Anacronía Institucional

La palabra más escuchada y repetida durante estas últimas gestiones sin duda es: “cambio”, forma parte de discursos, slogans, motivaciones, debates, e incluso
conminaciones y dudas. Efectivamente con la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado se creyó que este “cambio” se materializaba para Bolivia y sus pobladores.
Bolivia como cualquier sociedad fue y es construida de manera permanente por todos quienes la habitamos, así durante décadas y centurias hemos construido las estructuras institucionales bajo las cuales incluso hoy seguimos funcionando, no olvidemos que el hombre en sociedad construye su naturaleza, su propio orden social, su entorno social e institucional. Este orden social es nada más ni nada menos una producción humana constante.
Entonces, cambio e institucionalidad se vinculan de manera inminente; lo cual, nos lleva a formular la siguiente pregunta: ¿cómo construir un nuevo Estado, un nuevo país sobre viejas estructuras y viejas instituciones?.
Si bien las instituciones implican historicidad y se construyen en el transcurso del tiempo; vale decir, que no pueden crease en un instante, el afamado “cambio” sufre el mismo proceso; por lo tanto no será de ninguna manera resultado de algún conjuro mágico, varita de por medio. Este es el punto, el cambio de una sociedad, en este caso la boliviana, además de fundarse en una seria y estructurada voluntad, debe incidir en la estructuración de nuevas instituciones o el cambio de viejas instituciones.
No es casualidad entonces, que durante estos últimos meses se ve y escucha la insistente demanda de cambio, en varias instituciones nacionales: la Policía, la Universidad Pública, la administración de justicia, la Caja Nacional de Salud, por nombrar algunas.
Y es que esto tiene una correspondencia lógica, considerando que no es posible comprender a una institución si no se comprende el proceso histórico en que se produjo; vale decir, que instituciones como la policía creada en 1826, la Universidad Pública en 1624, o la CNS creada en 1957 y ni que decir del poder judicial cuya Corte Suprema de Justicia data de 1827, tuvieron correspondencia desde luego con el momento histórico por el cual atravesaba nuestro país, estamos hablando de décadas o más de cien años atrás; desde luego, no podemos dejar de mencionar que estas instituciones sufrieron reestructuraciones, modificaciones, adaptaciones y otros, pero siempre sobre la base de su creación.
Por lo tanto estamos hablando de instituciones avejentadas no sólo por el transcurrir del tiempo que a todos nos toca; sino por la anacronía en la que siempre vivieron, estas instituciones de 1800 o de inicios de los 90, siguen hoy formando parte del orden social en nuestro país.
Este es el lazo entre “cambio” e institucionalidad, el orden social en el que vivimos debiera sufrir el anhelado “cambio” a través del cambio institucional. Si consideramos que toda institución posee un cuerpo de conocimiento de receta trasmitido; vale decir, un conocimiento que provee las reglas de comportamiento institucionalmente apropiadas y otras no; comportamiento que venimos repitiendo año tras año, década tras década, por ello es inocente desgarrarnos ante actos de corrupción en la policía, por ejemplo, creyendo que ésta institución recién asume este comportamiento, recordemos pues los casos de la remesa de Huanchaca, la “Banda de Blas Valencia”, el caso “PROSEGUR” y otros tantos en el transcurso de su existencia.
Ello nos lleva a concluir que la anacronía institucional en Bolivia, y el “cambio” prometido son discordantes. El verdadero cambio no es una demanda de reestructuración institucional; es la exigencia de un verdadero cambio institucional, con la creación de nuevas instituciones. Esta premisa tiene su base en la desnaturalización de muchas de ellas hoy vigentes un ejemplo es la Caja Nacional de Salud, cuya función o misión, versa en su mismo nombre “la salud”; sin embargo, la práctica y ejercicio de ciertos comportamientos de manera cotidiana y durante décadas han provocado la pérdida de objetivo de la misma, ¿a que nos referimos?, considerando que por cada personal médico en la CNS existe tres funcionarios administrativos, ello significa que ésta institución cuya misión es la salud, se ha convertido en una institución meramente administradora, desnaturalizando así su esencia. Y de este muchos ejemplos, por ello el cambio para nuestro país debe partir de la creación o refundación de un nuevo cuerpo institucional, además de otros aspectos, desde luego, no hablamos de una reestructuración, de modificaciones, o cambios de directivos; sino, de una nueva estructuración acorde con el momento histórico que atraviesa el país y las demandas de esta nueva sociedad.

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