Es las dos de la madrugada del histórico miércoles 13 de octubre: El martes a horas 19.00 debía empezar a escribir estas líneas, pero todos mis sentidos estaban pegados a la pantalla de TV Chile siguiendo el operativo de rescate de los 33 mineros, donde uno de ellos, el boliviano Carlos Mamani, fue protagonista. El presidente Sebastián Piñera, después que ascendió desde la profundidad de la tierra el primer minero —en la cápsula Fénix— dijo: En estas circunstancias uno aprende a distinguir lo que vale y no la pena. A veces uno pierde la fuerza en lo que no vale la pena.
En este momento en que los periodistas hacen espíritu de cuerpo para defender la libertad de expresión junto a los propietarios de medios, sus patrones, como diría René Zabaleta —si rescribiendo el Desarrollo de la Conciencia Nacional—, vale la pena escribir estas líneas.
Recuerdo, cada uno de los 18 años de mi vida dedicada —día y noche— al ejercicio del periodismo. Siempre caminando o como se dice en la jerga de los periodistas, taloneando, acompañada de mis mejores herramientas: una grabadora, una libreta, un bolígrafo y un buen libro. Recorrí todo el país trabajando, compartiendo, pero, sobre todo recogiendo insumos para leer e interpretar la realidad nacional.
Quienes nacieron y vivieron el final del siglo XVIII y hasta 1952, vieron la construcción y destrucción del Superestado de Patiño, Hoschild y Aramayo y sus huayra-levas. A través del voto calificado, que reconocía la ciudadanía sólo a quienes tenían tierras, se ignoró a mujeres e indígenas de la participación y la construcción del Estado boliviano. La oligarquía no sólo eran dueños de la riqueza minera, eran dueños de la libertad de expresión, de prensa y de opinión. Patiño era el mayor accionista de El Diario, La Razón era parte de la Compañía Aramayo y Hoschild sostenía Ultima Hora. Los Tiempos era de la familia Canelas dueños de grandes extensiones de tierras en Cochabamba.
La dictadura impone la ley de imprenta
Carlos Montenegro, laureado en 1943 por la Asociación de Periodistas por su ensayo Nacionalismo y Coloniaje resume en una frase el papel que ejercieron los periódicos de la oligarquía en el Superestado: “la prensa de la época aparece, llena de iniciativas encaminada a enajenar los bienes de país”. Pero, esta prensa entre 1914 y 1927 se enfrentó a la que se denominó prensa obrera. A la luz de la Tercera Internacional que proclamó Proletarios del mundo unios, en Bolivia nació la Federación Obrera de Trabajadores (FOT-1918) de la cual Arturo Borda, sería su dirigente junto con Carlos Mendoza. Con la FOT se crearon otras organizaciones como la de los gráficos, de los tranvías, eléctricos, floristas y etc. La emergencia del comunismo alentó, también, la creación de varios impresos —periódicos, revistas y pasquines—, entre ellos: La Acción, La Fragua, Albatros Ferroviario, Inti, pero sobre todo, Bandera Roja, todos, la voz de los oprimidos.
En 1920, Bautista Saavedra tomó el poder apoyado por una Junta de Gobierno. En medio de la pelea entre liberales y republicanos, los trabajadores y la prensa obrera —caracterizada por ser anarquista, anticlerical y defensora de las riquezas del país— adquirieron protagonismo. Saavedra, inteligente y astuto como era se dio cuenta y rápidamente compiló los 17 decretos y leyes de imprenta que se habían elaborado desde 1826 hasta 1900. El 17 de julio de 1920 promulgó el Decreto Supremo que puso en vigencia el nuevo cuerpo jurídico se denominó Reglamento de Imprenta, este establecía responsabilidades, sanciones y la jurisdicción penal para los delitos de imprenta. Cinco años después, vele decir, el 19 de enero de 1925 el Reglamento se elevó a rango de Ley y fue difundido como la Ley de Imprenta, aplicada hasta hoy.
Como emergencia de la puesta en marcha del Reglamento, la Federación de la Prensa celebró su primer congreso, protestó tibiamente pues, sus componentes eran una rosca de periodistas de los periódicos de la oligarquía, Saavedra había ordenado la persecución de dirigentes sindicales y el desconocimiento de organizaciones. La Razón, El Diario y los otros medios de la oligarquía apenas aludieron, entre líneas, la promulgación del Reglamento.
Bautista Saavedra sabía que el Reglamento preservaba los derechos de la prensa oligárquica, pero, sonó la campaña para callar y detener el asenso de la prensa proletaria, que se expresaba a través de la más rancia intelectualidad.
Una muestra de que no podía matar a la prensa obrera, sin matarse con ella, fue la que se dio en 1922 en los periódicos El Ferrocarril y El Republicano. En el primero de corte obrero y en el segundo aliado a su partido el Republicano se incluyo en su edición una Página Obrera Socialista dirigida por el dirigente de la FOT, Justo Valenzuela. Guillermo Lora, al referirse a esto dijo: a Valenzuela no le interesaba mucho que el periódico exprese las ideas del Partido Republicano, dirigido por el inteligente periodista rosquero Demetrio Canelas... Hay que reconocer (que a Canelas) le distinguió una invariable tolerancia a todas las ideas, incluso a la de sus adversarios más recalcitrantes.
Bautista Saavedra dejó el poder en 1925, pero la prensa obrera continúo siendo su pesadilla, porque nunca le perdonó haber ejecutado la masacre de Uncía.
Oscar Cerruto, Rafael Reyeros, Julio Ordóñez y Avelino Siñani, el 24 de enero de 1927, publicaron el primer número de Bandera Roja. En su rótulo, el periódico se identifico como la voz de los trabajadores y se declaró anticlerical. En su primera tapa y plana denuncio y revelo, —lo que los medios de la oligarquía no habían hecho en tres años—, la masacre minera en Uncía, ocurrida el 1 de enero de 1923. La tapa era una avisó necrológico, pues consignaba el nombre de las más de 50 víctima de la masacre. Bandera Roja incide fuertemente en la formación y crecimiento del proletariado minero, pues acompaño a los trabajadores con la publicación de 52 números. Paredes Candia, declaró: Bandera Roja no sólo fue un escándalo periodístico sino que tuvo indiscutible influencia en los medios intelectuales y sindicales debido a su gran calidad.
La Radio
Con la emergencia de la Guerra del Chaco, nació la radio en Bolivia. Con recursos del comercio y la industria de los paceños, en 1933, se fundó Illimani, fue un instrumento de defensa de la soberanía sobre el territorio del Chaco. Le siguieron La Paz, El Cóndor, Kosmos hasta sumar en 1940, diecisiete emisoras.
La radio incorporó la inmediatez en la información, pero, sobre todo contribuyó en la formación de la conciencia nacional que se unirá a la conciencia de la clase obrera minera, clase que en 1952 va liderar la revolución del 9 de abril destruyendo el Estado Feudal e iniciando la construcción del Estado Nacional.
Del estado nacional hasta el neoliberal
Entre 1952 y el 2005 se configuró la construcción y la caída del primer Estado Nacional real. Dibujaron todo su territorio, su soberanía continuaba sometida a intereses externos, pero la población no logró articularse del todo en su seno. Mujeres, indígenas aymaras y quechuas fueron reconocidos como ciudadanos, pero el nuevo estado no tenía posibilidades de llegar a tierras bajas por lo que optó por ignorar a más de una veintena de pueblos indígenas.
La revolución, también creo un poder dual ente el Movimiento Nacionalista Revolucionario y la Central Obrera Boliviana, que margino del poder al mayor de sus protagonistas como los mineros y se centro en la lucha de los caudillos Paz Estensoro, Siles Zuazo y Juan Lechín. La revolución, en el tema de medios provocó que la prensa oligárquica sea reemplaza por la prensa partidaria.
Pero, la revolución logró meterse en los micrófonos. Radio América (1951) introdujo en su programación música criolla e inauguró la participación del público a través de dedicatorias pagadas. En 1961, cuando Raúl Salón y Elvira Llosa convirtieron a Radio América en Nueva América se incorporó la radionovela y el radioteatro con temáticas profundas que aludían a la marcada discriminación racial. La chola tímidamente, empezó a protagonizar a la madre que sufría porque la sociedad no aceptaba a hijos salidos de la pollera. Esta forma de hacer comunicación llegó con fuerza a una población paceña que entonces en la ciudad sólo sumaba 14.500 habitantes y de las cuales, ya se estimaba que 5.000 eran imigrantes del campo que como fruto de la revolución fueron a las ciudades en busca de trabajo, salud y educación. Entre ellos estaban mis abuelos, pues de los 42 mil habitantes que vivían en todo el departamento de La Paz. En 1950, algo más de 27.000 vivían en el campo. De esta etapa, es importante destacar la llegada del teletipo. Radio Nueva América, hizo el esfuerzo económico para recuperar soberanía en su programación. Con el teletipo suspendió la recepción del programa Crónica, que diariamente le suministraba la Embajada de Estados Unidos. Con el teletipo, también se instaló en el país la primera agencia de noticias, France Press.
Radios mineras
La revolución, tampoco supo enfrentar los riesgos que le imponía su destino ineludible, como era construir el nuevo estado, por eso pronto se extinguió, dando paso así, en 1964 al inicio de una larga dictadura, que brutalmente va enfrentar al símbolo del proletariado, los mineros.
Los mineros, para defender lo que habían construido, con aportes propios y de la mano de la iglesia empizaron a construir su propio instrumento de lucha, las Radios Mineras. En 1952 nació La Voz del Minero y después se sumarán algo más de una veintena de radioemisoras. Lupe Cajías, alude que el mayor desarrollo de la radio minera se dio en los periodos 1965-1967 durante el Gobierno del General Barrientos, entre 1970-1971 enfrenando la dictadura de Hugo Banzer y 1980 liderando el rompimiento de la cadena radial impuesta por García Meza.
Con estas radios también se inauguró las cadenas radiales mineras. No se sabe cuantas cadenas hicieron las radios mineras para primero denunciar al MNR por abandonar los postulados de la revolución y segundo para denunciar las masacres y tomas militares de los campamentos mineros.
En estos periodos dictatoriales esta claro que se dejó de lado la Ley de Imprenta, porque los cierres de emisoras se produjeron a simple orden del Presidente y, siempre estaban acompañadas de la destrucción de equipos, el exilio, el auto exilio de sus locutores y trabajadores o la detención.
Las radios mineras, ocupadas como estaban para defender la revolución, no intervinieron con sus micrófonos en la guerrilla del Che, pero, algunas radios denominadas vanguardistas si lo hicieron, tal el caso de Nueva América, Altiplano, Indoamerica de Potosí y Cultura de Cochabamba. Ellas, fueron sindicadas de terroristas y amenazadas de cerrar. Este episodio, en 1968 va unir a la Federación de la Prensa y a la Asociación Boliviana de Radios (ASBORA) para ir por primera vez a un paro conjunto de 48 horas protestando contra René Barrientos, pero, la prematura muerte del presidente 1969 terminó con las permanentes amenazas.
Un año después se constituye la Asamblea del Pueblo, en cadena las radios mineras amplifican los actos políticos, la fuerte opinión que generó, el 21 de agosto de 1971, precipitó el golpe de Estado de Hugo Banzer. Con él se impuso la más grande cadena informativa de radios liderada por Radio Illimani, la Emisora Oficial del Estado.
La dictadura no impidió el surgimiento de nuevas radios, es así que irrumpe en las frecuencias Radio Fides y Panamericana, con señales de alcance nacional.
La televisión
La televisión nació en 1969, en medio de la nacionalización de la Gulf que significaba controlar la producción del gas y el petróleo. Llegó a Bolivia, 40 años después de su creación. Si bien fue un instrumento de integración importante, nunca aportó al país en su desarrollo y menos en la formación de la conciencia nacional. La televisión estatal fue siempre el vocero de los gobiernos de turno, sean estos militares, golpistas o demócratas constitucionales. El sector privado entró a la televisión en 1984.
Los treinta años de democracia, fue el escenario ideal para multiplicar las licencias y emitir frecuencias para la televisión privada. En 1991 el país accede al satélite lo que hace que en 1996 de 16 canales que emitían señal se pase a 122, entre 1997 y el 2005 el espectro es saturado con 410 canales, esto sin contar las señales clandestinas.
La propiedad de los medios esta en poder de tres grupos: el estatal (1), universitario (9) y el privado —comercial y el religioso— distribuido en el área rural y urbana (400). El universitario siempre fue incipiente porque ni siquiera satisfizo sus propias necesidades. Su actual programación, asemeja al que se emitía hace 20 años, sin recursos técnicos, periodísticos y menos educativos.
Carlos Mesa afirma que la televisión maneja seis redes nacionales, aunque la única que se tiene registrada es la Red de Bolivia Tv, las otras operan como repetidoras. La televisión privada esta formado por pequeños oligopolios y su única política, visión y misión es ser lucrativas. La poca producción nacional se reduce a la farándula, la producción de uno hasta tres noticieros el resto son sólo enlatados.
En los 30 años de la democracia, la televisión privada se dedicó a respaldar los procesos electorales, sin ningún sentido crítico, sino mirando esto como un instrumento que les permitía generar más dinero y poder. En cada elección el presupuesto de publicidad del Tesoro General se trasfería a las Cortes Electorales y de estas a las cuentas de las grandes cadenas de televisión y, en menor proporción a las radios y periódicos. Fue un negocio tan lucrativo que de 128 licencias que se emitieron a nivel nacional en 1996 para Tv, radios AM y FM y las de onda corta se pasó el 2005 a tener 1.571, para una población de 10 millones de habitantes.
Hasta el año 1990, la radio, la televisión y la prensa se desarrollan en su plenitud. Esto trajo la formación de grandes grupos empresariales y el sometimiento de los periodistas, algunos periodistas resistieron pero fue muy difícil.
Uno de los mayores grupos mediáticos es Líder integrado por los periódicos La Prensa, El Deber, La Patria, Correo del Sur, El Potosí y Los Tiempos. Los dueños son la Familia Rivero de Santa Cruz y Canelas de Cochabamba.
En mayo de 1998, renuncie a La Razón y por invitación de ese gran periodista Jorge Canelas, me uní al grupo de periodistas fundadores de La Prensa. Por mandato constitucional Hugo Banzer ejercía el gobierno alternado con Jorge “Tuto” Quiroga. Con Amanda Dávila trabajamos haciendo investigación, en ese momento publicábamos la serie sobre el tema del contrabando dentro de la misma Aduana, esto, tocaba altos intereses del gobierno. A este tema, se sumó la publicación de la serie de los macabros archivos del terror, eran los documentos secretos de la policía política paraguaya que revelaba los vínculos de la dictadura entre Bolivia, Chile, Paraguay y Argentina. No pasó una semana de esto y, se ordenó la destitución del director del periódico, Jorge Canelas. En solidaridad y apelando a la libertad de conciencia decidimos declararnos en emergencia. Gustavo Guzmán, jefe de redacción; Rafael Archondo, editor y Amanda Dávila renunciaron; los trabajadores declaramos la huelga de hambre en la asamblea que se celebró en la sala de corrección. Recuerdo, allí irrumpieron los hijos de don Pedro Rivero —Pedro Fernando y una señora de pelo rubio—. La señora, se paró al medio de la sala, alzó la mano derecha y unió los dedos índice y pulgar, los hizo sonar y dijo: Yo hago así a mis periodistas en Santa Cruz y ellos me lo bailan. Yo, que venía de una formación periodística tan sólida como del periódico Presencia, me acerque y le dije: señora: aquí, en La Paz puede tocar sus castañuelas y nadie se lo va a bailar. Me retire del salón y de inmediato me incorporé a la huelga de hambre. Como nunca más volví a La Prensa, no supe si don Pedro Rivero fue informado del hecho —como periodista talvez hubiera asumido el tema con mayor tino—. Pero, esa actitud aumentó más la protesta. Los accionistas de La Prensa en respuesta a la huelga nombraron a Sergio Molina, jefe de redacción (Manejo la campaña de Goñi y dirigió DINACOM), y al señor Oswaldo Monasterios como Interventor, en realidad fue un censor, pues ninguna nota se publicaba si no tenía su aprobación. La familia Monasterios es dueña de la Red UNITEL, accionistas mayoritarios del Banco Ganadero y poseen las mayores extensiones de tierras en Santa Cruz. Este hecho, hubiera quedado en mi anecdotario si no hubiera visto las imágenes de Canal 2, donde el hijo de don Pedro Rivero se incorpora a la huelga de hambre —como un ciudadano más— en defensa de la libertad de prensa.
El grupo de periodistas que fuimos echados de La Prensa, incluido don Jorge Canelas, fundamos el Semanario Pulso. Era un medio de periodistas, administrado por periodistas. El Éxito de su primera etapa 1999-2004, radicó sin duda, en el respeto a la pluralidad de ideas y pensamiento. Pulso agrupó a empresarios, banqueros, poetas, escritores, etc. Incidió en las clases medias altas que el año 2005 se sumaron para apoyar la salida del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada y fue el único medio que se atrevió a demandar en su primera plana la renuncia de Goni.
En esta batalla de propietarios de medios y libertad de conciencia de los periodistas, esta el emblemático caso de los periodistas de La Razón, ellos en 1992 con una huelga se opusieron a que su propietario Raúl Garafulic comprometiera a la redacción apoyar la candidatura a la alcaldía de Ronald McLean. Gustavo Guzmán y Juan Carlos Marañón fueron despedidos del periódico.
Pulso fue un periodismo ético, plural y democrático se asemejaba al que ejercimos en Presencia. Muestra de ello, es que hoy Iván Canelas, el vocero gubernamental, apoya la aprobación de la Ley contra el racimo y Pedro Glasinovic, como presidente de la Asociación de Periodistas de La Paz encabeza la protesta contra los artículos 16 y 23 de la mencionada Ley. Sin duda, en Presencia de ambos aprendí mucho de ética.
Empecé aludiendo el rescate de los 33 mineros en Chile, porque, esa tragedia, unió al mundo expresando conductas de solidaridad, respeto, igualdad, equidad e inclusión, pero sobre todo, para quienes hacemos periodismo debe llamarnos a reflexionar sobre que intencionalidad tenemos cuando manejamos información.
Bolivia es un país tan democrático y respetuoso de la libertad que, en este momento, en una frecuencia radial le da el micrófono y le permite expresarse como periodista a quien manejo la mayor cadena radial información impuesta por la dictadura de Luis García Meza y fue quien nos repitió cientos de veces que andemos con el testamento bajo el brazo. Por eso, hoy me pregunto ¿qué libertad de prensa reclamamos?
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