en la Liga a lo grande. Dándole un baño en toda regla (5-0) al Villarreal, un rival de 'Champions', un equipo que tradicionalmente le había creado muchos problemas en el Camp Nou y que ayer fue sometido por un Super Barça.
La superioridad azulgrana fue manifiesta desde que ambos conjuntos desvelaron su once inicial. Guardiola empezó a ganarle la partida a Garrido en la pizarra.
El técnico del conjunto catalán debió pensar que la solución a las cinco bajas que ayer tenía en defensa era mucho más simple de lo que la gente esperaba: jugar con un zaguero menos. A lo Cruyff, armó un once con solo tres hombres atrás -dos marcadores, Mascherano y Abidal, y un líbero, Busquets- y un rombo en la medular.
El Barça neutralizó el riesgo que suponía dejar tanto espacio detrás con una presión asfixiante en el campo del rival. Robar rápido y tocar, robar rápido y tocar. Todo a velocidad de vértigo.
Ni Borja ni Cani la olieron. Eso provocó que Nilmar y Rossi tuvieran que buscarse la vida. El brasileño naufragó en el intento; el italiano ansioso por demostrar que Guardiola se equivocó apostando por Alexis y no por él este verano, aún protagonizó un par de acciones de mérito que inquietaron algo a Valdés.
Los tímidos intentos de un voluntarioso Rossi fue todo el bagaje visitante en este primer tiempo. Del Barça más, muchísimo más. Un remate de Alexis, un cabezazo al larguero de Busquets, un tiro de Messi que Diego López desvió a córner.
Los cinco goles que encajó el Barça fue producto de un toque mágico y de sinfonía y que hace pensar que los azulgranas tienen la intención de revalidad el título.
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