Wiphala

El parágrafo II del artículo 6 de la Constitución vigente introduce a la wiphala entre los símbolos del Estado boliviano junto a la bandera tricolor, el Himno Nacional, el escudo de armas, la escarapela, la kantuta y la flor del Patujú.
Como cuando se promulgó la nueva Carta Magna yo no había terminado de digerir las razones que determinaron el diseño de las tres banderas bolivianas (la de 1825, la de 1826 y la de 1851), la decisión sobre la wiphala me produjo una indigestión histórica.
Mientras el país todavía estaba conmocionado por los sucesos de La Calancha, en octubre de 2008 tenía la cabeza metida en algunos libros bolivianos de historia y en ninguno encontré referencias al origen de la wiphala.
Según los indianistas, los restos de tejidos multicolores encontrados en excavaciones arqueológicas constituyen indicios del origen de la supuesta bandera andina cuyo diseño sería una interpretación de los siete colores del arco iris y los cuatro que correspondían a cada una de las naciones del Tawantinsuyo. Otras vagas referencias son el hallazgo de un objeto similar a una bandera en una tumba de 800 años de antigüedad en Chanqay, Perú; el de una pintura en roca en Wantirani, Departamento de La Paz, y una supuesta wiphala en los tejidos preincaicos de Coroma, Potosí.
Tomando en cuenta que se trata de un documento existente —y es, por tanto, una prueba material— mayor credibilidad merece la walqanka que está en la “Nueva Crónica y Buen Gobierno” de Felipe Guamán Poma de Ayala.
Pese a ello, el Congreso de la República del Perú publicó en su boletín número 59, del 23 de junio de 2004, esta inquietante aclaración: “El origen de la mencionada bandera es tan sólo una invención del siglo XX. Una investigación publicada en el diario El Comercio señala como su autor al ingeniero Raúl Montesinos Espejo, dueño de la radio Tahuantinsuyo, quien en 1973 la utilizó al conmemorar el 25 aniversario de su radioemisora. Luego su uso se fue extendiendo, razón que llevó en 1978 al alcalde del Cuzco, Gilberto Muñiz Caparó, a declararla como emblema de su ciudad”.
Además de esa versión oficial, muchos historiadores insisten en señalar que la wiphala tiene origen en la bandera ajedrezada de los tercios españoles del rey Carlos I como la serie de pinturas de los denominados Ángeles de Calamarca.
Pero si los arcángeles arcabuceros no convencen, hay otra prueba gráfica que está en el Museo de América de Madrid: se trata del cuadro “Entrada del Virrey Morcillo a Potosí”, de Melchor Pérez de Holguín, en el que se puede ver al templo de San Martín en cuyas torres flamean dos wiphalas.
Tomando en cuenta que el cuadro fue pintado en 1718, en una colonia española racista, discriminatoria y esclavista, ¿podemos aceptar la tesis de que sea un emblema indio?
La historiadora peruana María Rostworowski Tovar de Diez Canseco pide separar “las cosas verídicas, serias y reales, de las tonterías. Es momento de hacer un deslinde y rectificar porque está tomando cuerpo una cosa que no es histórica”. Y, para rematar, lanza esta frase: “Le doy mi vida, los Incas no tuvieron esa bandera. Esa bandera no existió, ningún cronista hace referencia a ella”.

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