entre los dos últimos campeones del mundo (2-1), en el que España no estuvo a la altura, lastrada en defensa, víctima de numerosas lesiones.
España no pudo salvar uno de esos días en los que tiene más que perder que ganar. Cuando el prestigio se pone en juego entre dos campeones mundiales. Ante una Italia que necesitaba una inyección de optimismo en su reconstrucción. Delante de su apasionada afición en Bari que vio en las cuerdas a la “Roja”, su reacción y una derrota con dignidad, condicionado por sus problemas defensivos.
Es el rival a batir España. El que marca tendencia. Motiva al máximo a sus rivales. Más aún en un duelo entre dos grandes selecciones. Lo había sufrido ante Portugal y Argentina. Dos goleadas que escocieron. Italia, que con Cesare Prandelli busca una nueva identidad, quería aprovechar un momento de descuido de España.
Dos futbolistas de la vieja escuela, Andrea Pirlo y Antonio Cassano, marcaron la pauta en pleno relevo generacional de la 'azzurra'. La alta intensidad con la que comenzaron el partido sorprendió a España. Asfixiada en la presión. Estudiada al detalle.
La locura se desató con Cassano en su ciudad natal. El chico malo de un barrio conflictivo de Bari lucía el brazalete de capitán ante los suyos. Era su día. El del jugador al que le pierde su mala cabeza, como definió Iker Casillas.
Con el control, jugando la pelota y buscando espacios, Italia desarboló a España. Encontró una autopista a la espalda de Iraola y se destapó el lateral Criscito.
Italia fue más y por eso al final tuvo su premio, el de un triunfo digno pero muy significativo ante el último campeón mundial.
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