Lanza, Ríos y la bandera

Editorial

Después de haber escuchado su solemne lectura, el 9 de diciembre de 1826 a la una de la tarde, la guarnición de Chuquisaca juró cumplir la Constitución de la República de Bolivia y honrar la Bandera Nacional.

De acuerdo con una crónica publicada en el Cóndor de Bolivia, el primer periódico de la República, para el general, prefecto y héroe de las guerrillas de la independencia de Ayopaya José Miguel Lanza no fue fácil explicar la “conmoción de júbilo que sintió al contemplar la nación boliviana constituida ya, con sus leyes y su bandera”.

El Congreso General Constituyente de la República había creado, un año y cuatro meses antes, la primera enseña patria. El 25 de julio de 1826, el Mariscal Antonio José de Sucre instituyó la segunda bandera nacional.

Y Lanza, que fue el único caudillo de un amplio territorio del Alto Perú que no dejó nunca de luchar contra los realistas y de los muy pocos que sobrevivió a la guerra de independencia de Bolivia, aprovechó la lectura de la primera Constitución que tuvo el país para honrar junto al Ejército a la insignia de la nueva nación.

El general recordó a los soldados, en la arenga de su proclama, “que los representantes nacionales les dieron una patria que defender, leyes que amar y una bandera para honrar”.

El invicto guerrillero de Ayopaya, y uno de los que firmó el acta de Declaración de Independencia de Bolivia, recordó a los jefes, oficiales y tropa que son los centinelas de la ley, los defensores de la patria y los guardianes de la bandera. Aquellas palabras de uno de los máximos héroes de nuestra independencia resuenan hoy con asombrosa actualidad.

Y es que la bandera nacional, ayer y hoy, como lo señaló el presidente Evo Morales, expresa los sentimientos de dignidad, soberanía de Bolivia y el orgullo del pueblo.

Pero además es, de acuerdo con la visión del jefe de Estado, una insignia de “unidad, dignidad e igualdad entre todos los bolivianos”. Es por esa razón que rendir homenaje a la tricolor nacional es también expresar un profundo amor patrio.

La pequeña Genoveva Ríos fue un maravilloso ejemplo de aquello. El Comercio, semanario paceño, informó de los sucesos del 14 de febrero de 1879, de la invasión chilena a Calama, y rescató la fascinante hazaña de la niña heroína, quien a riesgo de su propia vida escondió la bandera nacional entre sus ropas para que no caiga en manos chilenas.

“Lo trascendental de todo cuanto ocurrió ese infortunado día protagoniza la niña Genoveva Ríos, muchachita de 14 años de edad, hija del Comisario Don Clemente Ríos, quien aprovechando el desorden de aquellos instantes, salvó la bandera izada en la Intendencia de la Policía, escondiéndola dentro de la ropa que vestía, burlando así que cayera en manos de la rotería enfurecida, que momentos antes había roto el escudo y arrastraba la bandera de la Prefectura”, señala la antigua publicación.

Al margen de ese breve relato periodístico, el periódico paceño no menciona qué sucedió luego con la vida de la niña Ríos.

Sin embargo, el historiador Roberto Querejazu Calvo, en su obra Guano, Salitre, Sangre - Historia de la Guerra del Pacífico, asegura que “Genoveva guardó la bandera como una reliquia” y agrega un dato conmovedor: “…en 1904, ya mujer madura, atingida por la necesidad, la entregó en Iquique al Cónsul de Bolivia a cambio de 25 pesos”.

Y el Cónsul, el señor Aristides Moreno, la envió a la Sociedad Geográfica de Sucre, donde se conserva hoy, según el relato de Querejazu Calvo.


Y es que la bandera nacional, ayer y hoy, como lo señaló el presidente Evo Morales, expresa los sentimientos de dignidad, soberanía de Bolivia y el orgullo del pueblo. Pero además es una insignia de unidad e igualdad.

Nota: Cambio

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