La imagen de Evo Morales junto a Alan García saludando a orillas del mar, en el puerto peruano de Ilo, no puede dejar de vincularse a lo sucedido el 24 de febrero de 1992, cuando los presidentes de ambos países, Jaime Paz Zamora y Alberto Fujimori, sellaban un acuerdo mediante el cual, Bolivia obtenía grandes facilidades para utilizar una playa de cinco kilómetros que fue bautizada como “Boliviamar” para construir un puerto propio, que ayude a aliviar la mediterraneidad del país y superar las restricciones que debe soportar el libre tránsito de mercaderías, por el Tratado de 1904 con Chile.
Han pasado 18 años desde aquel hecho que fue calificado como histórico, porque Bolivia no sólo parecía superar el enclaustramiento marítimo, sino que afianzaba los lazos de amistad y cooperación con uno de los mejores aliados que ha tenido Bolivia a lo largo de su historia. Lamentablemente, de aquel tratado apenas queda como testigo un gigantesco monumento de hierro que hoy está corroído y a punto de derrumbarse, ya que los sucesivos gobiernos no construyeron ni un solo muelle para cargar y descargar los barcos que supuestamente iban a llegar a montones a ese puerto.
En 18 años, la diplomacia boliviana, cuya prioridad fundamental debería ser el tema marítimo, mantuvo la misma conducta errática de siempre, que no la llevó a ninguna parte. Los exportadores y comerciantes bolivianos siguieron usando los puertos chilenos, tal como lo determinaron aquellos gobernantes y sectores dominantes de la política andinocentrista que rifaron las aspiraciones marítimas en 1904, mientras que Chile afianzaba, como lo hace muy claramente en la actualidad, la posición de que a Bolivia no le va a otorgar jamás soberanía sobre los territorios que fueron usurpados en la Guerra del Pacífico de 1879.
Los gobernantes bolivianos nunca han manejado una política coherente frente a Chile y se han mantenido con movimientos pendulares de acercamiento y tensión, dependiendo, sobre todo, de la conflictividad interna que han enfrentado los gobiernos de turno. El tema marítimo siempre ha sido el “caballito de batalla” que constantemente ha servido de manera muy efectiva para crear efervescencia en la población y desviar la atención sobre las infaltables crisis políticas.
En este contexto, Bolivia es la única que pierde. El país no sólo se mantiene enclaustrado, sino que en esta ruta diplomática tan pedregosa, se pierden grandes oportunidades, como ocurrió con Ilo en estas dos décadas o como sucedió el 2003 con un gigantesco proyecto energético. Desde el punto de vista comercial, tampoco se aprovecha la complementariedad que podría haber con Chile y no se incursionan en alternativas que ayuden a superar las barreras del transporte, como podría ocurrir con la hidrovía Paraguay-Paraná.
La llegada de Evo Morales y la postulación de su famosa “diplomacia de los pueblos” generó algunas esperanzas de poder avanzar con Chile. Lamentablemente todo se quedó en artilugio mediático. Chile afianzó internacionalmente la posición de que “a Bolivia no le debe nada” y al presidente Morales se lo ve hoy, en Perú, replicando imágenes repetidas del pasado que no prometen mucho.
La llegada de Evo y su ‘diplomacia de los pueblos’ generó esperanzas de avanzar con Chile. Lamentablemente todo fue un show.
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