Introducción

Con
Víctor Montoya nos conocimos en septiembre de 2012, me interesó su
trabajo y sus proyectos, más aún que él haya decidido vivir en El Alto
para impulsar desde allí trabajos literarios con jóvenes. En ese tiempo
yo andaba interesado en recoger información sobre la literatura alteña y
la que se produce al margen de las grandes editoriales comerciales, la
literatura autoeditada, que circula en las zonas suburbanas de El Alto
y La Paz; en pocas palabras, la literatura de la ciudad profunda. En
ese ínterin me enteré de su proyecto y su trabajo como narrador.
También fue impactante para mí que Víctor Montoya fuera un ex preso
político, un torturado, una víctima de las dictaduras militares y que, a
partir de esa "violenta" experiencia, haga literatura, pero también
que estaba ante una persona comprometida con la lucha de los pueblos,
un político. Me llamó la atención, sobre todo y gratamente, su calidad
humana, amistad y disposición para compartir su experiencia y
conocimientos. Fue así que surgió este texto, que a continuación se
despliega, en base a la entrevista que le hiciera, a partir de
preguntas sobre la literatura en su vida, la literatura marginal y las
identidades políticas. Además, la literatura y las actuales luchas de
los pueblos en América Latina.
En
la entrevista pensé que era mejor dejarlo hablar, para que él
desarrolle sus ideas sin interrupción. Por eso que mis preguntas fueron
cortas. Más que nada señas para que Víctor desplegara sus respuestas y
añadiera temas relacionados. Además, semanas antes de grabar, estuvimos
conversando largamente, entre otros, los temas que ahora se presentan
en esta entrevista.
Vida y literatura
-
Podríamos empezar con tu presentación, quién es Víctor Montoya, tal
vez un poco de tu biografía, algún dato que consideres relevante.
Regresé
al país después de treinta y cuatro años de ausencia y me he
establecido en la ciudad de El Alto, la segunda ciudad más importante
de Bolivia, por su juventud y porque está en pleno proceso de
desarrollo. Además, es un contexto donde se está haciendo literatura,
teatro, arte y música. Todo esto no es rescatado por la prensa
nacional. Pareciera que todo lo que se mueve, en materia de cultura, se
lo hiciera sólo en la Hoyada (la ciudad de La Paz). Después de haber
vivido acá algunos meses, me he dado cuenta de que existe un material
vivo, humano, con mucha fuerza y energía, que vale la pena que se
rescate y conozca tanto a nivel nacional como internacional. Entonces
se puede decir que mi retorno al país, por otra parte, está vinculado a
dos proyectos. El primero es el de elaborar una antología de
narradores alteños y, el segundo, el hacer otra antología de poetas
alteños. No hay un material que recoja todo este bagaje cultural
literario que se ha gestado y se está gestando en la ciudad de El Alto.
Ésta
es mi realidad actual, todo lo demás, las razones por la que he sido
exiliado, torturado o preso político durante la "Operación Cóndor", se
puede encontrar en Internet. Yo, sin saberlo, he sido una víctima más
de aquello que se consideró "Plan Cóndor", esa increíble maquinaria de
exterminio que creó la CIA conjuntamente con los gobiernos
dictatoriales en el cono sur de América Latina, concretamente en cinco
países: Chile, Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Las dictaduras
militares, de acuerdo a las investigaciones que realizó el abogado
Martín Almada en el Paraguay, quien recopiló mucha información en
Asunción sobre los crímenes de lesa humanidad perpetrados por las
dictaduras militares durante el periodo de 1975 a 1982 aproximadamente.
Yo estaba preso en esa época, en 1976; y en 1977 me exiliaron. De esa
manera llegué a parar en Suecia. Sin embargo, todo esto, que tiene ver
con ese pasado, está registrado en la prensa, está registrada incluso
mi propia obra que, en gran medida, es un testimonio personal pero
también un testimonio colectivo, porque he conocido a otros compañeros
provenientes de Chile, Argentina, Paraguay, Uruguay estando en el
exilio, y conversando con ellos, que también escribieron su propio
testimonio en forma de novelas, ensayos, poesía, me di cuenta de que
quienes habíamos luchado por las libertades democráticas en nuestros
países, los que nos opusimos a los regímenes totalitarios, que se
dieron en América Latina en los años setenta y ochenta, hemos sido
condenados a tener que pasar por los mismos procesos de torturas que se
aplicaban en estos cinco países. Es decir, se aplicaban los mismos
métodos de tortura. Conversando con compañeros en el exilio, chilenos,
argentinos, uruguayos, paraguayos, constaté que los métodos eran los
mismos, porque los torturadores, quienes habían aprendido a torturar en
la Escuela de Las Américas en Panamá, fueron entrenados por los mismos
mercenarios que habían participado en la guerra de Vietnam y Camboya.
Esta biografía de mi pasado, como te decía, está registrada en la
prensa o en la solapa de mis libros.
Mi
retorno al país, después de treinta y cuatro años, me abre varias
posibilidades, y por ello estoy metido en los proyectos que te señalaba.
Además, deseo crear, a través de la Academia de Literatura Infantil y
Juvenil, una cátedra en las universidades y normales. Quiero poner al
servicio del país los conocimientos que he adquirido en mis largos años
en Suecia; mi formación como pedagogo, mis conocimientos de otras
lenguas y toda mi experiencia como escritor.
- ¿Por qué la literatura en tu vida?, ¿cómo llegas a la literatura?
Llegué
por una inquietud que tenía desde cuando era estudiante de secundaria y
dirigente de la Federación. En aquellos años me vinculé no sólo al
mundo político, sino también a la actividad literaria, por entonces un
poco panfletaria; se trataba de hacer pasquines, de escribir palomitas,
y que no lo veía en ese momento como una perspectiva de convertirme
algún día en escritor. Creo que me hice escritor no tanto por asumir
una pose de intelectual, sino por una necesidad existencial. Empecé a
escribir las páginas de mi primer libro estando en las mazmorras de la
dictadura militar, en el Panóptico Nacional y en otras prisiones de
alta seguridad. Ese primer libro, que está a medio camino entre el
testimonio político y la historia novelada, gira en torno a una huelga
minera que hubo en el año 1976 en Bolivia; ese mismo acontecimiento fue
la causa que me arrojó a las mazmorras, donde empecé a escribir estas
memorias, pensando, de alguna manera, que esto podría servir. Ese
primer libro se llama "Huelga y represión". Lo publiqué en Suecia
porque me enviaron los manuscritos que mi madre me ayudó a sacarlos de
las prisiones en el doblado del botapie de mis pantalones, debido a que
había un control estricto de parte de los carceleros. Esas mismas tiras
de papel constituyeron mi primer libro, que lo escribí, además, con el
mismo bolígrafo y en el mismo cuadernillo que me entregó uno de mis
torturadores para que delatara a mis compañeros de lucha. El libro lo
publiqué a los 21 años de edad, porque me parecía que era importante
dejar un testimonio vivo, de primera mano, de aquello que había sido el
atropello de lesa humanidad que cometía la dictadura militar de Hugo
Banzer Suárez. El libro se publicó en 1989 y esto me empujó, de manera
inconsciente, al mundo de la literatura. Porque nunca me planteé, como
se plantea mucha gente joven, el deseo de ser poeta, narrador o
ensayista, yo no tenía la idea de convertirme algún día en escritor. El
escritor en mí va surgiendo como una necesidad de expresar lo que
sentía y lo que pensaba estando en el exilio, como te decía, por una
necesidad existencial.
El
exilio me dio la opción de conocer a autores de la literatura
latinoamericana de ese entonces, que eran los del "boom", donde
estaban García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Carlos Fuentes, entre
otros. Todo ese movimiento literario, el "boom", estaba también siendo
conocido recién en Europa, estaba levantando las banderas de lo que se
estaba haciendo en América Latina, un tipo de literatura más
experimental, donde entraba el realismo fantástico, mágico, sobre todo,
con García Márquez, aunque él, como ya sabemos, no fue el primero,
sino que fue Juan Rulfo, William Faulkner y Alejo Carpentier, quien
también dio muchas luces sobre este tipo de literatura, que tuvo tanto
éxito en los años sesenta, setenta, ochenta, no sólo en América Latina,
sino en el mundo entero. Leyendo la obra de estos autores, empecé a
interesarme por escribir relatos mucho más literarios, porque si
permanecía en Bolivia, podía haber sido más un ensayista, un politólogo
y no un escritor a secas.
La literatura en la ciudad de El Alto
-
Tú has elegido la ciudad de El Alto para vivir, trabajar, crear ¿Qué
puedes decirme sobre la literatura alteña, sobre sus novelistas,
cuentistas, poetas? ¿En qué ámbitos se mueven ellos?
En
la ciudad de El Alto, hasta donde tengo entendido, se mueve en la
marginalidad. Hay algunas organizaciones culturales, como Wayna Tambo,
Compa, Albor, que han agrupado a estos jóvenes inquietos por querer
hacer poesía, por querer hacer literatura, y una literatura marginal.
En estos cursillos o en estos talleres de literatura, que se hicieron
en estas instituciones (Compa, Wayna Tambo, Albor), se formó, por
ejemplo, un gran rappero como fue Abraham Bórquez. De estos centros
culturales surgen una parte de los creadores, narradores importantes;
uno de ellos, ya fallecido, era Crispín Portugal, quien, además, creó
Yerma Mala Cartonera, una editorial artesanal, por lo tanto, marginal.
Reciclaban
cartones en los que ellos empezaron a publicar sus obras. Parece que
Yerba Mala Cartonera sigue en marcha y ya tiene como 60 títulos
publicados, de manera artesanal, empastados con tapas de cartón. Es la
literatura que no aparece en los grandes medios comerciales ni en las
grandes editoriales bolivianas ni extranjeras, por eso es una
literatura marginal. Ellos mismo son los escritores, los impresores y
los que venden su propia obra en los mercados, en unos qhatitos
(puestitos de venta en las calles o mercados), al lado de una señora
que está vendiendo papas, naranjas, bananos; mientras al lado, los
chicos están vendiendo estos libritos artesanalmente hechos, pero no
por eso menos importante; al contrario, creo que puede ser mucho más
vital, mucho más importantes si se lo mira desde un contexto político,
incluso desde una perspectiva socioeconómica, porque la gran literatura
casi siempre se ha creado en las marginalidades. Los grandes autores
de hoy, como Saenz, Arturo Borda y Víctor Hugo Viscarra, han sido
escritores marginales, escritores que no tuvieron gran auge en su debido
momento. Se sabe que Jaime Saenz publicaba poquísimos ejemplares de
sus poemarios, sólo para distribuirlos entre amigos, pero además no
había editoriales interesadas en su obra, no había muchas editoriales
en Bolivia, y si alguien quería publicar sus libros, tenía que pagar
con dineros de su propio bolsillo.
Los
chicos de Yerba Mala Cartonera, creo que, el año 2006, empezaron a
publicar cierto tipo de literatura que estaban haciendo ellos mismos,
pero que, al mismo tiempo, era un tipo de literatura que a ellos sí les
gustaba, porque entre sus autores no sólo hay escritores jóvenes, sino
también escritores ya connotados, muy conocidos no sólo a nivel
nacional, sino también a nivel internacional. La labor fundamental de
estos muchachos en ese mundo artesanal, marginal de hacer la
literatura, se ha puesto en la contraparte de lo que es el mundo
comercial, el mundo librero, en un país como Bolivia, donde un libro
editado por cualquiera de las casas editoriales, sea Gente Común, Los
Amigos del Libro, Kipus, Plural o el que fuera, siguen siendo artículos
de lujo al que muy poca gente tiene acceso. Lo que quiero decirte no
es que en Bolivia los libros cuesten caros, sino que la gente es muy
pobre, la gente no puede adquirir estos libros que acaban siendo
artículos de lujo, que se lucen en las vitrinas de las grandes
librerías del país, pero la gente que no tiene siquiera cómo llenar la
olla del día, menos va a ir a una librería para comprarse un libro que
le implica una buena parte de su salario.
Yerba
Mala Cartonera, donde estaba Crispín Portugal, ese joven que
desgraciadamente se quitó la vida, fue creado juntamente con Beto
Crespo y Darío Luna; estos muchachos que, de alguna manera, se formaron
en la escuela que tiene Wayna Tambo. Eran muchachos rokeros, a quienes
les gustaba la metálica, pero también la poesía. En Wayna Tambo se
forma un tipo de festivales de poesía, que sigue haciendo ahora el
Centro de Arte y Cultura Albor, que hace incluso un festival a nivel
nacional anualmente y que tiene mucho éxito, aparte de tener sus
compañías autofinanciadas de teatro. Algunos reciben apoyo financiero de
algunas ONGs, pero en el fondo son muchachos entusiastas y con ganas
de hacer literatura. Creo que estos muchachos y muchachas, que se han
formado en Albor, en Wayna Tambo y en Compa, son las futuras promesas
de la literatura alteña, por no decir nacional.
La
literatura marginal, como es natural, tiene ascendencia en las clases
medias pobres y la gente venida de las comunidades rurales a El Alto de
La Paz, Muchos de estos muchachos tienen no solamente una ascendencia
aymara, sino que también provienen de las clases más desposeídas, pero
tienen interés en escribir lo que piensan y lo que sienten. La
literatura no es un problema de profecía en este contexto, no se puede
saber cómo le irá a Bolivia de acá a treinta años, sino que corresponde
a la necesidad existencial de querer expresar lo que ellos viven y
sienten en el mundo en el cual se mueven cada día. De manera que la
literatura que se está haciendo en El Alto es interesante porque está,
primero, contextualizada en El Alto, en las zonas marginales mismas de
El Alto, y pienso que, de alguna manera, lo interpretan tanto en el
manejo del lenguaje como en el manejo de la temática, en la cual
predomina la realidad social que les toca vivir en una época tan
convulsionada como la nuestra. Entonces, ¿qué reflejan estos muchachos
en su poesía y en su narrativa, recreando el lenguaje coloquial, es
decir, donde entran muchas palabras del quechua o del aymara, aparte de
esa jerga muy propia de esta gente joven alteña de esta época? Pienso
que la recreación misma del lenguaje en sus textos, tanto en poesía
como en prosa, es un abanico de una lingüística muy particular, que se
está manejando en El Alto. Leer, por ejemplo, los cuentos de Beto
Crespo, de Crispín Portugal o de Janet Calatayud, te dan una idea de lo
que más o menos los escritores alteños están queriendo hacer con la
literatura.
Entonces,
una forma de rescatar no sólo el contexto en el que viven, sino
también lo que en lingüística se llama sociolecto, los ubica a estos
escritores y escritoras en el contexto de las masas populares, que no
son las élites, porque nosotros estamos acostumbrados a la literatura
hecha por las élites, por las clases medias, por los pequeños burgueses
que se convierten en escritores, y no tanto porque tengan vocación o
talento, sino porque es una forma de darse un título. Yo creo que estos
muchachos alteños escriben sin ese tipo de pretensión, como ocurrió
con Víctor Hugo Viscarra, un hombre que vivió desde niño en las calles,
un alcohólico consuetudinario, cuya obra, hoy en día, está siendo
rescata a muchos niveles; sus obras son llevadas al videoclip, se está
haciendo teatro en base a ellas, se están haciendo comics con sus
cuentos. De alguna manera, a la gente joven y la gente como nosotros,
nos interesa mucho más la forma de vida de esa parte oscura de las que
nos querían contar, entre otros, Jaime Saenz, pero también Arturo Borda
en su obra "El Loco". Yo pienso que esa literatura es muy cercana a
todos estos muchachos que se dedican al rappeo, que están haciendo
poesía y cuentos a partir de su propia realidad, que es la realidad de
estas capas marginadas, en urbanizaciones que pretenden, de alguna
manera, modernidad. Ante esta modernidad, estos muchachos plantean el
mundo suburbano. La historia de un muchacho que es cobrador de un
minibús, la historia de una muchacha a quien le cuentan que El Alto es
una ciudad bendita, aunque ella sabe que El Alto está lleno de putas,
de borrachos, de un montón de gente desocupada. El contar ese fenómeno
social acaba siendo una fuerza explosiva en el mundo de la literatura.
Por lo tanto, después de haber leído los cuentos y las poesías de los
alteños, me di cuenta que hay una inquietud por tratar de describir
esta realidad que no es la misma que la existente en la Hoyada, porque
en la Hoyada la gente de clase media escribe una literatura
clasemediera. Yo creo que, a diferencia de todos estos escritores, los
muchachos de las marginalidades en El Alto nos están queriendo contar
otras historias, esas historias que nosotros queremos conocer, esas
historias escondidas, vistas de sesgo, esas historias que Galeano nos
hubiese querido contar. Estos muchachos, a través del graffiti, del
manejo del lenguaje coloquial, están queriendo hacer una literatura
importante, así las editoriales no le den pelota, aunque los críticos
literarios no se acerquen a ellos. Estos muchachos algún día aparecerán
como apareció Víctor Hugo Viscarra, al que nadie le tiraba pelota; los
policías le destrozaron la nariz, la gente lo pateaba en la calle, las
señoras le escupían y, sin embargo, él iba haciendo una literatura
interesante, ahí están sus obras: "Borracho estaba pero me acuerdo",
"Alcoholatum & otros drinks", "Ch'aqui fulero"... Los mismos
títulos nos van diciendo un poco lo que ellas quieren contar, y
nosotros, quienes nos creemos intelectuales, queremos saber un poquito
más de qué se trata eso, porque habíamos leídos a Faulkner, a James
Joyce, habíamos leídos a autores tanto de América Latina como del mundo
entero, pero nos hemos olvidado de estos sectores marginales, donde
aparecen estos escritores que, de laguna manera, son los renovadores de
la literatura en un país, por eso pienso que la literatura que se está
haciendo en El Alto es una literatura potencialmente interesante, ya
verás cuando haga la antología rescatando a varios de estos escritores,
no a los ensayistas, porque hacer una antología de ensayistas es mucho
más complicado, pues el libro sería un mamotreto y se harían no sé
cuántos tomos. Entonces hay que tomar las cosas breves que escriben
estos muchachos y muchachas de ese mundo donde se mueven, y ahí hay una
inquietud increíble. Los muchachos de Yerba Mala Cartonera tenían a dos
que estaban metidos ahí, a Beto Crespo y Darío Luna, que tienen
también sus propios blogs, donde difunden literatura boliviana, donde
publican cosas que ellos mismos escriben, cosas que a ellos les
interesa y cosas que ellos quieren difundir.
Si
las grandes editoriales difunden lo que a las grandes editoriales les
interesa en el mundo comercial, que es escoger a un autor y poder ganar
dinero en base a su obra. Estos muchachos están haciendo exactamente
lo contrario, creo que están haciendo una literatura que se costea a sí
misma, una literatura verdaderamente válida, porque yo siempre he
creído que la verdadera literatura es aquella que circula de boca en
boca, aquella que circula de mano en mano; no es tanto aquel libro
carísimo que uno compra, con tapas de lujo, en las librerías, sino
aquel que está hecho de manera artesanal. El libro es importante cuando
un lector, después de leerlo, le pasa al amigo y le dice: "éste es un
hermoso poemario. Ahora léelo tú". Y cuando este amigo le pasa a otro.
Por lo tanto, este libro que gusta a la gente circula de mano en mano y
de boca en boca. Yo leí muchos libros de esta manera, aunque nunca me
enteré de su autor ni en la prensa nacional y menos en la internacional,
porque nunca apareció en las páginas literarias que hay en los
periódicos, porque nunca lo presentaron en la televisión ni en la
radio, pero que tiene una literatura increíble, impresionante...
Pienso
que ahí radica la riqueza de la literatura, cuando encuentras estas
joyas metidas en un cofre literario. Esto es como un verdadero
descubrimiento, pero no es el mismo descubrimiento cuando tú lees a
García Márquez, Vargas Llosa, porque estos escritores son
archiconocidos, son igual que Superman, Batman o Fantomas. Entonces lo
que nosotros queremos son nuevos héroes, nuevas historias, nuevas
aventuras, y los que sí saben contar estas cosas son estos muchachos,
que no se mueven en las élites literarias. Yo confío en estos muchachos
que crean sus pequeños talleres, sus pequeñas imprentas, donde ellos
mismos fotocopian, luego van y venden sus libritos en el mercado
popular. Para ellos es todo un triunfo, lo extraño es que en el mundo
comercial, visto desde una perspectiva capitalista, no se ve la obra
literaria de esta manera; la obra literaria que no está publicada como
tiene que ser, siguiendo determinados cánones, incluso con una
determinada cantidad de páginas, no está en las librerías más
importantes; es más, al autor famoso se lo maneja como a un muñeco,
como a un saltimbanqui, que tiene que ir a los canales de televisión, a
los periódicos y a las conferencias, para promocionar su obra, pero a
estos muchachos nadie los invita, así no estén haciendo una "mala
literatura" en relación a lo que nosotros conocemos, de manera oficial,
como la "buena literatura", porque entre buena y mala literatura existe
un problema muy subjetivo, a veces se ha catalogado como mala
literatura lo que sí era buena y nos han hecho pasar como buena, como
metiéndonos gato por libre, una pésima literatura, sólo porque algún
crítico dijo que había que leerla, y la recomendaba, y nosotros
teníamos que leerla.
-
Has hablado de las escritoras y los escritores alteños como
"escritores marginales", hablando tanto en sentido social como en el
sentido de dónde circulan sus obras ¿Cómo ellos y ellas crean y publican sus creaciones? ¿Y cómo encaran esta situación de exclusión editorial?
Los
escritores marginales crean su literatura a espaldas del mundo
comercial, están conscientes de lo que hacen, a ellos mismos les gusta,
ellos mismos se cagan de risa de las cosas que escriben, si otros más
se cagan de risa de lo que han escrito, estos escritores están felices,
doblemente felices, porque no escriben por imposición de una casa
editorial, que les diga que una novela debe tener más de 300 ó 500
páginas, para que sea considerada como una obra importante.
Los
escritores marginales se construyen a sí mismos, porque escriben en
absoluta libertad, no hay editorial que les imponga las normativas de
qué cosas van a escribir, tampoco ellos saben qué es lo que se vende y
qué es lo que no se vende, porque no les importa, porque no van a vivir
de su literatura. Ellos están conscientes de que se mantendrán en vida
ejerciendo otra profesión ajena a la literatura. En este sentido, hacen
literatura porque les gusta, porque ellos mismos se satisfacen en el
proceso de creación; algo que no ocurre necesariamente con los
"escritores fabricados" por una casa editorial que, además, les
consigue "correctores de pruebas" o algún periodista que escribe y
corrige muy bien los manuscritos. O sea muchos de los escritores
llamados "famosos" son fabricados por el mundo comercial de las
editoriales, a diferencia de los escritores que son llamados
"marginales", sin considerar que en la marginalidad se mueven, muchas
veces, los verdaderos escritores, que son verdaderas joyas que los
editores no saben descubrir.
Pienso
que la gran literatura, esa literatura que nos es comercial, pero
capaz de llegar con fuerza al lector, se crea en la marginalidad, el
problema está en saberla descubrir, ésta debería haber sido el trabajo
de los críticos literarios, de los académicos de las universidades, de
las editoriales, pero a las editoriales, como ya te dije, no les
interesa un escritor que vive en la calle, jodido, con la nariz torcida
y con un montón de cicatrices en la cara.
Sin
embargo, yo creo en la fuerza de la literatura marginal, por eso
quiero hacer una antología de poetas y narradores alteños; algo que no
se ha hecho hasta ahora. Lo único que se hizo, de manera dispersa, han
sido pequeñas antologías impulsadas por algunas organizaciones que
trabajan con asuntos culturales en la ciudad de El Alto, pero no una
antología completa, que considere lo mejor que se ha hecho en materia
de poesía y narrativa en esta ciudad joven y pujante, donde existe
mucho movimiento cultural aunque desconocido a nivel nacional.
- Hay un valor estético importante que destacar en esta literatura y en otras, ¿verdad?
Justamente.
De lo contrario, todos podríamos ser escritores, novelistas,
cuentistas o poetas, pero no es así, todos intentamos serlo pero no
podemos, esto es lo que nos diferencia a quienes gozamos del privilegio
de poseer esa capacidad natural de recrear el lenguaje de manera
estética, de hacer arte con la palabra escrita. En el caso de la
pintura, por ejemplo, no es lo mismo un Pablo Picasso que el pintor que
pinta las paredes de una casa. Ambos trabajan con pinturas y brochas,
pero uno pinta paredes y el otro pinta cuadros. Lo mismo sucede en la
literatura, no es lo mismo uno que escribe un ensayo sobre el
calendario aymara, que otro que escribe sobre el mismo calendario pero
con metáforas y en verso. Ya sabemos que ambos han usado la misma
computadora, las mismas palabras, el mismo diccionario, pero uno ha
usado la palabra de un modo estético, bello, artístico, y el otro ha
usado la palabra escrita como un vehículo de comunicación para
transmitir los resultados de su investigación.
En
la actualidad, los escritores bolivianos, al menos los que
corresponden a las últimas generaciones, están trabajando de manera
consciente con la palabra. Antes se escribía a vuela pluma y la novela
estaba lista en tres meses. A propósito de este tema, alguien me comentó
que en la ciudad de El Alto había un escritor que escribió tres
novelas en tres meses después de haberse tomado una botella de whisky.
Sea mentira o verdad, no es así como se crean las verdaderas obras
literarias, porque la creación es un proceso en el que vas trabajando,
poco a poco, en la construcción de la novela, en la configuración de
los personajes y vas jugando con las palabras, las frases. Es decir, es
un trabajo consciente en el que se crea y recrea no sólo el aspecto
ético del tema tratado, sino, sobre todo, el aspecto estético, que es
un elemento fundamental en toda obra literaria; es más, no es tan
importante el tema sobre el cual se escribe, sino el cómo se escribe.
Acá radica la diferencia entre un escritor y otro.
Perspectivas en torno a un proyecto como compilador: la Antología de narradores y poetas
-
Me comentabas el otro día que emprendes un trabajo como compilador.
Concretamente el proyecto de una antología de narradores y poetas ¿Cuál
sería el criterio para hacer estas antologías?
En
las antologías no voy a meter a ensayistas. Todos serán cuentos y
poemas que tengan, en primer lugar, un valor literario. Por otro lado,
estoy consciente de que no todo lo que uno escribe es de excelente
calidad. Si un autor ha escrito trescientos cuentos, es muy probable
que sólo algunos de sus cuentos sirvan para ser considerados en una
antología. Recuerdo que Octavio Paz, cuando se refería a sus obras
completas, decía que la obra poética de un autor es como un árbol, que
cuando viene el otoño, arranca las hojas y apenas una o dos quedan en
la rama del árbol, lo demás se lleva el viento. Lo mismo ocurre con un
autor que escribe diez libros de cuentos. No todos los libros son
buenos ni todos los cuentos son de antología. En el caso de Cortázar,
por citar un caso, pienso que uno de sus buenos cuentos es "El
perseguidor", porque a mi juicio destaca entre los demás cuentos que
escribió y considero que se trata de un cuento digno de figurar en una
antología.
El trabajo del antologador consiste en
buscar las joyitas que están escondidas entre las obras de un autor,
esas joyitas que luego van a constituir la antología, que presenta las
creaciones mejor logradas de cada escritor, si se considera que no
todos los cuentos son igual de buenos. Eso lo sabe cualquier escritor,
como cualquier artesano que hace muñecos de trapo, que constata que un
muñeco le salió mejor que los otros. En literatura ocurre exactamente
lo mismo, por eso Octavio Paz, que escribió innumerables poemas, decía
que de su obra quedarían para la posteridad sólo unos cuantos, porque
al resto se los llevaría el viento. Con todo, yo no soy quien para
juzgar la obra de Octavio Paz. Ese oficio se los dejo a los doctores de
la literatura, ya que mi oficio no es juzgar sino crear obras
literarias.
Los
autores que integrarán las antologías de poesía y narrativa, aunque
parezca extraño, se encuentran en la marginalidad, en la periferia. Ahí
lo encontré a Víctor Hugo Viscarra cuando elaboré una antología
titulada "El niño del cuento boliviano", en la cual están los mejores
cuentistas bolivianos contemporáneos. La marginalidad tiene su propia
expresión lingüística, sociológica, su propia explicación antropológica
e histórica, pues la literatura no es un fantasma que se mueva al
margen de un contexto social o una época determinada, por muy marginal
que sea.
La
obra literaria, de un modo consciente o inconsciente, es la expresión
del contexto social y la época que le toca vivir al autor. Mejor aún si
ese cuento o esa novela está escrita a partir de una experiencia
vivida en carne propia. Por ejemplo, no sería lo mismo para un
escritor, por muy genial que sea, narrar los episodios de una tortura,
intentando describir sobre cómo siente el preso y cómo se comporta el
torturador, que aquel escritor que ha sufrido en carne propia los
tormentos de la tortura. Un relato siempre es mejor cuando el autor
escribe desde su propia experiencia y no a través de voces prestadas.
Todos estos detalles marcan la diferencia entre unos y otros
escritores; por suerte, los lectores se dan cuenta cuándo un escritor
es más auténtico que el otro. Es como poner el oro y el bronce en una
balanza, el oro va a pesar más que el bronce, aunque ambos tengan el
mismo color. De eso se trata. El antologador debe parecerse al joyero,
quien sabe, a simple vista, lo que es oro y lo que es bronce.
Por
todo lo expuesto, la antología contemplará sólo a los escritores que
han creado obras literarias a través de la fantasía como factor
fundamental y no a través de los estudios académicos, que es otra cosa.
Para mí, escritores como Jesús Lara y Óscar Cerruto no entran en la
misma categoría que René Zavaleta Mercado y Carlos Montenegro, que
fueron grandes ensayistas, pero no novelista, ni cuentistas y mucho
menos poetas. Lo que a mí me interesa es esa otra literatura en la cual
se trabaja con la palabra, intentando crear situaciones y personajes
literarios.
La
literatura, con carácter estético, es una cosa y el ensayo es otra,
desde el instante en que requiere una bibliografía. Yo no me clasifico
en ese campo, aunque tengo ensayos, porque lo que más he hecho ha sido
cultivar la literatura que se mueve entre la realidad y la ficción. Para
mí no es lo mismo, por ejemplo, Volodia Teiltelboim que Pablo Neruda,
pese a que eran camaradas del mismo partido. Para mí, Neruda era el
poeta, el escritor, el creador, el inventor de la palabra y el
imaginario, que podía contextualizarte un texto determinado en una
realidad determinada, la que él concebía a través del juego de las
palabras. En cambio Teitelboim siempre ha hecho ensayos, en los cuales
contemplaba la situación política, económica y cultural de Chile desde
su propia perspectiva. A Teitelboim no lo considero un escritor de la
misma categoría que Neruda.
En
la ciudad de El Alto hay muchísimos ensayistas que están escribiendo o
reescribiendo la historia de Bolivia desde su propia perspectiva, hay
muchísimos sociólogos, antropólogos, abogados, etc., que están
dedicados a la creación de este tipo de obras, pero para mí la
literatura es otra cosa, la literatura es novela, cuento, poesía, es
allá donde el autor recrea la realidad con la fuerza de la invención y
la fantasía. El ensayista no hace eso, el ensayista no tiene por qué
inventar nada, tiene que intentar ser fiel a una realidad que trata de
contemplar en su obra; el escritor de literatura, en cambio, tiene la
libertad no sólo de crear sino de recrear una realidad a partir de su
propia imaginación. Ésta es la diferencia que yo encuentro también
entre los creadores en el contexto boliviano. Ahora bien, en el país
existen y existieron ensayistas excelentes, como Marcelo Quiroga Santa
Cruz, quien escribió no sólo ensayos, sino también novelas, como esa
novela existencialista que es "Los deshabitados". Marcelo Quiroga
escribió además poesías, eso lo tenía a caballo entre el ensayo
político y la literatura.
Lo
que yo estoy queriendo hacer en El Alto es, justamente, rescatar esa
parte que tiene que ver con la literatura, y la literatura tiene que
ver con las novelas, los cuentos, los relatos y las poesías. Por lo
tanto, esos son los escritores que me interesan. Los otros son
ensayistas y de ésos tenemos un montón en El Alto.
Los procesos de cambio social y la literatura marginal
-
En este proceso de cambio social en Bolivia, de luchas sociales,
políticas, étnicas, pero también de redescubrimiento literarios de los
pueblos, de las personas del pueblo, ¿dónde se ubica tu propia
literatura?
La
literatura mía es también una literatura marginal, yo siempre me he
considerado un escritor marginal, creo que les hice saber eso a los
muchachos de Yerba Mala Cartonera, sobre todo a Beto Crespo, porque yo
estaba viajando a los EEUU, me estaban invitando para que fuera a dar
unas charlas sobre literatura boliviana, y le comenté a él, por correo
electrónico, que yo estando en los EEUU hablaría en los círculos de
literatura sobre la literatura de la que justamente estoy hablando
ahora, la de estos muchachos cartoneros, de esta gente marginal, que no
encuentra editores, que no encuentra muchas veces a su público, porque
no hay cómo viavilizar su literatura. A mí la literatura marginal
siempre me ha interesado porque, en vez de leer un "bestseller",
prefiero leer a un muchacho cuya poesía lo publicaron de manera extraña
y que se publicaron solamente 50 ejemplares, y cuando un ejemplar me
llega a las manos, es algo que leo inmediatamente, mucho más que leer
un "bestseller" que, además, cuesta mucho más caro y me metieron con una
propaganda hecha, porque hay que considerar que la literatura es como
un paquete comercial, como un paquete de Navidad y que no sabes qué es
lo que contiene adentro, aunque por fuera se vea muy bonito, bien
empastado y con sus cintas y, de paso, con un regalito más que acompaña
al libro. Entonces, la gente compra estas cosas para darlo como regalo
a un amigo o un pariente, en cambio yo prefiero leer mucho más esa
literatura marginal.
Te
cuento, de pasadita, que yo mismo di un aporte para financiar uno de
los primeros libros de Víctor Hugo Viscarra, que lo estaba publicando
Manuel Vargas, que era su editor y es el editor de la revista
"Correveidile". Yo le decía a Manuel Vargas que confiaba mucho más en
un autor como Viscarra que en un escritor comercial creado por el mundo
editorial, porque Bolivia es un país donde también se fabrican
escritores, los escritores no siempre son buenos cuando los conocemos,
nos los hacen pasar por buenos porque en Bolivia, como en Chile,
Argentina y en el mundo entero, las editoriales comerciales van tras las
ganancias, los dividendos. Es decir, no le interesa tanto la calidad
de la obra literaria, sino que una obra literaria cumpla determinadas
funciones para poder llegar a los lectores, con una literatura "light",
para que la gente pueda leer en masa y se pueda ganar mucho dinero,
porque no vas a ganar mucho dinero si vas a contar, como lo hizo
Alcides Arguedas en "Raza de bronce", sobre una comunidad del lago
Titicaca, porque aparentemente esta literatura no les interesa en
Europa ni el resto de América Latina. En cambio yo pienso a la inversa,
por eso cuando un periodista me preguntó cómo veía el futuro de la
literatura boliviana, yo le contesté que el futuro de la literatura
boliviana estaba en el pasado, y él me preguntó: ¿cómo? Y yo le
contesté: fácil, porque no hemos escrito todavía una buena novela, un
puñado de cuentos ni un poemario, que nos recree nuestro pasado
histórico. Yo quisiera saber si existe una novela basada en la
biografía, por ejemplo, de Atahuallpa, Tupaj Katari o Bartolina Sisa.
Claro que existen algunas novelas que se escribieron sobre lo que fue la
Guerra del Chaco, la del Pacífico, lo que fue la Guerra del Acre, lo
que fue la Revolución del 52, pero no hay esa gran novela que describa
un proceso histórico completo, hay algo que se frustra también en otro
contexto, debido a factores concretos e imprevisibles. En el caso de
Chile, cuando Baldomero Lillo está escribiendo sobre la masacre de
Iquique, que sucedió en la escuelita Santa María, le sorprende la
muerte y la novela queda a medias, es una novela trunca. Sin embargo,
él conocía de cerca el mundo minero porque trabajó como pulpero en las
minas del norte chileno.
- Tú tienes también obras que abordan el tema minero. ¿Qué puedes decir sobre eso?
He
escrito sobre las minas porque es una realidad que conozco. Mi libro
"Cuentos de la mina" está dedicado al mundo trágico, combativo, pero
también mágico, donde uno de los personajes centrales es el Tío de la
mina, ese ser mitológico que forma parte de la cosmovisión andina y
sintetiza el sincretismo entre las creencias paganas de nuestras
culturas ancestrales y la religión católica llegada de Europa a través
de la circunnavegación con Colón. El Tío es la combinación de estos dos
elementos que se dan en las minas, te concretiza, de alguna manera,
las dos visiones que se tienen del hombre, el mundo y el universo; la
concepción católica, por una parte, y la ancestral, por la otra, pero,
además, este personaje sintetiza el problema del mestizaje entre los
habitantes de Europa y América; estos elementos contemplo desde el
punto de vista literario, porque no estoy haciendo antropología, esto
corresponde a los antropólogos, sociólogos, arqueólogos, historiadores;
la función mía es tratar de contar el mundo mágico, el mundo de las
leyendas y los mitos que envuelve un poco a este personaje que envuelve,
a su vez, al mundo de las minas. Cuando le decía a este periodista que
el futuro de la literatura boliviana está en el pasado, me refería, en
parte, al Tío de la mina que, por supuesto, también será un personaje
del futuro. No obstante, alguien dijo por ahí que Montoya sigue
escribiendo sobre cholitas despistadas, sobre las minas, sobre temas
que corresponden al pasado. Pero no es cierto, porque cuando las minas
estén agotadas en Bolivia, cuando se hayan cerrado los socavones,
cuando realmente haya una relocalización de veras y las minas ya no
produzcan riquezas, entonces nuestros hijos, los hijos de nuestros
hijos, los historiadores, sociólogos y antropológicos del futuro
tendrán que recurrir a estas obras para saber cómo había sido la vida
en las minas y en qué creyeron los mineros, quién era el Tío de la
mina, porque estas obras retratan, desde la cosmovisión andina, el
mundo sociocultural en las minas. Por lo tanto, en estas obras seguirá
vigente esta realidad dantesca y dramática de los trabajadores del
subsuelo, y serán valiosas fuentes para quienes quieran saber cómo eran,
por ejemplo, las minas en Potosí; esa ciudad que tenía mucho más
habitantes en su época de esplendor colonial que Londres, París o
Buenos Aires, y que hoy es un pueblito pero con una gran historia. Por
eso creo que la gran literatura boliviana del futuro está en el pasado,
en escribir lo que no hemos escrito hasta ahora.
Si
yo abordó la temática minera no es debido a que el tema sea importante
en sí mismo, ya que en Bolivia, un país minero por excelencia, han
existido varios cultores de esta temática, aunque ninguna de estas
novelas o cuentos están considerados como excelentes creaciones
literarias. Carlos Fuentes, en cierta ocasión, refiriéndose a las
novelas del ámbito minero, manifestó que no bastaba con escribir sobre
los mineros para que una obra sea trascendental, ya que lo más
importante era escribir bien. Lo cierto es que en Bolivia han existido
muchos escritores de la pequeña burguesía, que se fueron a las minas
para observar la vida del minero y, a partir de esa experiencia, han
escrito pensando que con esas obras iban a hacer la revolución
nacional, pero no, con las obras literarias no se hacen revoluciones ni
se cambian sistemas políticos. Lo fundamental en una obra literaria
radica en la parte estética, en la forma cómo está escrita.
- ¿Cómo defines la literatura respecto a los cambios que se están suscitando en América Latina?
Pienso
que estamos viviendo un proceso histórico interesante en América
Latina, y creo que Galeano lo confirmaría, porque recién estamos
escribiendo nuestra propia historia. Lo que pasa es que los poderes de
dominación nos metieron gato por liebre también en eso, nos inventaron
caudillos y nos inventaron libertadores, nos inventaron a líderes que
no eran los nuestros, ya que los nuestros estaban escondidos y vivían
en el submundo, se escondían, si tú quieres, bajo tierra para evitar los
látigos del colonialismo, pero no estaban muertos sino vivos, eran
como las semillas de una planta, que estaban bajo tierra, pero que un
día empezaron a echar raíces y tallos, que empezaron a echar hojas,
flores y frutos. Estamos en ese proceso, y el proceso que vive gran
parte de América Latina está expresando esa realidad, que tiene que ver
con esas culturas ancestrales rezagadas, menospreciadas, que han
esperado en la cola de la historia durante más de quinientos años, pero
que ahora empiezan a tener voz propia. Hoy mismo se está
promocionando, por ejemplo, un concurso de literatura en lenguas
originarias. Hace poco ganó una muchacha potosina que escribió una
novela titulada "Sumaj Orq'o", que quiere decir "Cerro Rico", en
quechua. Todo esto indica que estamos viviendo un proceso de cambio
que, en cierta medida, también le va a servir a la literatura, porque
vamos a empezar a conocer y reconocer aquella literatura que antes no
estaba aprobada ni pasaba por los medios de comunicación, porque los
doctores de literatura no se ocupaban de ella, porque la crítica
literaria estaba embebida en otras cosas, menos en esto que siempre se
ha visto como algo malo, como algo feo, como algo pésimo.
La
promesa del futuro está entre los muchachos que están haciendo una
literatura que yo llamo marginal. Son ellos los creadores de la
verdadera literatura, de esa literatura nacional que va tener su propia
cara, su propio color, su propia identidad, porque hasta ahora, los
escritores en Bolivia, y creo que en América Latina, hemos tratado de
copiar a escritores anglosajones, hemos tratado de no hacer una
literatura nacional, debido a que la considerábamos muy indigenistas,
muy obrerista, muy marginal, y queríamos aprender de los escritores
franceses, ingleses, etc. Hoy estamos viviendo una nueva etapa que le
va servir también a la literatura, no desde la perspectiva económica,
pero sí desde la perspectiva histórica y social; lo que se está
haciendo hoy es una literatura que te expresa, de veras, lo que las
grandes mayorías viven, piensa y sienten, pero esto no quiere decir que
esta literatura te va a ayudar a cambiar el proceso histórico y
político, no, yo pienso que la literatura no se hace para provocar la
revolución, nosotros no hacemos la revolución leyendo novelas, cuentos o
poesías, porque si vamos a creer que la poesía tiene esta virtud, la
poesía de Neruda podía haber volteado a la dictadura de Pinochet. Por
lo tanto, así la poesía sea excelente, la poesía no puede hacer mucho
contra los sistemas de poder. La literatura cumple el simple rol de ser
el testimonio de una época, es la voz viva del autor, quien trata de
reflejar, a través de su obra, la época que le toca vivir, el contexto
en el que está viviendo. La literatura no tiene más virtud que ésa, y
la de recrear ese tiempo libre que tiene el lector, cuyo gusto estético
le va a llevar en las alas de la imaginación a otros rumbos, a otros
mundos, a cosas que el mismo lector no se imagina. El lector va siendo,
en este contexto, un cómplice secreto del autor, porque va descubriendo
lo que el autor le quiere mostrar, dándole las pautas del camino para
que luego el mismo lector pueda seguir hasta encontrar sus propias
conclusiones al final de la lectura de un cuento o de una novela.
Literatura y luchas/resistencias sociales
- Escuché que la literatura tendría una función histórica y social
Definitivamente,
la literatura refleja un contexto social y una época, como en mis
"Cuentos en el exilio". Sin embargo, espero que nunca más se den
exilios en América Latina. Este libro refleja una etapa de la historia
latinoamericana, porque hay miles, quizás millones, de compañeros y
compañeras que salimos de nuestros países asolados por las dictaduras
militares, y que los escritores exiliados seguíamos escribiendo sobre
el drama de nuestro continente; es más, la literatura no puede estar
acorralada en un solo país, ya que posee la magia de atravesar
fronteras y traspasar vallas.
En
mi libro "Cuentos en el exilio" se retrata una época que les tocó vivir
a los latinoamericanos durante las dictaduras militares, son cuentos
que tiene que ver con las atrocidades por las cuales hemos pasado
quienes fuimos presos políticos, quienes fuimos torturados y exilados,
para que nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos sepan el porqué
su abuelo había estado en la cárcel y el exilio, para que los hijos de
los exiliados sepan el porqué nacieron fuera de América Latina.
Entonces, como comprenderás, la literatura tiene la potestad de
reflejar una determinada época, un proceso histórico determinado. Por
eso mismo, pienso que la literatura tiene fuerza cuando está anclada,
como una nave en un puerto, en una realidad social e histórica, pues lo
que está anclado en un contexto determinado queda ahí y forma parte de
una realidad que, tarde o temprano, será motivo de estudios en las
casas superiores de estudio. Sin ir más lejos, cabe mencionar que se
han realizado ya tres tesis de licenciatura sobre mis "Cuentos
violentos", dos en EEUU y uno en Brasil. En las tesis se revela lo que
fueron las cámaras de torturas en el cono sur de América Latina, se
mencionan las intervenciones militares en las minas, la masacre minera
en la noche de San Juan, el golpe de Estado de 1971, etc.
En
"Cuentos violentos" se relata, de manera literaria, la etapa más
sombría de la historia boliviana. Y en este contexto no se ha escrito
mucho, quizás sea el único escritor boliviano que ha pasado por las
mazmorras de la entonces dictadura y que he sufrido las torturas tanto
físicas como psicológicas, y que, además, a modo de terapia, he escrito
un libro de relatos de primera mano, como una suerte de testimonio
personal. El libro ha despertado mucho interés, incluso ha sido
traducido al inglés, alemán, y se espera la traducción a otros idiomas,
ya que el libro no sólo sirve como material de lectura para los hijos
de exiliados, sino también para los lectores que, por su grado de
conciencia política y compromiso social, tienen interés por adentrarse
en los crímenes cometidos por la dictadura militar en Bolivia.
Los
trabajos de licenciaturas que se están realizando en torno a este
tema, tanto dentro como fuera de América Latina, me dan a entender que
la escritura no es un oficio en vano, sino que puede servir como
testimonio de una época, como un trampolín para los estudiosos del
tema, como los literatos, sociólogos, historiadores y antropólogos,
quienes se basan en estos cuentos para conocer más de cerca esa
realidad que les interesa y preocupa, y mis cuentos están para eso, como
las novelas y los cuentos de varios escritores chilenos, uruguayos o
argentinos, que han vivido en el exilio y han escrito sobre las
experiencias que les tocó vivir durante las dictaduras, como Volodia
Teitelboim, Eduardo Galeano, Isabel Allende, Mario Benedetti y Ariel
Dorfman, entre tantos otros.
En
Bolivia soy uno de los pocos escritores que han escrito sobre el tema
de la represión política, la tortura y el exilio. Cuando escribí
"Cuentos violentos", por otro lado, lo hice para saldar cuentas con los
fantasmas de mi pasado, para dejar atrás la etapa cruel que me tocó
vivir en carne propia. Entonces mis cuentos son una suerte de chivos
expiatorios, que me permitieron y me permiten aliviar los dolores del
alma y fortalecer la conciencia, pero también para recrear ese pasado,
con la intención de que los crímenes no queden impunes y, en el mejor
de los casos, para advertir a las futuras generaciones que, en nombre
de la justicia social, no se deben admitir más dictaduras, ni torturas,
ni exilios. Con todo, sigo siendo un escritor marginal.
-
Hablamos de los escritores y escritoras marginales de El Alto, y en tu
caso la "marginalidad" ¿también se debe a que no publicas en grandes
editoriales comerciales, a la temática de tus obras o a qué?
Marginal
por varias razones, pero ante todo porque soy de ascendencia obrera,
mi padre ha sido minero, muchos de mis parientes han sido mineros,
algunos han muerto en las minas y a otros los asesinaron por ser
dirigentes sindicales; y porque siempre me he sentido identificado con
las capas más desposeídas y marginadas de la sociedad, lo que me ha
permitido abrazar una corriente política de izquierda. De alguna forma
había que terminar con las injusticias, por las buenas o por las malas,
así que me vinculé a una corriente política que reivindicaba la lucha
armada, pues no podía seguir viendo las discriminaciones raciales y
sociales que veía desde niño; la situación paupérrima de las amas de
casa que no tenían pan para darles de comer a sus hijos, a hombres
desocupados que no tenían techo donde vivir; en fin, el contexto en el
que viví, rodeado de pobreza y discriminación, me condujo hacia las
corrientes de izquierda y los pensamientos libertarios; más todavía, de
muchacho empecé a creerme que era el Llanero Solitario, ese personaje
enmascarado de la revista de series que, revólver al cinto y látigo en
mano, podía terminar con las injusticias del género humano.
Esos
mismos sentimientos hicieron que, de un modo intuitivo o
subconscientemente, me vincule a las luchas del movimiento obrero y
campesino, y, de alguna manera, soy una expresión viva de esos
sectores, de esas capas sociales. Aunque soy un escritor de clase media,
debo confesar que mis ideales, mi corazón y todo lo demás, están
siempre con los de abajo, con los sectores más excluidos y necesitados.
En cambio los de arriba siempre han sido las élites cantantes y
sonantes en un país como el nuestro, y estas élites han sido las que
han manipulado no sólo la historia, sino también la literatura. Ellos
han escrito la historia oficial de América Latina y ellos han
determinado, según su criterio, lo que es buena literatura y lo que es
mala literatura, como si fuesen pequeños dioses.
Por
otro lado, yo nunca formé parte de una generación determinada de
escritores bolivianos ni pertenecí a ningún grupo literario en
particular. Me desarrollé como escritor boliviano en Suecia, aislado,
escribiendo en español mientras vivía en un medio donde se hablaba el
idioma sueco y, como si fuese poco, escribiendo una obra que corría el
riesgo de perderse en el polvo del olvido.
- El exilio es una especia de marginación también.
Sí,
pero también el hecho de ser marginal me hizo, por otro lado, un gran
favor, porque me dio la posibilidad de que, estando en Europa, aprenda
otras lenguas, estudié y me establezca como escritor, porque cuando
decidí retornar a Bolivia, después de treinta cuatro años de ausencia,
retorné convertido en escritor y decidido a seguir abogando por los de
abajo, para seguir siendo la voz de los sin voz o, al fin y al cabo,
para seguir siendo un modulador de voces anónimas, para hacer lo que
siempre he tratado de hacer de manera colectiva, como las antologías
que elaboré de cuentistas y poetas bolivianos, de cuentistas
latinoamericanos en Suecia, como ahora que estoy empeñado en elaborar
las antologías de poetas y narradores de la ciudad de El Alto. Todo
esto demuestra un poco la solidaridad de este escritor que se ocupa
tanto de los demás y tan poco de sí mismo.
Esa
actitud solidaria de mi parte, me ha llevado siempre a pensar muchos
más en los otros, en ayudar a los otros, en saber cómo podemos
rescatarlos y salvarlos del olvido, pues siempre he rechazado la ley de
la selva, el sálvense quien pueda, porque sé que los únicos que se
salvan en medio de la vorágine son los más fuertes, como sé que el pez
grande se come al más chico. De modo que siempre he sido partidario de
la teoría de que si todos nos agarramos de las manos, podemos salvarnos
todos, y creo que valdría la pena. Por lo tanto, las antologías que
elaboré, sin que nadie me premiara, son una expresión de mi forma de
pensar, de esa solidaridad que siento por los demás, un pensamiento y
personalidad que no me ha cambiado el exilio, ni la cárcel, ni las
torturas.
El
concepto de solidaridad forma parte de mi personalidad, sigue estando
dentro de mí. Además, quiero que sepas que no tengo interés de escalar
posiciones sociales ni querer ser un político profesional, porque la
literatura no está hecha para quienes quieren convertirse en ministros,
diputados, senadores, presidentes o embajadores. La literatura es otra
cosa, es un arte noble que se ejerce no para conseguir puestos
públicos. Es decir, no se escribe para que uno sea más importante que
los otros, sino por una necesidad existencial. Siempre he pensado que si
Kafka escribió "La Metamorfosis", "El Proceso" o "El Castillo", lo
hizo porque de alguna manera deseaba vivir otra vida distinta a su vida
cotidiana, esa vida donde se sentía, prácticamente, como una
cucaracha, como él cuenta en "La Metamorfosis". Kafka, a través de su
obra, quería expresar su rechazo y rebelión contra un sistema
patriarcal, autoritario, jerárquico, contra un sistema omnipresente en
el cual se sentía como un bicho inmundo.
Yo
creo que los escritores como Kafka, Saenz, Arturo Borda, entre otros,
escribieron por razones existenciales. Víctor Hugo Viscarra, por
ejemplo, no escribió para que lo nombren catedrático en la Universidad
Mayor de San Andrés (UMSA) o para que le aplaudan sus amigos borrachos.
Pienso que él escribía porque quería contar sobre la realidad del
submundo paceño. Esto lo convirtió en un escritor auténtico, no se hizo
escritor para ser más importante, para que lo nombren "doctor honoris
causa" o para aparecer en los periódicos importantes de la prensa
nacional o en las pantallas de la televisión. Cuando hay escritores que
escriben por una necesidad existencial, éstos se diferencian de una
manera muy natural de quienes escriben para asumir una pose de
intelectuales.
- ¿Esto quiere decir que hay, como se dice "escritores y escritores"?
Por
supuesto que sí, hay escritores y escritores. Hay escritores que han
creado muchas obras y te dicen que no han creado nada, y hay escritores
que han escrito apenas un librito y se presentan como grandes autores.
Todo esto contrasta un poco con la visión que tengo de la literatura y
los escritores. La literatura, en mi visión, va surgiendo y se va
creando al fragor de la vida cotidiana, por eso creo en esa literatura
que hacen los escritores jóvenes en El Alto, quienes tienen su propia
editorial artesanal, donde fotocopian sus poemas y cuentos, y luego los
pegan página por página para venderlos en los mercados. Eso me
interesa. Eso hacía Saenz, del que ahora todo el mundo habla. Saenz,
después de emborracharse tres meses, escribía sobre los temas
arrancados de su propia vivencia, así resultaron sus libros: "La
noche", "Los cuartos" y muchos otros, como "Felipe Delgado"; en fin, en
un principio no le tiraban mucha pelota, pero él supo crear un
misticismo en torno suyo, que ahora llama mucho la atención, creó
también una buena poesía y una buena prosa que atrae, sobre todo, a la
gente joven.
Lo
extraño del caso es que hoy en día las editoriales viven de sus
libros. Hay un montón de editores que se aprovechan del hecho de que
Saenz no dejó herederos de sus libros. Se sabe que tuvo un hija, que
vive en Alemania, pero a quien le debe importar muy poco los derechos
de autor de su padre. Entonces, no es casual que los editores empiecen a
publicar las obras de Saenz en ediciones de lujo. Se puede decir que
Saenz, quien en vida desafió al establishment desde la marginalidad,
ahora es un escritor de lujo, de culto, aunque nunca dejó de ser más
orgulloso que el demonio para dar entrevistas, porque el tipo se creía
más importante que la mayoría de los escritores nacionales y
extranjeros. Saenz capta la atención de los lectores y los editores se
dan cuenta que hay dinero en sus obras. Lo jodido es que este autor se
murió en la miseria, en la inanición como se murió Víctor Hugo
Viscarra, quien no tenía ni siquiera dónde caer muerto. Así como ellos
se murieron otros grandes escritores no sólo en Bolivia, sino también
en Chile, Argentina, Perú, etc.
Si
alguien me dijera que José María Arguedas o Ciro Alegría fueron menos
importantes que Vargas Llosa, sería una afirmación que lo pondría en
duda. José María Arguedas, quien acabó quitándose la vida, es cierto
que fue incomprendido en su época, pero hizo un análisis acertado de la
sociedad peruana, como José Carlos Mariátegui. Entonces no podemos
aceptar todo lo que nos entregan los grandes premios literarios, como
el Nobel en Suecia o el Cervantes en España. Es decir, por qué tengo que
leer a Vargas Llosa sólo porque le otorgaron el Premio Nobel de
Literatura. ¿Por qué no puedo leer a los otros? ¿Quién dijo que no hay
que leer "Los ríos profundos"? ¿Quién dijo que no hay que leer "Yawar
fiesta"? ¿Quién dijo que no hay que leer "El zorro de arriba y el zorro
de abajo"?, o sea… Allí tenemos una gran literatura como la que
siempre hemos tenido también en Bolivia, pero… Ya te dije que las
élites pensantes, los tecnócratas de la educación, te meten un cierto
tipo de libros como textos de estudio en las escuelas y colegios, pero
que no siempre son las novelas, ni los cuentos, ni la poesía, que gusta a
los estudiantes.
A
nosotros nos gustan siempre los libros que, por lo general, están
fuera de los textos escolares que nos dan en la escuela. No tenemos
preferencia por los libros que hemos leído en la escuela, ni en el
colegio, sino por esos otros libros que no están contemplados dentro
del programa educativo. Por lo tanto, creo que debemos hacer una
revisión sería de lo que es literatura y literatura. Afortunadamente,
los lectores sabemos distinguir entre lo cierto y lo incierto, entre lo
oscuro y lo claro, entre lo malo y lo bueno.
Los
lectores escogen el libro que quieren leer y no siempre leen los
libros que han sido premiados, sino los que no han sido premiados y
vienen de la marginalidad, por eso es que pienso que la literatura
marginal, a pesar de los pesares, es una literatura importante, tiene
fuerza en sí misma, como el indio callado, que parece débil, pero es
fuerte por dentro, que tiene orgullo de sí mismo, de sus ancestros,
aunque agacha la cabeza cuando le miras de frente. Esta comparación, de
todos modos, es una simple metáfora para comprender el fenómeno que
estamos tratando en esta entrevista.
Nota : El Alto
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