosotros venimos de los dos países, pero somos amigos y no queremos pelear”, declaro a los periodistas en Santa Cruz Abel Beyene Tesfamarian de 26 años, quien fue el único que aceptó dar una entrevista, lograda con la ayuda del intérprete Álvaro Sánchez, indicando que allá la única posibilidad de vida para los hombres, las mujeres y los niños es la guerra, “impuesta por la dictadura de sus gobernantes”.
Abel cuenta que en Eritrea no hay comida ni agua, y las posibilidades de comunicación con el exterior son escasas.
“Queremos vivir en un lugar donde haya paz y podamos trabajar”, sostiene y luego relata que él salió de Eritrea hace dos años, en una caminata que duró diez días hacia Sudán.
Allí escapan la mayoría de sus compatriotas y también los etíopes para no ser enrolados como soldados.
Lejos de ser un alivio, asegura que en Sudán la vida tampoco es buena, porque los desertores viven en campamentos donde la comida es mala y apenas alcanza, y no hay agua.
Abel contó que en la guerra murió su hermano Samiel, de 23 años, y que no ha visto a sus padres desde que huyó.
Antes de partir hacia Bolivia compró una tarjeta telefónica y pudo hablar con sus padres. Angustiado, sostiene que en realidad no sabe nada de la situación en que ellos se encuentran y que sólo “hay un Dios que puede verlo” (apunta al cielo). Abel es amigo de infancia de y paisano de Ghirmay Tewelde Drar(22), en su éxodo y en el campamento de Sudán conoció a Rishan Hamad Misquel, también de Eritrea, y a Reda Feven Muluqueta, Reda Robel Muluqueta y Elfinesh Yilma Denbel, de Etiopía.
Juntos salieron de Sudán, con documentos que les proporcionó ‘un amigo’.
Abel explica que no sabía exactamente cuál iba a ser su destino, y en realidad no le importaba a qué país se dirigían, miemtras se tratase de un lugar en el que pudieran iniciar una nueva vida lejos de la guerra.
El eritreo cuenta que antes del conflicto bélico era jugador de futbol amateur.
“Mi país es muy pobre y allí no existe la posibilidad de formarse como futbolista profesional”, señala. Habla del fútbol con ilusión, el mismo rostro que se ensombrese cuando nombra la guerra; se suaviza y se alegra al explicar que seguramente, si las cosas hubieran sido diferentes, él se dedicaría al fútbol profesional.
Sin precisar los detalles, Abel indicó que dejaron Sudán con rumbo hacia Dubai, Emiratos Árabes y de allí viajaron hasta San Pablo y luego a Bolivia de donde fueron expulsados hacia el Brasil por donde ingresaron.
0 Comentarios